A los 95, Jodorowsky no descansa: regresa a L.A. con una retrospectiva fílmica y una nueva exposición
Alejandro Jodorowsky podría estar completamente retirado y gozando de los frutos de su bien ganada fama. Pero no es así. Acaba de terminar una película -como nos los contó de manera sorpresiva- y, este fin de semana, regresa al Sur de California para participar en dos importantes eventos que lo involucran directamente.
El primero de ellos es una retrospectiva organizada por la American Cinematheque se llevará a cabo en el Egyptian Theatre de Hollywood, donde dictará además una clase maestra, y el segundo es la inauguración de una muestra de pintura creada al lado de su esposa Pascale Montandon en la galería BLUM.
Tener por aquí a un personaje como este no es una circunstancia menor. En el 2018, cuando llegó al Museo Hammer de West Hollywood para presentar su película más reciente, “Poesía sin fin” (“Endless Poetry”), el autor de 95 años llenó todas las butacas del auditorio elegido y convocó a una enorme cantidad de jóvenes ansiosos por conocerlo en persona, lo que pone en duda el rótulo de “cineasta de culto” que se le ha otorgado tradicionalmente. Ha sucedido algo semejante -e incluso a mayor escala- con lo del Egyptian, donde las entradas para todas las funciones se agotaron por completo poco después de que se anunciara la realización del evento.
La conexión de este ilustre personaje con las nuevas generaciones tiene no solo que ver con la trascendencia de su cine transgresor, agresivo, hermoso y provocativo, sino también con su larga carrera como escritor de cómics y su relación con otras figuras importantes del mundo artístico, como es el caso de su hijo Adán, quien, bajo el seudónimo de Adanowsky, cuenta con un lugar privilegiado en el mundo de la música alternativa, además de haber intervenido como actor en tres películas de su padre.
Pese a haber nacido en Chile (más precisamente, en la poco conocida ciudad Tocopilla) y de estar radicado en París desde hace 50 años, Jodorowsky desarrolló la parte más importante de su carrera fílmica en México, y la retrospectiva de la que hablamos se encarga justamente de esa etapa, ya que servirá para la presentación en pantalla grande de “El Topo” (1970), “La montaña sagrada” (1973) y “Santa sangre” (1989), tres de las cuatro cintas que rodó en territorio azteca.
Es sobre la base de estas obras emblemáticas que se desarrolló la entrevista por Zoom que nos ofreció desde su hogar en la capital europea, y que, además de servir para la transcripción debidamente condensada y editada que puedes leer a continuación, se encuentra de manera completa en la versión en video que puedes encontrar también por aquí.
Alejandro, es un gusto inmenso poder hablar contigo. ¿Cómo está la situación en París? Sé que llevas sangre judía y ucraniana en tus venas. ¿Cómo te sientes con los conflictos bélicos que se están dando ahora mismo?
No vivimos en un país, sino en un planeta. El planeta se está formando poco a poco, y quizás en unos siglos más, los humanos lograremos ser lo que realmente somos. Por el momento, somos todavía un poco animales. Nadie es en realidad estas cosas, estas peleas, estos odios, estas drogas, estas políticas, estas religiones, que tratan de ser algo sin ser nada. Lo que es necesario ahora es la unión de todas las razas, de todos los mitos, de todas las religiones, de todas las políticas.
Me imagino que, a estas alturas de tu vida, es estimulante para ti haber tenido una presencia tan fuerte en este planeta.
Sí, pero en este planeta, uno no es un viejo; eso no existe. La vejez no es una pérdida, es una adquisición; y puede durar mucho más de lo que pensamos. Cuando me veo, veo a mis cabellos blancos, mis dientes falsos. Y sin embargo, estoy mejor que nunca. Estoy conociendo cosas que pasaron desapercibidas para mí cuando era un niño.
El motivo principal de esta entrevista es la retrospectiva de la American Cinematheque, pero me gustaría también hablar un poco de la exhibición que tendrás en la galería BLUM.
Estamos descubriendo otra manera de crear en el arte, porque el arte es la vida. Entonces, somos dos y somos uno, pero nos llamamos pascALEjandro.
