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¿Qué veo? Tesoros hundidos, botines millonarios, piratas modernos y debates políticos en la serie española La fortuna

Stanley Tucci, la figura más conocida del elenco de La fortuna, la serie de intrigas políticas y aventuras que se estrena por AMC
Photo Teresa Isasi

“¿Quién es realmente el dueño del tesoro? En más de un momento empiezas a hacerte esa pregunta. La gran pregunta que plantea esta serie es qué se hace con ese oro. ¿Se utiliza para especular o se guarda en un museo?”. Alejandro Amenábar envuelve entre signos de interrogación la incógnita principal de su nueva creación, que es al mismo tiempo su debut como realizador de producciones para la TV y el streaming. Este domingo, a las 22, se verá por la señal AMC el primero de los seis episodios de La fortuna, serie inspirada en una de las novelas gráficas más populares y exitosas de España, El tesoro del Cisne Negro, creada por Paco Roca y Guillermo Corral.

El relato original se inspira en hechos reales ocurridos en 1804, en tiempos de paz entre Francia, España y el Reino Unido, cuando un navío de guerra británico hundió a cañonazos y sin mediar aviso alguno, en aguas de la costa portuguesa de Algarve, a la fragata española Nuestra Señora de las Mercedes. Murieron 275 personas y un cargamento de valor incalculable (oro, plata, cobre) quedó durante más de dos siglos oculto en el fondo del mar.

En 2007, una expedición de la compañía Odyssey, especializada en buscar y recuperar tesoros perdidos, halló el cofre y se hizo de unas 600.000 monedas. El descubrimiento desató un enorme litigio diplomático y judicial en los Estados Unidos que terminó dándole la razón a España. “Esta es una historia de expolios, en la que también trato de explorar en distintos niveles la figura del pirata”, explica Amenábar, en un diálogo vía Zoom con LA NACION.

Alvaro Mel, uno de los protagonistas de La Fortuna
Diego López Calvín


Alvaro Mel, uno de los protagonistas de La Fortuna (Diego López Calvín/)

Las libertades que permite la ficción impulsaron varios cambios de nombres. El barco español lleva el nombre de la serie (La fortuna) y la expedición que sale en busca del botín hundido lleva el nombre de Atlantis. Su capitán es Frank Wild (Stanley Tucci), que se enfrentará por la carga con un viejo amigo, el abogado Jonas Pearce (Clark Peters, de la serie The Wire), y los españoles que quieren recuperarla: Alex Ventura, un joven diplomático recién recibido (Alvaro Mel); Lucía Vallarta, una combativa funcionaria del área de Patrimonio Urbano (Ana Polvorosa), y un ministro de Cultura bastante independiente y poco dispuesto a recibir órdenes (Karra Elejalde).

Amenábar, dueño de una laureada carrera como guionista y director de cine (Tesis, Los otros, Mar adentro, Abre los ojos, Regresión) venía de filmar una película sobre los comienzos de la Guerra Civil Española y la figura de Miguel de Unamuno que abrió muchos debates. “Después de una obra tan sesuda como Mientras dure la guerra estaba buscando algo más lúdico y encontré esta historia, muy atractiva y entretenida. Se nos planteó la opción de seguir la historia real que aparece detrás del cómic o despegarnos de ella, y nos volcamos por lo último. La serie respeta el espíritu del cómic y la historia real, pero se aleja de ellos siempre que lo hemos necesitado”, explica el director, nacido en Santiago (Chile), pero instalado desde que tenía un año con su familia en España.

Alejandro Amenábar, durante la presentación de La fortuna en España
Alejandro Amenábar, durante la presentación de La fortuna en España


Alejandro Amenábar, durante la presentación de La fortuna en España

Los héroes de esta aventura, dice explícitamente Amenábar, son funcionarios públicos. “Es un homenaje a esas personas anónimas que se parten la espalda intentando solucionar problemas y acaban completamente perdidos por un cambio de gobierno. Suelen tener muy mala fama, pero ese mundo ministerial y de los funcionarios no viene de Marte, sino de nosotros. Son fruto de nuestra sociedad, y en ese sentido intento comprenderlos a través de la serie”, detalla.

