La actitud de Emiliano Pinsón contra el Parkinson: su día a día, el viaje de 15 con su hija y el que planifica hacer en soledad
“No quiero ser el gurú de esto, ni el salvador o mensajero de nada, simplemente estoy contando un problema que tengo. Antes de hacerlo públicamente, les pregunté a mis seres queridos qué les parecía si contaba lo que me está pasando, me dijeron que podía ser un buen mensaje. Y no se equivocaron porque tuve muchas respuestas increíbles de parte de todos, también respeto. Pero ahora quiero seguir mi vida y ya está”. Estas son palabras de Emiliano Pinsón, de 50 años, que contó en Perros de la calle (Urbana Play) que padece Parkinson. En una charla emotiva con LA NACION, el periodista de ESPN y D Sports Radio revela cómo se lo dijo a sus tres hijos, de qué manera transita la enfermedad y qué cambios debió hacer.
-¿Cuándo te diste cuenta de que algo no andaba bien?
-En pandemia, cuando ya podíamos salir a caminar, sentía que caminaba con movimientos robóticos. Y todos los sábados jugaba al fútbol y me pasaba lo mismo. Es lo que más extraño pero dejé, porque aunque juego con amigos, me siento súper disminuido. Un día quise gambetear y no pude, intenté otra y tampoco, y a la tercera vez pisé la pelota y me caí. Venía cansado porque estaba todas las mañanas con María O’Donnell en Metro y también en ESPN, y pensé que era el estrés. En ese 2020 sentí la alarma y me hice estudios. Pensé que era cansancio y cuando me diagnosticaron Parkinson no entendí nada. La médica me dijo que es más común de lo que se cree, que hay muchos jóvenes que la tienen y no es una enfermedad de gente mayor nada más.
-¿Qué sentiste en ese momento?
-No sabía nada de la enfermedad, me costó reaccionar. Llamé a mi mamá, le conté y quedó shokeada. Muchos pensaron que ya estaba, casi que me daban la extremaunción, pero yo lo tomé bastante relajado hasta que pasaron uno meses, me sentí mal y en una visita a la neuróloga me dijo que fuera a una psiquiatra. Enseguida pensé que estaba cada vez peor, pero la psiquiatra me dijo que tenía una depresión post traumática, que no había terminado de asumir lo que me pasaba y que es común. Me dio un antidepresivo que me levantó mucho y que tengo que seguir tomando por un tiempito más. Imagino que me lo van a sacar pronto porque anímicamente soy otro tipo. Estoy mucho mejor.
-¿Tiene tratamiento el Parkinson?
-Tomo una medicación de por vida. Es una pastilla dividida en cuatro por día y otras tres más que no sé ni para qué sirven porque con los médicos tengo esa memoria tipo Dory (el personaje de Buscando a Nemo, que olvida rápidamente todo), me dicen algo y me olvido enseguida. La primera pastilla la tomo en cuatro veces, a las 6, a las 10, a las 14 y a las 18. A veces me olvido y la médica me dice que trate de no hacerlo, pero también dice que es bueno porque significa que no la necesito desesperadamente. Cuando me enteré leí algo sobre la enfermedad, pero decidí ir poco a poco, haciéndole caso a lo que me dijeran los médicos. También vi un video de un actor que tiene la misma enfermedad (Javier Lombardo), aunque no lo terminé porque no es la actitud que tengo. Trato de hacer una vida normal. Mi médica me dijo que juegue al fútbol pero me siento un inútil porque era el goleador del equipo y ahora no pudo ni patear al arco. Quizá vuelva cuando me sienta más cómodo.
-¿Qué cosas tuviste que cambiar en tu vida, además de no jugar ya a la pelota?