[Interviene Pascale]: pascALEjandro es la manifestación concreta de nuestro amor, aunque nos sobrepasa para lograr algo con autonomía propia. Es la unidad de los dos en un mundo de separaciones.
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¿Cuál es el contenido de esta exhibición y cómo se dividieron las labores?
Todo lo que se pueda crear, lo emprendemos y lo creamos. En el cine, yo soy el director y el que escribe, pero no soy el que hace los trajes y los paisajes. Cuando apareció Pascale, encontré una ayuda formidable, porque me ofreció una manera de colaborar distinta, no solo en lo que tiene que ver con los colores, sino también con el dibujo, porque la seduje para que también lo practicara.
Has hecho y sigues haciendo muchas cosas. Quizás el día de mañana se descubra otra faceta tuya y nos sorprendas a los 100 años con algo completamente novedoso.
También hago cómics. He publicado como 100. Y ahora, Hollywood está preparando una adaptación de uno de los más conocidos, “El Incal”. Voy a participar en ese proyecto, porque uno se queja de que todo es comercio, pero hay que entrar también en la industria para purificarla.
[El director] Taika Waititi ha tomado mi guión y va a hacer su propia versión. En este caso, no me importa. Yo di el primer paso. El arte no pertenece a una sola persona, sino a una multitud.
¿No preferirías dirigir esa película, o después de lo que pasó con ‘Duna’, que trataste infructuosamente de filmar a mediados de los ‘70, has optado por evitar esa clase de asuntos?
No, porque esto va por otro lado. Taika no quiere hacer algo ni religioso, ni político. Quiere hacer un entretenimiento inteligente.
Has dicho muchas veces que no te interesa la política, pero “La montaña sagrada”, que formará parte de la retrospectiva, tiene imágenes muy fuertes de unos soldados latinoamericanos que reprimen y asesinan a civiles. La película, hecha en México, se estrenó cinco años después de la masacre de Tlatelolco y el mismo año en que se dio el golpe de estado de Pinochet. ¿No era esa una manifestación política?
Es que todas esas cosas fueron intentos fallidos de llegar a la realidad, porque la política no es la realidad. No hay razas; tenemos aspectos y colores diferentes, pero si nos quitan la piel, queda el mismo esqueleto. Somos una unidad. La política es una falsa unidad, porque cada cual pelea por su lado. Un verdadero ser humano se une a otros seres humanos; no critica, sino que da la posibilidad de la unión.
Tus películas muestran muchas veces lo mal que puede actuar el ser humano y las barbaridades que puede cometer, lo que ha hecho que haya personas que crean que celebras esta clase de conductas. Por otro lado, tu cine tiene un aspecto celebratorio, de disfrutar la vida, de andar literalmente desnudos. Se trata de un estilo sumamente particular que puede tener diferentes lecturas y que, por eso mismo, ha llegado a ser malinterpretado.
La incomprensión del arte ha existido siempre. Quizás en dos siglos más se empiece a entender mejor la unión del ser humano. Si no es así, nos iremos a la ruina, nos iremos a la destrucción. Ya los jóvenes están comenzando a pensar que el ejército no es la gloria, porque ese mismo ejército está atacando incluso a la gente del país al que pertenece.
La política empieza en la religión, en lo sagrado. Pero va a ir desapareciendo poco a poco. No estamos desnudos; estamos protegidos por nuestro espíritu, vestidos de nuestra alma. Eso es lo que nos permite vivir, tener una familia, ayudar a la gente y llegar en un momento dado a crear la raza humana perfecta para emprender el viaje a otros planetas que nos están esperando.
En el cine que diriges, ¿existe alguna intención en particular?
Estamos formulando algo, sí. “La montaña sagrada” comienza como una película [de ficción], pero al final se descubre el misterio que hay detrás, con un final en el que decimos: “Basta de búsqueda, basta de política, basta de todo; vamos a entrar en la realidad”. Y la realidad es el ser humano, es el planeta y es todo lo que tiene que ver con la felicidad.
Entonces, tú creas realidades fantasiosas para llegar a la realidad.