Alejandro Amenábar, con barbijo, prepara una escena durante el rodaje de la serie La fortuna
diego_lopez_calvin


Alejandro Amenábar, con barbijo, prepara una escena durante el rodaje de la serie La fortuna (diego_lopez_calvin/)

En La Fortuna, Amenábar reconoce que encontró por primera vez la posibilidad plena de moverse al mismo tiempo en los dos mundos a través de los cuales desarrolló su carrera como director. La acción viaja todo el tiempo entre los Estados Unidos y España, y los personajes hablan alternadamente en inglés y en nuestro idioma. “Quería hablar un poco de los dos imperios. Uno que ya fue, que ya pasó, y otro que actualmente tenemos. Incluso hay alguna mención al imperio que podría ser, y ya sabemos que todo apunta hacia China”, especifica Amenábar.

Al principio, Amenábar pensó en adaptar el cómic a través de un largometraje. Luego, que podía contarse en una miniserie de dos episodios, hasta que se convenció junto a su guionista, Alejandro Hernández, que la historia se ajustaba al formato de una serie de seis episodios (AMC estrenará uno nuevo cada domingo, con repeticiones los lunes, a las 21). “Al verla funciona siempre como una serie, con capítulos perfectamente definidos, pero a la hora de rodar la planteé como una película muy larga. Eso viene dado también por el hecho de que dirigí los seis episodios”, explica.

Amenábar cree que estamos frente a un cambio de modelo inevitable. “El Covid no ha hecho más que precipitar una realidad. Dice que cada vez es más difícil convocar de nuevo a la gente a ver cine en el cine. “El formato del largometraje y el de la serie van a convivir, al igual que las dos maneras que hoy tiene la experiencia cinematográfica, el cine y tu casa. En esta pequeña gran batalla que sostienen las plataformas y el viejo sistema de financiamiento del cine, claramente las películas más interesantes de 2021 fueron producidas por las primeras: Fue la mano de Dios, El poder del perro, No mires arriba. Son películas para ser disfrutadas en pantallas bien grandes, pero terminan viéndose en un monitor de televisión porque son las plataformas las que financian ese cine”, explica.

Clark Peters y Stanley Tucci, dos de las figuras de La fortuna, serie hablada en inglés y en español
Photo Teresa Isasi


Clark Peters y Stanley Tucci, dos de las figuras de La fortuna, serie hablada en inglés y en español (Photo Teresa Isasi/)

Más allá del diagnóstico, Amenábar dice que la experiencia total y completa solo puede vivirse en una sala de cine: “No hay nada que iguale el hecho de estar frente a una pantalla gigante en una sala llena de gente. El largometraje es el formato que más entiendo como espectador y como autor. Concebir una historia para ser contada en dos o tres horas, como mucho”.

El director reconoce que vive la política como algo ajeno, pero en sus obras (sobre todo las más recientes) no faltan inquietudes ligadas a ese terreno, así como preguntas de tipo moral. Desde ese lugar evoca un momento de La historia oficial. “Lo tengo muy presente porque es una película que siempre me fascinó. Es la escena en la que Héctor Alterio está discutiendo con su familia, y sobre todo con su padre. Cuando la vi de niño no llegué a entender exactamente todas las connotaciones que tenía, porque el padre es un exiliado español. Y muchos años después, cuando por fin la comprendí, recuerdo que intenté por las mías hacer una secuencia con dos personajes, uno a la derecha y otro a la izquierda, exponiendo sus razones, independientemente de mi propia tendencia política”, señala.

Hablando de los protagonistas de La fortuna, Amenábar dice que encuentra muchos puntos en común con Alex, aunque el personaje expresa al mismo tiempo una manera de pensar muy conservadora con la que no está identificado. A la vez, se siente ideológicamente más cercano al pensamiento de izquierda de Lucía, pero ella es al mismo tiempo dueña de un ímpetu y de una intransigencia “que para nada resultan garantía de convencimiento”.

En este punto, el director recupera una frase de Unamuno citada en su película anterior (“Venceréis, pero no convenceréis”) y dice que cree en el sosiego como factor imprescindible para plantear cualquier diálogo político. Y concluye: “Yo sé que es muy difícil, prácticamente imposible, entender a Trump. Pero también quiero pensar que en nuestras sociedades todavía hay lazos de entendimiento entre el bloque conservador y el bloque progresista. Si cada uno se queda en su propia burbuja, la sociedad no avanza”.