100 años de Warner Bros.: la historia “oficial” de un gran estudio de Hollywood narrada con muchas alabanzas y algunas sombras
100 años de Warner Bros. (100 Years of Warner Bros., Estados Unidos/2023). Guión y dirección: Leslie Iwerks. Narrador: Morgan Freeman. Disponible en HBO Max. Nuestra opinión: buena.
Un previsible coro de autoalabanzas acompaña cada paso de la serie documental sobre la centenaria historia de los estudios Warner, que hace pocos días tuvo su estreno mundial en el Festival de Cannes. Allí se proyectaron por primera vez los dos primeros episodios, que son por ahora los únicos disponibles en streaming. Si todo se cumple de acuerdo a lo previsto, los dos restantes llegarán a HBO Max el 1° de junio.
Esta producción especial titulada 100 años de Warner Bros. cuenta la historia oficial del estudio, uno de los más importantes e influyentes de toda la historia de Hollywood. Es por las cosas que se cuentan aquí que reconocemos a Los Angeles (y a su zona de influencia, donde funciona Warner) como la capital mundial del entretenimiento. Desde esta perspectiva, el documental podría funcionar como versión compacta y televisiva de los populares tours que el estudio organiza para el esparcimiento de muchos turistas y algún cinéfilo curioso.
Pero en el fondo funciona como el equivalente audiovisual de la visita a un museo que guarda parte de la historia oficial de Hollywood. En ese sentido, el recorrido histórico que se hace aquí tiene bastante parecido con lo que muestra el Museo de la Academia de Hollywood. Lo que vemos está armado para que volvamos a admirar (y, por qué no, a descubrir) los grandes hitos de estos cien años de cine con títulos reconocidos, nombres admirados y grandes momentos de la pantalla que hicieron feliz al público. Y también para que nos encontremos en ciertos momentos con algunas de las zonas más oscuras y polémicas de todo ese mismo recorrido.
Ese ejercicio revisionista aparece de tanto en tanto, pero cuando lo hace es lo suficientemente elocuente como para que no quede a un costado. El equipo responsable del documental, encabezado por Leslie Iwerks (nieta del legendario Ub Iwerks, el animador de Disney considerado como el verdadero creador del ratón Mickey), parece decidido a decirnos que solo las historias que se cuentan con sus luces y algunas sombras sombras adquieren genuina verosimilitud.
Así, el documental nos cuenta por un lado casi con aire de epopeya cómo los cuatro hermanos Warner, emigrantes judíos llegados a Estados Unidos desde Europa Oriental, pasaron de la pobreza casi absoluta a convertirse en exitosos empresarios del entretenimiento y del negocio del cine. Y también cómo Jack Warner, el hermano menor (y el más poderoso) terminó enfrentado con algunas grandes estrellas, cansadas de ser explotadas por el sistema de contratos que rigió en la era dorada de Hollywood.
También sabremos gracias al documental que Warner, después de experimentar largamente con nuevas herramientas sonoras, transformó para siempre a la industria del cine al estrenar en 1927 El cantor de jazz, primera película que sincronizó la imagen con los diálogos y la banda sonora. Y que también fue el estudio que hoy ensaya un mea culpa por sentirse responsable de ciertos comportamientos poco adecuados para el pensamiento actual hacia la comunidad afroamericana.
Estos deslices quedan siempre en segundo plano frente a los logros que Warner se autoconcede cuando recorre su propia historia y, por ejemplo, es reconocido como “el estudio de la clase obrera” (en palabras de Martin Scorsese) por su inclinación a tratar en sus películas temas sensibles al compromiso social. O cuando se atribuye a sí mismo un talento superior al de cualquiera de sus pares contando grandes historias de gánsteres o confiando en el genio de Busby Berkeley para coreografiar musicales extraordinarios.
Si consideramos que esta serie documental recorre en cuatro horas cien años de historia, parece en principio desproporcionado concentrar las primeras seis décadas y media en los 60 escasos minutos del primer episodio. El patrimonio fílmico de Warner en la época clásica es extraordinario y no resulta justo con la propia memoria del estudio concentrar en tan poco tiempo el período que va de 1923 hasta 1967, cuando el viejo estudio es adquirido por una corporación llamada Seven Arts y empieza a sufrir una serie de cambios de mando y serios vaivenes financieros que casi termina en la quiebra durante la década siguiente.
Más allá del desinterés por desarrollar más de lo que se ve la vida de Warner durante la época de crecimiento y apogeo de los grandes estudios de Hollywood, corresponde al mismo tiempo decir que el documental sitúa con bastante rigor los distintos momentos relevantes que marcan la evolución y la transformación de la industria, y cómo a veces el estudio queda expuesto negativamente a algunos de esos cambios. La relación del estudio con los hechos ligados a la llegada al poder de los nazis en Alemania y la Segunda Guerra Mundial merece destacarse. Es notable, además, la sincronización entre el hilo narrativo y los momentos elegidos de las películas clásicas del estudio para ilustrar cada momento del relato.
Lo más atractivo, por supuesto, está en el excelente material de archivo y los testimonios que algunas figuras muy destacadas aportan a esta evocación. De El halcón maltés (que inspira el título del episodio inicial, “El material con el que se forjan los sueños”) a Casablanca y de El enemigo público a El capitán Blood en una primera época, y de El exorcista a Todos los hombres del presidente y de Harry el Sucio a 2001: odisea del espacio y Superman, en el segundo (“Clint, Kubrick y kriptonita”) los títulos, las estrellas y las imágenes elegidas para recordar cada película icónica a modo de breves clips funcionan como una verdadera invitación para volver a ver completas algunas de las grandes joyas del cine estadounidense.
Es una pena que unos cuantos de esos títulos estén hoy ausentes en el catálogo de HBO Max, la plataforma a la que está especialmente destinado como producción original del estudio esta serie documental. Vale mencionar dos: Locura en el Oeste (Blazing Saddles, 1974), de Mel Brooks, y El camino de la verdad (The Learning Tree, 1969), de Gordon Parks, películas a las que se adjudica un aporte decisivo en términos de innovación, ruptura de viejos prejuicios y espíritu de apertura. Una reivindicación tan fuerte del pasado no puede estar acompañada por su omisión en el presente.