Dos actores argentinos se destacan en Netflix, de la mano de la película española que busca un lugar en los premios Oscar
Imposible no comprometerse con la historia, con la tragedia, con ese grupo de chicos uruguayos cuyo sueño quedó enterrado en 1972 en el inexpugnable corazón de Los Andes. Nuestros Andes. Del pesimismo de la “tragedia” al optimismo del “milagro”, la historia de ese avión que se estrelló en las montañas y del calvario de sus pasajeros durante dos meses, llegó al cine por primera vez en 1976, seis años después del accidente, en la mexicana y poco recordada Supervivientes de los Andes, de René Cardona.
En 1993 fue el momento de ¡Viven!, hasta hoy la versión definitiva sobre el suceso, dirigida por Frank Marshall y hablada en inglés. Las inexactitudes históricas de ambas películas fueron suplidas por media docena de documentales, donde se dio voz a los sobrevivientes y eso sumó las piezas faltantes de un rompecabezas de dolor y muerte.
O al menos eso se creía hasta que el realizador español J.A. Bayona, con el visto bueno de Netflix, emprendió la versión definitiva, con el foco puesto en el torturante día a día de esos chicos condenados a muerte en el medio de la nada. Ni tragedia, ni milagro: sociedad. La sociedad de la nieve.
Made in Argentina
A diferencia de lo que sucedió con sus predecesoras, los responsables de La sociedad de la nieve se preocuparon por reunir a un elenco joven que representara de la mejor manera el espíritu rioplatense de aquellos que desafiaron un destino mortal el 13 de octubre de 1972. En la nómina que quedó luego de una ardua selección a cargo de la marplatense María Laura Berch, que llevó siete meses, aparecen dos caras conocidas del cine y teatro independiente nacional: Agustín Pardella y Matías Recalt.
Recalt encarna a Roberto Canessa , uno de los 16 sobrevivientes, que desde entonces y hasta hoy se ha convertido en una de las caras más representativas del hecho. El desafío de Recalt iba más allá de un rodaje a la intemperie, con avalanchas de ficción pero con nieve real, o un clima que llevó al equipo completo a sufrir más de una enfermedad pulmonar por las bajas temperaturas. También se trataba de romper con una imagen que de un día para otro le había dado una inusitada popularidad, la de “El Uruguayo”, el mejor amigo de Carlos Tévez en la serie Apache.
El camino del actor comenzó en 2017 sin imaginar fama o éxito, ni siquiera la perspectiva de convertirse en un medio de vida. “Era solamente hacer algo que cada vez me gustaba más”, contó el intérprete en más de una ocasión. Entre inseguridades propias, que redundaban en convocatorias actorales soslayadas, dos años después llegó la oportunidad de hacer pie en la pantalla grande. La película se llamó Ciegos, fue dirigida por Fernando Zuber y protagonizada por Marcelo Subiotto y Benicio Mutti Spinetta. Y aunque su rol era secundario, alcanzó para llamar la atención de crítica y público . También para que el “cable a tierra” se transformara en pasión y esa pasión en un auspicioso camino profesional.
También en 2017, mientras su hoy compañero disfrutaba del costado más vocacional de la profesión, Pardella era nominado al Cóndor de Plata como Revelación masculina por la película Como una novia sin sexo, de Lucas Santa Ana. Al mismo tiempo brillaba en los cines, como compañero de Juan Grandinetti en la excelente Pinamar, de Federico Godfrid. Apenas veintitrés años y ya con un notable currículum profesional.
Sin embargo, lo que hoy es una obviedad -que se reafirma con su composición de Fernando “Nando” Parrado en La sociedad de la nieve, papel que en ¡Viven! estuvo a cargo de Ethan Hawke-, en el pasado también transitó turbulencias: “A los 16 años, después de varios castings en los que nunca quedaba, participé en el cine en la película Un amor, de Paula Hernández. De golpe estaba en pantalla con Diego Peretti, Elena Roger y Luis Ziembrowski. El día del estreno me ofrecen una serie que al final no se terminó estrenando y hubo un parate. Venía juntando las moneditas que me quedaban y empecé a laburar en la cocina de un restaurante. Limpié baños, después fui bachero, camarero. Me frustré porque yo quería estar actuando, pero estaba a las seis de la mañana limpiando la caca de los perros para poder abrir el local, pero sentía que en algún punto era parte de mi camino como actor. Que no haya llegado todo de golpe siento que me ayudó”, contaba en una entrevista con Cítrica Radio.