Claro; si la película es pura porquería todo el tiempo, con todo el mundo atacándose, con todo el mundo sufriendo, no puede ser. Tiene que terminar con un acto de conciencia colectivo. La arquitectura tiene que cambiar, el cine tiene que cambiar.
“Santa sangre”, también en la retrospectiva, podría ser vista como una advertencia sobre los cultos religiosos y sobre los peligros de entregarse demasiado a ciertas creencias.
Cuando uno quiere progresar en lo que se llama la moralidad interior, busca la acción positiva, no la posición envenenada, la de atacar a otros por el deseo de apoderarse de trozos de tierra y de otras cosas. Vas echando todo eso afuera porque no vale la pena, no conduce a nada.
Las películas de gángsters no conducen a nada. Las de samurais no conducen a nada. Es puro ser, es puro matar. El cine, en una época, entretuvo a la gente con la destrucción. Ya basta de eso. Tenemos que buscar cuál es la belleza que se encuentra en todo.
“El Topo”, que estará en la misma muestra de la American Cinematheque, es un western cargado de violencia y de sexo, pero es también un western existencialista, con un giro espiritual intenso.
El protagonista es un bandido feroz que poco a poco se va convirtiendo en un santo, ayudado por una mujer que es enana. También apliqué en él la positividad.
Estas primeras películas tuyas se hicieron en un momento muy interesante de la contracultura, en la que abundaba el uso de sustancias psicotrópicas que se están empezando a legalizar ahora en algunos países. ¿Cuál es tu visión actual sobre esas sustancias, que, como he leído, fueron consumidas durante tus rodajes iniciales?
La raza humana se llenó desde el comienzo de drogas de las que no se habla, como el alcohol y el tabaco. La carne roja en exceso también es droga. Nosotros estamos en medio de un gran progreso médico, pero también en medio de una gran decadencia médica, porque la mayoría de los doctores trabajan por el dinero, por las inyecciones y por las operaciones, y no para curar el cuerpo y el espíritu.
¿Cual es tu opinión actual sobre las otras sustancias?
Usé una vez marihuana, y como no fumo, aspiré y tosí. Después me di cuenta de que no era buena para mí.
[Interviene de nuevo Pascale]: Alejandro ha estado siempre contra las drogas de cualquier forma. Quizás, por tener la experiencia, tomó una vez hongos o algo asi. En verdad, no lo necesita. No necesita nada artificial o fuera de él mismo para abrirse, para desarrollarse. Cuando salimos por la calle, puede leer y entender todo. Es decir, tiene una imaginación poética extraordinaria. Hace 20 años que vivimos juntos, y ya desde entonces, no tomaba nada; ni siquiera alcohol o cigarrillos.
Jodorowsky: Ni aspirina.
Las películas de las que estamos hablando, y que van a estar en la retrospectiva, fueron hechas en México, donde viviste cerca de 10 años. Fueron muy irreverentes, muy críticas y muy fuertes, pese a que se crearon en medio de la censura y de una coyuntura complicada.
Cuando empecé, México no estaba preparado para mis películas. “Fando y Lis” [1968] es sobre una pareja de jóvenes que recorren un paisaje defectuoso en busca de la verdad. Pero todo el mundo sintió que era una agresión, porque estaban acostumbrados a las mexicanidades, a los personajes populares.
Yo no digo que sea perfecta, porque fue mi primera película, pero me dio una gran lección, que fue no herir a la gente. Si tú hieres a la gente, no le haces el bien.
¿Por qué seguiste filmando por allá cuando tuviste tantos problemas? Sé que Emilio Fernández se molestó tanto al ver “Fando y Lis” que te amenazó de muerte, y otros pidieron que se te expulsara del país.
Es que México es un país increíble. Tiene una positividad formidable, aunque hay que saber cómo entrar en ella. En esa época, tenían sus héroes del cine, con los charros, las pistolas y todo eso. Era lo que le gustaba al público popular.
Pero el cine de allá se fue desarrollando hasta llegar a logros bellísimos. Me parece que es un cine muy importante, y me ha servido mucho. La mayor parte de mis películas se han hecho en México, y las hice con inmenso placer, porque el hombre del pueblo no es un degenerado, sino alguien sin cultura. Cuando encuentras obreros sin cultura, les das la cultura y se convierten en genios del decorado. Saben hacerlo todo, porque están acostumbrados a usar el ingenio para superar la pobreza y la dificultad.
