Bullying: así lo vivió una muser española muy influyente

Los agresores llevan la voz cantante pero observar y callar es igual de dañino. Por eso, Ángela Mármol una de las musers de moda entre los adolescentes españoles, alza la voz para hablar del bullying que sufrió de niña y destapa las falsas creencias en torno al acoso escolar

Con sólo 17 años, Ángela Mármol se ha convertido en un fenómeno en las redes y ahora publica un libro para concienciar sobre el acoso escolar. (Foto: libros Cúpula)
Con sólo 17 años, Ángela Mármol se ha convertido en un fenómeno en las redes y ahora publica un libro para concienciar sobre el acoso escolar. (Foto: libros Cúpula)

El bullying es uno de los problemas más graves que sufren los niños y adolescentes hoy en día, y tener que enfrentarse al acoso escolar les pasa factura y les deja secuelas como la depresión o la ansiedad social que arrastran en su vida adulta.

A Ángela Mármol, una joven influencer española que triunfa en Tik Tok y en Instagram, el bullying que sufrió en Primaria y en la ESO le llevó a padecer un trastorno de la conducta alimentaria.

Y es que más de la mitad de los niños españoles ha sufrido algún tipo de acoso en el colegio, la mayoría burlas, rumores o golpes, y casi uno de cada cuatro admite haber participado en algún acto de violencia o humillación hacia otros compañeros.

Además, quienes sufren bullying de niños serán personas más expuestas y con mayor probabilidad de sufrir otras formas de violencia en su vida adulta. Estos son algunos de los datos del estudio Percepciones y vivencias del acoso escolar y el ciberacoso entre la población española de 10 a 17 años, publicado el pasado año por Save the Children.

El silencio es su mayor aliado. Por eso, con su testimonio, @amarmolmc da un paso adelante para denunciar las situaciones en las que se ven atrapados muchos jóvenes.

La influencer acaba de presentarSonríe aunque te cueste’, un libro con el que ha querido aportar su granito de arena al grave problema del acoso escolar. “Tenía muchas ganas de enseñaros una parte de mi vida fuera de las redes. Una experiencia que me marcó y que, desgraciadamente, cientos de vosotros también estáis viviendo en estos momentos, cuenta Ángela.

“No estáis solos ni sois tan diferentes como algunas personas os quieren hacer creer. Descubriréis que detrás de mi sonrisa también hay muchas lágrimas”, añade.

Este video que publicó en mayo con motivo del Día Internacional contra el Acoso Escolar ya supera los dos millones de visualizaciones supera el millón y los 15.000 comentarios.

"Recibí muchos comentarios pidiendo ayuda, porque les daba vergüenza explicarlo a los padres. Cuando se nos presentó la oportunidad de hacer el libro, pensé que en vez de hacerlo lúdico, quería que tuviera una parte que pudiera ayudar a las víctimas del acoso. Soy consciente de que puedo ayudar a mucha gente, por eso hemos hablado con NACE , una asociación contra el acoso escolar, para que las familias tengan un protocolo para saber cómo actuar”

Ser diferente, el factor detonante

Siendo pequeña, sus padres se divorciaron. Ésta fue una experiencia muy traumática para ella que alteró completamente su infancia, pues una época que debería ser de juegos e inocencia se convirtió en un sinfín de mudanzas y visitas a juzgados. Todo esto alteró su salud y estado de ánimo. Algo que sus compañeros de colegio aprovecharon para usarla como objetivo de sus burlas, presiones e insultos.

“De repente, sin saber por qué, pasó. Alguien me eligió y me convertí en el objetivo de las burlas, las presiones, los insultos, cuenta la influencer. Todos se reían menos yo. Intenté comprender qué había sucedido. Repasé lo que había hecho, lo que había dicho. Necesitaba encontrar la razón. ¿Qué había hecho mal? ¿Dónde estaba el error y cómo podía solucionarlo? ¿Por qué antes eran mis amigos y ahora ya no? Por más que le daba vueltas, no entendía nada”.

El bullying sin violencia física suele ser más difícil de detectar porque es más sutil. (Foto: Getty)
El bullying sin violencia física suele ser más difícil de detectar porque es más sutil. (Foto: Getty)

Son cosas de niños pequeños

Al principio, parecían cosas sin importancia, como “repartir invitaciones a toda la clase menos a mí. Cuando preguntaba por qué no me invitaban a las fiestas de cumpleaños, mis compañeros respondían que sus padres no querían que yo fuera a sus casas”, cuenta Ángela.

