¿Quién se acuerda de Medio Mundo Varieté? Del lugar donde se “probaba de todo” al disfraz con el que Humberto Tortonese salía a la calle

Urdapilleta y Tortonese en la Moribunda.
Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese solían presentarse en Medio Mundo Varieté con Batato Barea - Créditos: @Silvana Colombo / La Nación

Surgió en la calle Corrientes, pasando Riobamba rumbo a Once, a finales de los 80, como una cooperativa que buscaba transformar el teatro en un camino de resistencia. Un espacio independiente, visceral, que fue uno de los reductos fundamentales de la cultura under de entonces y marcó una época junto a otros históricos como el Café Einstein, Cemento, el Rojas o El Parakultural.

Medio Mundo Varieté fue uno de los espacios más dinámicos de la noche porteña y marcó a fuego la cultura border, desde el rock hasta el teatro, pasando por la poesía y la plástica. Bajo la consigna “Toda licencia en arte, nada de censura”, aquel teatro de resistencia se manifestaba como un auténtico movimiento artístico disruptivo, surgido a partir de una comunidad de artistas que, si bien ya existía solapadamente en diferentes talleres y antros durante el período de la dictadura, con la llegada de la democracia salió de aquella clandestinidad para hacerse más visible y ser escuchada.

Así las cosas, ahora la calle Corrientes estaba más espabilada que nunca, y se desplegaba como un corredor de tertulias interminables de artistas que alumbraban la “calle que nunca duerme”, con un teatro independiente de vanguardia. Para ingresar había que atravesar un pasillo. Al frente había un Centro Colla y al fondo, el ingreso al espacio, donde de pronto aparecía El Carcelero, un personaje de Eduardo Cutuli, conocido como el único mimo que hablaba. Era una casa antigua, con cuartos donde sucedían diferentes cosas. En el patio, unos sillones más o menos destartalados recibían a los poetas de la época, músicos, actores y dramaturgos. También convivían diferentes tribus urbanas, desde punks, nuevos darks y freaks de todo el espectro. El desfile de personajes era parte del espectáculo. Más allá, el baño con los azulejos grafiteados y los camarines eran un (medio) mundo aparte.

Era toda una costumbre que los mismos artistas se disfrazaran y salieran a panfletear a la calle, a buscar un nuevo público. “De Mediomundo Varieté tengo el recuerdo de ese pasillo largo en Corrientes, pasando Callao para el lado de Pueyrredón. Con Batato[Barea] y Alejandro [Urdapilleta] nos vestíamos con unos trajes de españolas que nos habían regalado, medio viejos, de tres colores de puntos, uno azul, uno rojo y uno verde, y de golpe nos poníamos esos trajes y salíamos a panfletear por ahí”, recuerda Humberto Tortonese, uno de los grandes artistas que brillaban en aquel “infierno encantador”.

“Me acuerdo que una vez llegué tarde, me puse el traje y salí rajando. En la esquina había un policía, que me miró y me dijo: ‘Hombre grande’, como diciéndome, ¿qué hacés disfrazado así? Después me encontré con los chicos, panfleteábamos en [el café] La Paz, y adentro pasaba de todo. Batato organizaba mucho eso, con muchos travestis del momento que recién empezaban, que recién se descubrían. Una locura única. Creo que ahí estaban Las locas que bailan y bailan. Era buenísimo porque eran lugares donde con Alejandro y Batato probábamos de todo. Todo se experimentaba, con el riesgo de esa época, y el poder decir ‘quiero hacer otra cosa, quiero hacer algo diferente’, sin saber muy bien qué. Un lugar que vale la pena recordar”, sigue Tortonese, que por estos días compone a Vassa, el laberíntico personaje escrito por Máximo Gorki dirigido por Felicitas Kamien, que refiere a la lucha por el poderío económico y la dominación familiar, en el escenario del Teatro Regio.

El primer show de Los Auténticos Decadentes

Los fines de semana, Medio Mundo (o Mediomundo, todo junto, como se escribía en un comienzo) era una fiesta con música y performances de todo tipo, del reggae al ska pasando por las nuevas músicas alternativas. El público participaba activamente y confluían varias generaciones. Los lunes, un día que solía ser de descanso, en Medio Mundo había teatro de la noche a la madrugada. También proyectaban dibujos animados en blanco y negro.

Además de Tortonese, Batato y Urdapilleta circulaba por allí la comidilla del under ochentoso, personajes como Vivi Tellas, Daniel Melero, Fidel Nadal, Diego Kumpel (el poeta punk) o Los Triciclos Clos, que recién aparecían. Los Auténticos Decadentes hicieron su primer show en Medio Mundo Varieté y lejos de ser un mito, la banda misma lo confirma. “Fue nuestro primer show después de las fiestas en las que habíamos tocado. En Medio Mundo Varieté hicimos el primer recital con entrada paga”, confirma El Francés, Gastón Bernardou.

Don Cornelio y la Zona
Don Cornelio y la Zona - Créditos: @Gentileza Interdisc

Otro habitué del lugar era Palo Pandolfo, con corte new romantic y a la cabeza de Don Cornelio y la Zona; la genial María José Gabin y otros tantos como Pelvis, Las Ex, Douglas Vinci o Vera Land. Una noche podían presentarse Los Chunguitos, un trío de flamenco español que debutó entre aquellos muros y duró muy poco o Claudia con “K”. Estaban también los fantásticos Dalila y Los CometaBras, una compañía de teatro cómico musical. “Dalila era una bolerista que ahorraba dinero dentro de un chanchito y el imperialismo se lo robaba. Los CometaBras eran los detectives que se encargaban de buscar lo robado. Ahí empezamos a trabajar la comicidad porque antes hacíamos teatro experimental. Ese fue el comienzo del grupo”, señalaba Leandro Rosatti, uno de los fundadores del grupo en una entrevista.

“A partir de la democracia apareció esta cosa del teatro que fue una parodia un poco de los 60. Hacíamos un número de varieté que luego se fue transformando en un espectáculo musical de una cantante bolerista. Junto con el Parakultural, el Rojas, Cemento, fueron los cuatro lugares más conocidos que se sostuvieron en el tiempo y que congregaban toda esa movida. La cosa actoral sucedía en el público, interactuábamos mucho. Había desde cosas maravillosas hasta horripilantes, todo en la misma situación”, recordaba Rosatti el destape de aquella “primavera de la democracia”, cuando los artistas salieron de los sótanos y empezaron a brotar todas aquellas manifestaciones y expresiones artísticas como una auténtica necesidad de la época.

Cuenta la leyenda que pegado a Medio Mundo Varieté había una panadería y que, después del amanecer, los personajes de la noche huían hacia ella como murciélagos de su cueva, hambrientos, en busca de un café con leche con medialunas.