¿Y si el apetito se pudiera regular mediante estímulos eléctricos?

Nuestro cerebro se acostumbra a lo bueno enseguida. El sistema de recompensa de que dispone reconoce las acciones que producen resultados positivos, como pueden ser la obtención de comida o sexo. Refuerza el inicio de esos comportamientos al inducir placer como anticipo de lo que viene después. Pero en determinadas circunstancias, este sistema tan complejo puede volverse sensible a comportamientos placenteros pero dañinos, como ocurre con la adicción a la comida o la ingesta compulsiva.

Es posible controlar el apetito mediante impulsos eléctricos, según un estudio.
Es posible controlar el apetito mediante impulsos eléctricos, según un estudio.

Pero, ¿y si en esos casos de cierta gravedad se pudiera intervenir en el cerebro para evitar que la persona coma? Esto es lo que anticipa un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences y que ha sido dirigido por el neurocirujano Casey Halpern, de la Universidad de Stanford. El equipo de Halpern logró reducir los atracones en los ratones administrando impulsos eléctricos a una región cerebral, el núcleo accumbens, para frenar el impulso de los ratones de comer. En el caso del cerebro humano ocurrió lo mismo, lo que sugiere que la técnica tiene potencial para tratar comportamientos compulsivos. “Hemos identificado un biomarcador cerebral que tiene que ver con la pérdida de control”, explica Halpern. “Si podemos usar eso para prevenir cualquiera de estas acciones potencialmente peligrosas, podríamos ayudar a mucha gente”, añade.

Los investigadores utilizaron una variación de la estimulación cerebral profunda en sus experimentos, un tratamiento consolidado que se usa para disminuir el temblor característico de la enfermedad de Parkinson, por ejemplo. Lo que hace la estimulación cerebral profunda es proporcionar una corriente ininterrumpida, pero, en este caso, los investigadores buscaron formas de proporcionar pulsos eléctricos solo cuando fuera necesario mediante el monitoreo de la actividad cerebral.

En el caso de los ratones, les dieron alimentos con alto contenido de grasa una hora al día durante 10 días. Vieron un aumento en la actividad de ondas cerebrales de baja frecuencia en el núcleo accumbens un segundo antes de que el ratón se entregara a un atracón de comida. Esta actividad cerebral no apareció cuando los animales comían alimentos estándar que no tenían mucha grasa.

La ingesta de comida basura podría controlarse.
La ingesta de comida basura podría controlarse.

Después de haber identificado ese “momento de debilidad”, el equipo comprobó que la estimulación eléctrica a través de un electrodo en el momento en el que aparecía esa pauta permitía reducir la ingesta compulsiva. El equipo experimentó después con un cerebro humano para ver si el aumento de actividad pre-atracón que habían descubierto en ratones también se aplicaba a las personas. Para ello, trabajaron con un paciente con un trastorno obsesivo-compulsivo que no respondía a otros tratamientos y había optado por someterse a cirugía. Activaron un electrodo implantado en el núcleo accumbens del hombre mientras realizaba una tarea en la que tenía que presionar un botón para recibir una recompensa. Los investigadores vieron un aumento similar en la actividad a la observada en ratones, las mismas ondas cerebrales que se intensifican inmediatamente antes de comenzar una tarea que conduce a una recompensa placentera. La activación del electrodo permitía controlar ese comportamiento.

El hecho de que se observara una actividad cerebral similar en ambas especies en comportamientos dirigidos a diferentes recompensas sugiere que hay una pauta común a muchas conductas compulsivas. Sin embargo, el implante de electrodos en el cerebro por medio de la neurocirugía solo se consideraría en el caso de personas que se encuentren “en estado terminal a causa de su enfermedad o se encuentren gravemente debilitadas”, según Halpern. Para el resto de atracones, habría que buscar soluciones menos radicales. Además, esta es una investigación preliminar, que ha involucrado a un solo ser humano, con lo que se necesitan más experimentos acerca de si tiene sentido implantar chips en todos aquellos que no sea capaces de controlar sus adicciones.