A partir de 2015, con su papel en Francisco, el padre Jorge el camino profesional de Pardella se alineó y no se desvió más: Los olvidados (2018), Ámbar (2020), en el cine; Condicionados (2012), Mi amor, mi amor (2013), La casa del mar (2015), Loco por vos (2016), en televisión. Proyectos audiovisuales, que al igual que en el caso de Recalt estuvieron matizados por numerosas puestas teatrales. Dos notables actores todo terreno a los que los unió quizás el desafío más importante de su carrera.
La tragedia de Los Andes en carne viva
El film La sociedad de la nieve está basado en el libro homónimo del uruguayo Pablo Vierci y se destaca por ofrecer el costado más humano que ha tenido una adaptación de “La tragedia de los Andes”. Los que murieron, los que sobrevivieron, el sufrimiento, la necesidad de seguir adelante, las emociones son transversales a la narración sin un protagonista que marque el paso, ni ofrezca soluciones mágicas. Un sobreimpreso va marcando el día, y con cada uno de ellos la negación a enfrentar la muerte.
“Me propuse que exista la curva de empezar de una manera y terminar de otra distinta -cuenta Matías Recalt en una de las tantas presentaciones de la película alrededor del mundo-, que es en definitiva lo que les pasó a ellos. Que se sientan esos 72 días de montaña al final. Hice un trabajo interior para llegar a eso, y a medida que fuimos rodando nos pasaban cosas que iban en paralelo al personaje. La curva fue también como actor”.
Si bien el trabajo fue individual, el resultado se tornó colectivo, en la medida que cualquier decisión del elenco, consensuada con el director J.A. Bayona influenciaba también al resto del grupo, como recordaba Pardella: “Tratamos de ser muy conscientes de humanizar todas las secuencias, de quitarle todo tipo de superpoderes a las escenas que teníamos que transitar. Y si bien cada uno de nosotros tenía un recorrido que íbamos haciendo, la película te iba llevando a estar en ese estado porque las escenas que teníamos que actuar requerían de esas emociones, de esas sensaciones”.
Claro que, al tratarse de una película basada en hechos reales, existía un paso insoslayable relacionado a vincularse o no, con aquellos que interpretaron. El director desde el inicio puso como condición que todos los personajes tenían que tener los nombres reales, como parte de la pátina de verosimilitud que dominó todo el proyecto. Para Pardella, como también para el resto de sus compañeros, poder conectar con aquellos que vivieron la experiencia que ellos estaban recreando, fue clave: “Traté de acercarme a Nando más como un amigo. Sentía que para interpretarlo no quería preguntarle cómo había hecho las cosas sino cómo se sintió, qué estaba pasando a través de su mente. Y gracias a la información que me brindó, en algún momento pude ubicarlo en mi mapa emocional, mi mapa espiritual, y decir: ‘Si este es su Norte, vamos a ir por el mismo camino’, pero usando mis propias herramientas para llegar allí'. Y hablábamos de eso todas las semanas, le contaba cosas del rodaje. Siento que encontré un amigo”.
También con el correr de las semanas, quien se convirtió en una presencia fundamental para discutir, plantear y encontrar el virtuosismo en cada escena, fue Bayona. Un obsesivo del trabajo y la perfección que cambió a todo el equipo para siempre. “Creo que no hay nadie que te lleve a lugares tan desafiantes como él -dice Recalt-. Es maravilloso que te acompañe en ese camino alguien tan dedicado al proyecto, a los detalles, interesado en que todo salga bien. Obviamente eso despierta tu propia exigencia porque significa que hay que estar a la altura del desafío. Crea presión. Pienso que nos dejó a todos una gran cantidad de herramientas para trabajar en otras cosas en el futuro y crecer como actores”.
Desde sus primeros pases y su estreno escalonado en salas y desde el 4 de enero en Netflix, La sociedad de la nieve mantuvo una sorprendente concordancia entre opiniones especializadas y público en general. Enviada por España para participar en la próxima edición de los premios Oscar en el rubro Mejor película en lengua no inglesa, el sueño de alzarse con el galardón mayor de la industria ya entró en cuenta regresiva. Pero no es el único con el que sueñan los representantes argentinos, especialmente Recalt.
El actor argentino también está ternado como actor revelación en los reconocimientos que entrega el Círculo de Escritores Cinematográficos de España (CEC), y también para los premios Goya. Ambas ceremonias se celebrarán el 5 y 10 de febrero respectivamente, los Oscar llegarán recién el domingo 10 de marzo.
Mientras tanto, para Recalt y Pardella el trabajo continúa, afirmándose cada vez más y mejor, en una profesión que no eligieron, sino que los eligió a ellos. Un camino que al inicio fue solamente un lúdico divertimento,y hoy les abre las puertas del mundo.