¿Cuáles son tus películas mexicanas favoritas?
Ninguna. Mis películas favoritas son las que yo he hecho. Te soy sincero, aunque sea un viejo de casi 100 años que te habla como si fuera un adolescente.
Aunque eras un vanguardista que rompía reglas y tabúes, empleabas muy bien el lenguaje cinematográfico y creabas tomas hermosas.
Sí, es verdad, pero lo que hacía no era comercial, sino artístico. Y no empleaba mucho a los actores célebres, sino a los jóvenes.
En “Santa sangre”, el papel principal fue interpretado por tu hijo Cristóbal, que falleció en septiembre del 2022. Mostrar ahora esta película, que es tan impresionante y en donde él actúa tan bien, es una manera de mantenerlo vivo, ¿no?
Así es. No te puedo hablar más de eso, porque me voy a poner a llorar.
¡Lo siento! Sé que es un tema muy difícil para ti.
Yo sé. Pero uno se acuerda. Él hizo su vida como debió hacerla y no murió tan joven, porque llegó a los 60 años [NE: Tenía 57]. Tenía un gran deseo de hacer cosas. A veces se puede, a veces no se puede. Es el destino. Y ahora, mucha gente habla de él, lo que es bueno.
¿Tienes algún plan para hacer otra película como director?
Tuve una hermana que se llevó muy mal conmigo. Es por eso que la borré de todas mis películas. Ya no vive. No me quiso; sufrí mucho. No hablé más con ella desde que era joven. Estoy pensando ahora que me falta darle un sitio, perdonarla y mostrar qué es lo que había de heroico en ella.
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Vas a tratar de reconciliarte con ella, o al menos con su recuerdo, a través del arte.
Bueno, la película que acabo de hacer está dedicada a mi madre, con la que nunca tuve relación, porque andaba preocupada por otras cosas: [el resto de] su familia, mi padre, qué sé yo. Yo estaba por ahí, abandonadito. Y encontré una carta que mi madre le dio a mi hermana, 20 años después de la muerte de mi madre, para que me la diera, porque era para mí. En la carta, ella me dice que me ama, por primera vez en mi vida.
Perdón, ¿de qué película hablas? Pensé que la más reciente era “Poesía sin fin”.
Se llama “La voz eterna”. Va a salir el año que viene, porque hay detalles técnicos que faltan.
¿Dónde la filmaste?
No la filmé. La hice en un formato diferente, con fotos.
Ah, es un proyecto experimental.
Sí, experimental, pero la gente llorará al final.
[Interviene Pauline] Alejandro ha creado una nueva expresión, un nuevo género. No es una ficción, no es un documental. Es una nueva forma, y va a ser muy fuerte. Es la tercera parte de su autobiografía, después de “La danza de la realidad” y “Poesía sin fin”.
Alejandro, sé que no te gusta el cine que llamas industrial, pero me pregunto si ves las películas que están nominadas al Oscar o cosas así.
Las veo para entretenerme, pero no es mi mundo. Sigue siendo cine comercial. No me cambian la vida.
Ni siquiera si son de Scorsese.
Bueno, si son de Scorsese pienso lo mismo, porque él está metido en ese sistema. Las películas que yo he hecho no forman parte de la economía. Me han regalado el dinero para hacerlas y yo no he ganado nada, más que un sueldo pequeño como director. No es un negocio para mí.
¿Has visto las películas de ‘Dune’ que hizo Denis Villeneuve? ¿O piensas verlas?
No he visto ninguna de las dos, porque muchos periodistas me vienen a entrevistar para que yo las ataque. Yo busqué hacer una obra de arte que no se hizo [sobre la base de la novela de Frank Herbert]. Entonces, pienso que no me voy a meter a opinar. Tengo curiosidad de ver qué hicieron, pero si son buenas, me van a hacer decir cosas negativas. Y si son malas, van a aumentar lo negativo.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.