Tu pasión por los fritos (aunque sean vegetales) podría estar acortando tu vida
Si te pierde el pescaíto frito y eres un fanático de las patatas fritas más vale que eches el freno, ya que según un nuevo estudio comer una fritura al día aumenta el riesgo de muerte
Decir que hay alimentos peligrosos o mortales no es ninguna barbaridad a tenor de los resultados de un reciente estudio que demuestra que tomar un frito al día aumenta el riesgo de muerte.
La investigación, publicada por la revista médica BMJ, determinó que quienes consumían una o más porciones de alimentos fritos en general tenían un 8 por ciento más de riesgo de muerte por cualquier causa, incluida muerte por afecciones del corazón. En el caso del pollo frito, el riesgo aumentaba al 13 por ciento en cualquier causa de muerte y, si hablamos de pescado frito, el riesgo de morir por enfermedad cardíaca llegaba también al 13 por ciento.
Y no es la primera vez que nos lo advierten. En un artículo publicado en The New York Times, Eric Rimm, profesor de nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, asegura que tomar solo 6 patatas fritas al día incrementa el riesgo de mortalidad.
Además, asegura que los atracones de patatas fritas se asocian con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, obesidad y diabetes, y que las personas que comen este tubérculo frito incrementan el riesgo de mortalidad frente a aquellas que lo comen sin freír.
Qué pasa con los ‘fingers’
“Sabemos que el consumo de alimentos fritos es algo muy común en Estados Unidos y en todo el mundo”, explica Wei Bao, profesor asistente del área de Epidemiología de la Universidad de Iowa y principal autor de la investigación, CNN. “Pero desafortunadamente sabemos muy poco sobre el efecto a largo plazo del consumo de alimentos fritos”.
Para averiguarlo, recabaron datos y hábitos alimenticios de 107.000 mujeres de entre 50 y 79 años de edad (en 40 clínicas de Estados Unidos), entre 1993 y 1998, y realizaron un seguimiento de 18 años. Las participantes tuvieron que rellenar una encuesta sobre la cantidad y frecuencia con la que consumían todo tipo de alimentos, incluidos ‘fingers’ de pollo.
Los investigadores tuvieron en cuenta la edad y otros factores como el nivel de educación, los ingresos, el consumo total de energía y la calidad general de la dieta, lo que reveló que limitar el consumo de alimentos fritos, en particular el pollo y el pescado, podría traer beneficios significativos a la salud.
Tras analizar los datos concluyeron que comer pollo frito eleva un 13 por ciento el riesgo de muerte y un 12 por ciento el riesgo de muerte relacionada con el corazón. Para los pescados fritos, el aumento en el riesgo de muerte y muerte relacionada con el corazón fue del 7 y 13 por ciento, respectivamente.
No son cancerígenos
No obstante, los autores aclaran que los resultados del estudio no muestran ningún vínculo entre comer frituras y un mayor riesgo de morir por cáncer.
El problema viene “cuando hay un consumo elevado de grasas saturadas, apunta Emilia Cancer, del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), porque están directamente relacionadas con el aumento de colesterol en sangre, el desarrollo de ateroesclerosis y el aumento del riesgo de enfermedad cardiovascular, que es la principal causa de morbi-mortalidad en España”.
Y aquí es donde está el verdadero hallazgo de este estudio, porque demuestra que aunque las verduras y pescados se consideran alimentos saludables, al freírlos estamos modificando esas propiedades saludables “y estamos convirtiendo algo bueno en malo”, explican los investigadores. Claro que para que los fritos nos hagan ‘daño’ habría que tomarlos a menudo. “El riesgo es menor con una baja frecuencia”, añade Bao.
La cocción es la clave
Sin embargo, el peligro no sólo está en la comida en sí misma, sino en el proceso utilizado para elaborar, por ejemplo, el snack más famoso del mundo; ya que el tipo de aceite, la temperatura y las veces que se reutiliza dicho aceite (como ocurre en los restaurantes de comida rápida), podrían generar sustancias dañinas que se traspasan a los alimentos.
Además, al tratarse de alimentos ultraprocesados “pueden tener un alto contenido de sodio, lo que podría contribuir a un mayor riesgo de mortalidad”, añade Bao.
Aunque las estadísticas de esta investigación “no pueden generalizarse globalmente”, los resultados también pueden aplicarse a los hombres, pues anteriores estudios sobre los efectos de los fritos en la salud no mostraban distinción en el género.
Algunos consejos para reducir el consumo de grasa menos saludable:
Comer una mayor proporción de alimentos de origen vegetal, como aceite de oliva, semillas de sésamo, girasol o lino, y frutos secos; y de pescados que aportan grasas insaturadas.
Cocinar y preparar los alimentos con poca grasa y alternar métodos de cocinado priorizando el hervido, plancha, vapor, grill, horneado o papillote frente al frito o asado.
“Leer el etiquetado nutricional de los alimentos también es importantísimo para poder elegir los alimentos que contengan menos grasas, menor contenido de ácidos grasos saturados y los que no contengan grasas parcialmente hidrogenadas o grasas trans”, finaliza la experta de la SEEN.
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