Un ejemplo muy claro de que el acoso escolar también puede ser verbal (insultos, desprecios…) o relacional (“A ti no te invito a mi cumpleaños, y al resto sí” o “Tú no te sientas con nosotros”) y su objetivo es el aislamiento social.

Después de los agravios vinieron los insultos. “Se limitaban a regañar un poco a los que me insultaban, pero si se echaban a llorar por la regañina les decían que no pasaba nada, que no era para tanto”, recuerda.

Las agresiones se dan más en niños y niñas de 10 a 12 años (un 31 por ciento) y van desapareciendo con la edad: un 22 por ciento de los chicos y chicas de 13 a 15 años y un 10 por ciento de 16 a 17 años dice haber sufrido agresiones físicas. (Foto: Getty)
Las agresiones se dan más en niños y niñas de 10 a 12 años (un 31 por ciento) y van desapareciendo con la edad: un 22 por ciento de los chicos y chicas de 13 a 15 años y un 10 por ciento de 16 a 17 años dice haber sufrido agresiones físicas. (Foto: Getty)

Por eso hay que tener claro, tal y como explica la psicóloga Irene Montiel, doctora en Psicología y criminóloga, que “ni son cosas de niños ni hay que aceptarlo, restarle importancia o pensar que desaparecerá si se deja pasar.

La frase “esto ha ocurrido toda la vida” no lo legitima y afirmaciones como “los niños de ahora no aguantan nada” o “nadie se ha muerto de esto” no hacen sino esconder un problema real que debe abordarse correctamente”.

La experta advierte de que restarle importancia a un problema gravísimo como el bullying puede llevar incluso al suicidio de la víctima (en España, tal y como registran los últimos datos del INE de 2017, el suicidio es la tercera causa de muerte juvenil).

De cosas sin importancia a hechos graves

De pronto, los insultos subieron de tono. “Mi mejor amiga desde pequeña me decía que yo no le gustaría a nadie porque era muy bajita y no tenía pecho ... Los otros se unían. Cada vez se sentían más fuertes contra mí. Yo iba a pedirles perdón, me acercaba a ellos ... pero me giraban la cara".

De un día para otro, toda la clase dejó de hablarla e incluso tuvo que enfrentarse a un episodio de acoso sexual cuando dos niños la acorralaron a la salida del instituto para obligarla a besar a uno de ellos.

La víctima acaba experimentando estrés crónico y se vuelve cada vez más débil y vulnerable, no solo en esta fase infantil o juvenil. En su etapa adulta son personas proclives a a seguir siendo víctimas (violencia de pareja, agresiones, etc.). Foto: Getty
La víctima acaba experimentando estrés crónico y se vuelve cada vez más débil y vulnerable, no solo en esta fase infantil o juvenil. En su etapa adulta son personas proclives a a seguir siendo víctimas (violencia de pareja, agresiones, etc.). Foto: Getty

El bullying no suele venir solo

A Ángela el acoso escolar le causó una gran inseguridad que desembocó en bulimia. “No sé si lo habréis oído, pero lo más habitual es que el acoso derive en algún trastorno alimentario: bulimia, anorexia, o los dos a la vez. (…) No sé por qué pasa, pero sé que pasa. Yo sufrí bulimia. Estaba todo el día contando calorías, me sabía de memoria las de todos los alimentos. Me obsesionaba la comida y no engordar. Comer me hacía sentir culpable y vomitaba casi siempre. A veces conseguía no comer casi nada. Tenía que esforzarme muchísimo para disimular, inventar artimañas y estar pendiente del tema constantemente. Era una locura que ocupaba mi vida”.

Entonces supo que tenía que contarlo y pedir ayuda. Con el cambio de colegio empezó a salir del pozo en el que estaba, pero su tabla de salvación fue encontrar un nuevo hobby, la gimnasia.

“Me ayudó a soportar el camino, porque pasar de una época mala a otra mejor no es como poner un motor de cero a cien. Hay que tener paciencia, y resistir. Poco a poco se convirtió en mi refugio, un lugar en el que me olvidaba del bullying y de lo mal que lo pasaba en el colegio”, cuenta Ángela. “La lectura, la informática, la pintura, el senderismo… ¡Buscadlo, y cuando lo encontréis, no lo soltéis! Cuidad esa parte de vosotros que os relaja, que os motiva, que os carga las pilas. Que os exige, pero os recompensa”.

¿Qué te parece este testimonio? ¿Crees que le prestamos suficiente importancia al acoso o aun quedan cosas por hacer?

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