55 años después de su creación, El Tri mantiene la vitalidad y las tradiciones rocanroleras

El Tri performs at Peacock Theater in Los Angeles on Saturday, Aug. 26, 2023, California.
El Tri durante su presentación del 26 de agosto en el Peacock Theater de Los Ángeles. (Alejandro Jiménez / Especial para Los Angeles Times)

“Que chin… a su madre Donald Trump”, se puso a cantar Álex Lora casi al inicio del concierto del sábado pasado en el Peacock Theater, cambiando momentáneamente la letra de “Metro Balderas”, uno de los mayores éxitos de su eterna agrupación musical El Tri, que se encontraba allí para celebrar 55 años de carrera.

Pero no debe pensarse que lo que hace el veterano rockero (aunque él preferiría que se lo llamara rocanrolero) tiene una postura política definida. A lo largo de los años, sus letras se han caracterizado por tener comentarios críticos a los abusos de autoridad (de hecho, tiene una canción que se llama precisamente asi, “Abuso de autoridad”) y a los gobernantes mexicanos, empezando por los de El Pri; pero recientemente, se lo ha visto criticando al actual mandatario mexicano, Andrés Manuel Lopez Obrador, incluso en una canción nueva que se llama “La misma serie”.

Se trataría, en todo caso, de una sensación de desencanto generalizada que, sin embargo, no va de la mano con una actitud pesimista y lúgubre en el escenario, porque Lora sigue siendo uno de los tipos más divertidos e irreverentes que se puede ver en vivo, aunque algunas de sus arengas mantengan esos tintes homofóbicos que eran habituales en el pasado, pero que son inadmisibles en el presente (como sucedió cuando dijo: “Los que no aplauden es porque no les gustan las mujeres”).

Lora es un ‘frontman’ increíblemente carismático y participativo que apela frecuentemente a chistes que se pueden haber escuchado ya mil veces en sus labios, pero que no deja de sorprender con su vitalidad y energía, pese a que cruzó ya la barrera de las siete décadas. Y es, por supuesto, el líder incuestionable del grupo, hasta el punto de que sus presentaciones actuales se anuncian bajo el rótulo de “Álex Lora y El Tri”.

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Cambios y permanencias

En ese sentido, es una pena que sus shows no tengan casi solos de guitarra, pese a contar con dos guitarristas líderes (Eduardo Chico y Óscar Zárate), y que se encuentre ausente desde hace mucho tiempo el sonido de saxofón que le dio al conjunto una huella de estilo inconfundible a mediados de los ‘80, cuando su popularidad alcanzó de manera arrolladora a todos los territorios latinoamericanos.

En su lugar, lo que se escucha ahora con frecuencia son los solos de armónica de Rafael “Wea” Salgado, quien formaba ya parte de El Tri durante la época citada, pero que ostenta ahora el rol principal en lo que respecta al lucimiento personal en el plano instrumental. Tampoco hay que menospreciar la labor del pianista Lalo Toral, responsable de muchas de las cadencias blueseras e integrante del combo desde mediados de los ‘80.

Eso no quiere decir que la formación actual no sea idónea para la propuesta que maneja. Pese a sus ocasionales coqueteos con otras vertientes musicales, lo que Lora practica y ha practicado desde siempre es un rock’n’roll profundamente marcado por el blues y el boogie que no se sale del libreto y que podría ser perfectamente interpretado por artistas de otras procedencias, pero que tiene un par de detalles absolutamente distintivos: la voz del aludido y las letras que presenta, compuestas por él mismo.

En ciertos momentos del concierto, se escucharon algunos temas nuevos, provenientes del más reciente álbum, “Qué ching...”, que mantienen la línea de estilo descrita pero lucen unas letras particularmente pobres, como fue el caso de la pieza que le da su nombre al disco, en la que se repite prácticamente la misma frase. Esta desmejoría en el plano lírico es una de las críticas más grandes que se le hacen a Lora.

Y se le hacen porque, en un pasado no tan remoto, este artista fue capaz de crear letras que se inscribieron de manera indeleble en la historia del rock latinoamericano, y que, por fortuna, no faltaron en un show que alcanzó casi las tres horas de duración, lo que da también cuenta del vigor de todos los músicos participantes, a los que se sumó en cierto momento Beto Cuevas, el vocalista de la emblemática banda chilena La Ley.