-Los primeros meses se me complicó mucho, no tenía ganas de nada, pero después empecé a hacer una vida normal. Empecé a prestarle atención a todo y por suerte tuve mucho apoyo. Siempre me sentí muy protegido. Se complica mucho la tarea motriz fina: abrocharme un botón del puño de la camisa puede llevarme tres minutos, por ejemplo. Estoy más complicado del lado izquierdo. Voy al gimnasio y hago musculación y aeróbico. La enfermedad la maneja el paciente, lo que significa que puedo quedarme encerrado en casa y que me coma más rápido o enfrentarla y que tarde más en comerme y yo voy por eso, que sea lo más tarde posible. La idea es que me gane en el último minuto y no a los 15 del primer tiempo. Hago una vida normal. Puedo seguir manejando, acabo de venir de Disney con mi hija Victoria que cumplió 15 años y fue un viaje hermoso. Hay cambios de hábito menores que parecen tontos, pero en el día a día te complican bastante hasta que le agarrás la mano. Por ejemplo, atarme los cordones.
-¿Y qué pasó en el trabajo cuando se enteraron?
-Cuando me enteré, una de las primeras cosas que hice fue hablar con mi jefe en ese momento. El tipo me recontra bancó. Torneos y Competencias es mi empleador de toda la vida y me súper bancaron y me dieron mucho laburo porque creen en mi capacidad, más allá de esto. El que me conoce quizá me ve con algún gesto diferente, pero son menores. Y yo me veo y me critico también.
-¿Sos duro o compasivo con vos?
-Tengo mis días. En este momento estoy trabajando mucho, en D Sports Radio 103.1, todas las mañanas de 6 a 9 como columnista en Arriba carajo y los domingos conduzco mi propio programa, de 10 a 14, que se llama Andan diciendo. Estoy en ESPN y hago un podcast para un diario deportivo también (Olé). Tengo más laburo que antes porque confían en mi y no se asustan. Estoy muy agradecido por eso y por las muestras de cariño que recibo.
-¿Cómo se lo dijiste a tu familia?
-Apenas se enteró, la mamá de los chicos me ayudó y se puso a disposición. En ese momento tenía una compañera y también me apoyó. Les conté a mis hijos Joaquín, Valentín y Victoria y por un tiempo no me preguntaban nada porque pensaban que podía molestarme. Y un día les dije: ‘chicos empecemos a hablar del tema porque me hace bien’.
-Además de cambiar algunos hábitos, ¿hay también un cambio espiritual?
-Si, sin duda. Empecé a no hacerme tanta malasangre por muchas cosas tontas, a comprender más actitudes de los otros. Me hizo muy bien la terapia porque pude sacarme muchas mochilas y ahora voy más livianito por la vida. Estoy más tranquilo, pienso las cosas más en paz, me relaciono mejor con la gente. Aprovecho para viajar, también. Viajé con mis hijos cuando cumplieron 18 años y ahora con la nena, a sus 15. Y en diciembre me voy solo a España a la casa de un amigo, a pasar la Navidad solo. Nunca pasé una Navidad en invierno y me da ilusión. La psicóloga me dijo que dejara de pensar tanto en la familia y pensara más en mí y eso estoy haciendo. Ahora estoy más sensible que antes, me animo a decir las cosas, puedo decirles a mis amigos que los quiero y si quedo como un boludo, no me importa. Me desinhibí bastante, que más me puede pasar (ríe).
-¿Tuviste miedo alguna vez?
-No. Creo que mucho depende de la actitud. Me dijeron cómo combatir la enfermedad y eso estoy haciendo. Mi actitud es salir a trabajar todos los días. Necesito adrenalina y la consigo de esta manera porque me gusta lo que hago. Me siento enfocado. Creo que me hizo bien contar públicamente lo que me pasa porque antes miraba a la gente y decía: ‘qué pensará este que me ve medio raro’. Uno a veces se persigue, ahora ya lo saben y listo. Y la gente me respondió súper bien. Me llamaron personas que no veo hace años, algunos de Castelar, donde crecí. Mucha energía positiva de todos: jefes, amigos, gente que no conozco. Es súper importante que me traten como siempre, de la misma manera que a todos y no diferente, diciendo ‘pobre Emiliano’. No, tengo una enfermedad, pero la llevo yo. No doy lástima. Al contrario, apoyame, dame fuerzas y tratame igual.