Cómo afrontar los machismos cotidianos, esas violencias que tenemos tan normalizadas
Si alguien te mandó esta nota, quizás esa persona quiere decirte: “me importas, pero bájale a tus machismos” de forma indirectamente directa. Así que toma tu bebida favorita y acomódate bien, que vamos a hablar de acciones, expresiones o actitudes que tienes todos los días y aunque seguramente las usas sin intención dañar, lo hacen.
Vamos por partes.
¿Qué es un machismo cotidiano?
De acuerdo al libro No son micro. Machismos cotidianos, de Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, son “acciones o comentarios que, de manera sutil o descarada, intencional o no, nos minimizan, descalifican, cosifican, silencian y agreden por el hecho de ser mujeres“.
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Si lees la definición quizás pienses “Ay, qué delicadas; todo lo exageran y lo llevan a los limites”. Pero quizás has dicho:
“Las mujeres que dicen groserías se ven taaan mal”.
“Deberías ser un poco más femenina”.
“Se lo buscó por andar vestida así”.
“No seas niña”.
“Él sí ayuda en su casa”.
Si es así, te tenemos noticias: sí practicas machismos cotidianos y no estás solo, pues los tenemos tan normalizados que pasan casi siempre desapercibidos.
Pero el hecho de que no sean tan visibles, no significa que no sean dañinos, pues alimentan la existencia de violencias mayores.
Lo complicado de ponerle un alto a este tipo de machismos
Son cosas que de verdad tenemos tan arraigadas y que han sido igual por generaciones, que se puede sentir hasta anti natural ir en contra de ellas.
Pero todo lo contrario, todas y todos debemos de ser más conscientes de los machismos cotidianos que aplicamos o apoyamos todos los días.
¿Y cómo lo enfrentamos? Cuando es un ejercicio introspectivo para detener nuestros propios machismos cotidianos puede ser más sencillo.
Puedes empezar con poner más atención a tus acciones y reflexionar antes de hablar/hacerlas: ¿estoy violentando a alguien con mi comentario? ¿estoy descalificando a alguien solo por ser mujer? etc.
El reto puede venir cuando queremos detener los machismos cotidianos de otras personas. Ahí hay que revisar dónde estamos paradas y qué privilegios y herramientas tenemos para detenerlos.
El silencio nos hace cómplices
Hablemos por ejemplo, de la esfera laboral, que es donde pasamos unas ocho horas cinco días a la semana. ¿Qué pasa si cachas a tu compa haciendo chiste machista? ¿O si tu jefe a cada rato interrumpe a una de tus compañeras mientras explica un tema donde ella es experta?
Eréndira Derbez, ilustradora, escritora e historiadora del arte, platica a Animal MX que ella siempre va a apoyar que “no hay que quedarnos calladas“.
“Cuando ves que hay un contexto que es perjudicial para una compañera y te quedas callada porque es más cómodo, al final de cuentas en ese silencio estás siendo cómplice”, añade la co autora de No son micro. Machismos cotidianos.
Pero sabemos que esto es más fácil decirlo que hacerlo, pues en el trabajo podemos sentir que alzar la voz es el equivalente a poner en riesgo tu chamba.
La historia de mi vida. pic.twitter.com/QN4gPAhBkF
— Eréndira Derbez (@erederbez) June 28, 2022
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Si eres el líder de un equipo o tienes una postura privilegiada en muchos sentidos, “entonces, sé más solidaria”; ayuda a ver esas actitudes son machistas y que se deben combatir.
Y no se trata luego, luego de gritar, insultar o decir “¡Eres un machista!”. Puede ser algo más asertivo como “Tu comentario fue machista: y si lo repites, y lo repites, y lo repites, quizás sí eres machista”.
La familia: el lugar donde los machismos cotidianos también abundan
Sí, muchos machismos los aprendemos desde la infancia y en casa y por la cercanía que tenemos con nuestra familia, puede ser mucho más complicado señalar y frenar los machismos.
Eréndira Derbez afirma que en la familia alzar la voz puede ser más complicado “porque la tenemos súper romantizada e idealizada“. Y es verdad, muchas veces pensamos que pase lo que pases somos familia y por eso aceptamos actitudes o comentarios que nos dañan.
“La familia no tiene que significar dolor, la familia no tiene que significar miedo”, añade.
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Es probable que tu abuelo no vaya a reconocer los machismos que hay en casa, pero alzar la voz también puede ayudar a que los integrantes más jóvenes de tu familia puedan conocer nuevos tipos de masculinidades que no llevan como estandarte el estereotipo de “macho mexicano”.
¿Alzar la voz es un camino solitario?
Eréndira no es de las que se queda callada ni en persona, ni en redes sociales. Y sí, está consciente que muchas personas piensan que alzar la voz “quita la alegría” o automáticamente te etiquetan como una persona aguafiestas.
Sin embargo, esto no debe ser algo que nos detenga. Pues no hay que quitar el dedo del renglón y debemos seguir señalando estos machismos cotidianos tan marcados para que puedan disminuir y quizás un día hasta desaparecer.
“En el momento en el que empiezas a ver con otros lentes, es que empiezas a reconocer muchas violencias y empiezas a señalarlas. Y pues sí, es bien cansado y también te das cuenta que mucha gente de alguna manera se aleja de ti, o no les interesa llevarse contigo si permites ese tipo de actitudes”, reflexiona la ilustradora.
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Sin embargo, ha descubierto que esto también te permite desarrollar relaciones mucho más sinceras, sanas y sin violencia. “Es la alegría de saber que eres libre de ser quien tú quieras ser” sin que nadie te violente por ello.
Y sí, amix. Señalar machismos cotidianos puede ser muuuuuuy cansado. Pero el feminismo no es cómodo, y estamos más cansadas de ver que insisten en justificar sus machismos cuando está claro que son la base de una violencia mayor.
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Así que si llegaste hasta aquí, te invitamos a que (sin importar tu género) hagas un ejercicio hacia dentro y hacia afuera, pues al final de cuentas todas hemos sido tanto las personas que ejercen el machismo como las que lo reciben.
Y como concluye el libro: la solidaridad y la empatía pueden ser un gran paso para que dejen de ser invisibles esos machismos cotidianos.