El trauma de Analía Franchin con Los Pitufos: "Fue un escándalo familiar"

Los traumas que se generan durante la infancia son de los más difíciles de superar, y eso le pasó a Analía Franchin, quien de niña le tomó pánico a unos conocidos personajes animados. "Yo tuve una experiencia horrible con Los Pitufos. Nunca los vi, no los vería y no le permitiría a mi hijo verlos", confesó en PH: Podemos Hablar.

"Cuando tenía 12 años empecé a sentir que venían Los Pitufos a la noche, se los juro. Hoy tengo 47 y sigo pensando lo mismo, no me retracto. Me visitaron muchas veces y fue un escándalo familiar", explicó la panelista mientras el resto de los invitados del programa no podía creer lo que escuchaba. "En esa época empezaron a salir noticias en todos lados que decían que los muñecos venían de una secta de Brasil que se encargaba de fabricarlos. Por ejemplo, se contaba que de la cortina del cuarto de un niño habían bajado Los Pitufos, el chico había aparecido ahorcado y la cortina quedó blanca. También que otro nene se puso una remera de los personajes y murió asfixiado", contextualizó.

Según afirmó Franchín, estos personajes también la visitaban a ella. "Yo les juro por Dios que a la noche yo sentía que me caminaban alrededor y se sentaban en la cama", dijo mientras pedía que la tomen en serio. "Dimos vuelta la casa porque yo dije: 'En algún lugar hay un pitufo', pero no encontramos nada. La cosa se empezó a complicar y cambiamos las camas de lugar en la pieza, pero yo sentía que venían de arriba, así que tuvimos que hacer un toldo. Un día mi mamá dijo: 'Basta'".

"Fuimos a la iglesia La Candelaria a buscar al cura y a la iglesia evangélica que estaba a la vuelta a buscar un pastor. También trajimos a la chica que tocaba el timbre, de los Testigos de Jehova", contó sobre las medidas que tomaron en el hogar para tratar de tranquilizarla.

Como nada funcionaba, su madre decidió sacar todo de los roperos y cajones. "Un día se hinchó porque no se podía vivir. Yo lloraba todo el tiempo. Empezamos a limpiar hasta que encontramos un pañuelo lleno de pitufos. Lo agarramos y lo prendimos fuego en el patio de mi casa y, desde ese día, nunca más los sentí", aseguró. "Para mí salían del pañuelo. Quemarlo fue santo remedio".