Álex Lora en otro momento de la presentación.
Álex Lora en otro momento de la presentación. (Alejandro Jiménez / Especial para Los Angeles Times)

Clásicos infaltables

De ese modo, en lo que respecta a los ‘hits’ ochenteros, se escucharon “Triste canción de amor”, una balada que alcanza momentos realmente poéticos; “Nunca digas que no”, una ingeniosa invocación al amor; y “Mente rockera”, una encantadora oda al género guitarrero. También figuró la ya citada “Metro Balderas”, que, sin embargo, es una adaptación de una composición original de Rodrigo González, alias “Rockdrigo”, una figura mítica del ‘under’ mexicano que falleció durante el devastador terremoto de 1985.

Pero hicieron también acto de presencia las composiciones realmente antiguas, más precisamente, las que provienen de la etapa donde la agrupación en la que se encontraba Lora no era todavía El Tri, sino que se llamaba Three Souls in My Mind. En honor a la verdad, esa era otra banda, más allá de que Lora la incluya en el conteo cada vez que celebra un aniversario; pero su conexión con lo que vino después no podría ser más obvia en términos de sonido y de contenido.

Esta etapa, comprendida entre 1970 y 1985, es particularmente importante para entender el carácter legendario de Lora, porque impuso al artista como uno de los pioneros del llamado rock urbano, que se caracteriza desde entonces por hablar directamente de los problemas sociales que atraviesa México (más específicamente, la capital) y por cuestionar la corrupción política.

Por ese lado, en el Peacock, pudimos disfrutar de “Perro negro”, “Oye cantinero”, “Chavo de onda”, “Abuso de autoridad” y “A.D.O.”, cinco temas que nos trasladan todavía de manera eficaz a las calles de Ciudad de México o, como se le decía entonces, el Distrito Federal (aunque, si le preguntas a Lora, te dirá que se llama “Chilangolandia”).

En el plano vocal, el mismo músico, que se niega a ser reconocido como cantante y se autocalifica como ‘gritante’, tiene un registro agudo y raspado que no parece haber sufrido mayor mella pese al inexorable paso del tiempo y que tiene que deberse a una predisposición natural, puesto que no ha tomado clases para educar su garganta. Como ha sucedido cada vez que lo hemos visto -han sido muchas-, la suya es una voz que no da nunca muestras de flaqueza y que reproduce siempre lo que se escucha en las grabaciones.

Lora suele invitar a danzantes aztecas.
Lora suele invitar a danzantes aztecas. (Alejandro Jiménez / Especial para Los Angeles Times)

Con la bandera encima

Hablando de las otras vertientes musicales que mencionamos más arriba, en el escenario angelino, El Tri (o Lora, como quieran) interpretó no sólo el himno nacional mexicano, sino que hizo un popurrí de temas tradicionales en el que aparecieron “Cielito lindo” y “México lindo y querido”.

Y más adelante, cuando intervino la orquesta (porque, sí, hubo una orquesta presente en la última parte del show, cuando se sumó en los coros Chela, manager de El Tri y esposa de Lora), presentó “Virgen morena”, una pieza de fines de los ‘80 con la que el ‘gritante’ dejó en claro su devoción por La Guadalupana.

Esta clase de incursiones nacionalistas y de adhesiones religiosas no le cae bien a todos los devotos del rock urbano, como lo demuestran los comentarios que fustigan a Lora por haberse incorporado supuestamente al status quo que aseguraba rechazar.

Sin embargo, en medio de la interpretación de “Virgen morena”, al voltearnos a ver al hombre maduro que se encontraba a nuestro lado, lo encontramos cantando la pieza de manera emocionada mientras una lágrima corría por sus mejillas, lo que nos hizo darnos cuenta de inmediato de que esta es una elección que conecta profundamente con un gran sector de sus fans.

A estas alturas, podría decirse que el ‘gritante’ -que tocó durante muchos años el bajo, pero que se encarga ahora de la guitarra rítmica- se encuentra más allá del bien y del mal. Cualquiera que haya crecido en Latinoamérica o en un entorno realmente latino hubiera sido capaz de reconocer muchas de las canciones que sonaron en el Peacock y de gozar con ellas. Por eso mismo, El Tri (o Lora, nuevamente) no tiene una fecha de expiración definida.

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.