Agua en el cerebro: la afección que se desarrolla al nacer o en la edad adulta

Cuando hay demasiada agua el cerebro se puede llegar a desarrollar hidrocefalia. Cuando el sistema natural para drenar y absorber ese líquido adicional y transparente llamado 'líquido cefalorraquídeo' no funciona correctamente, los ventrículos se agrandan y presionan diferentes partes del cerebro, lo que provoca una serie de síntomas diferentes. (Foto: Getty)

El término hidrocefalia se deriva de las palabras griegas "hidro" que significa agua y "céfalo" que significa cabeza. Aunque se traduce como "agua en el cerebro", la palabra en realidad se refiere a la acumulación de líquido cefalorraquídeo (LCR), un líquido orgánico transparente que rodea el cerebro y la médula espinal.

Se trata de una afección en la que se acumula un exceso de líquido cefalorraquídeo dentro de las cavidades o ventrículos del cerebro. Tal y como recoge la Asociación Americana de Cirujanos Neurológicos (AANS), este 'agua' está en circulación constante dentro de los ventrículos del cerebro y cumple varias funciones cruciales:

  • Actúa como un "amortiguador" para el cerebro y la médula espinal.

  • Es un vehículo que lleva nutrientes al cerebro y ayuda a eliminar sus desechos.

  • Fluye entre el cráneo y la columna vertebral para regular los cambios de presión.

Normalmente, el cerebro produce continuamente LCR por medio de unas células especializadas que están dentro de los ventrículos del cerebro. Este LCR circula primero dentro de los ventrículos y luego sale bañando el cerebro y la médula espinal, para ser finalmente reabsorbido otra vez en el flujo sanguíneo.

Pero cuando hay un bloqueo del flujo, se produce una acumulación de LC, lo que a su vez puede generar un agrandamiento de los ventrículos y una mayor presión dentro de la cabeza.

Este aumento del tamaño de los ventrículos por la acumulación de LCR se puede ver a través de pruebas como la ecografía, mientras las fontanelas permanecen abiertas, una tomografía computarizada (TAC, o CT en inglés) o una imagen de resonancia magnética (IRM, o MRI en inglés) de la cabeza.

La hidrocefalia puede ser congénita, que se presenta al nacer, o desarrollarse con el tiempo como resultado de una lesión o enfermedad (adquirida). Sus causas incluyen problemas genéticos y complicaciones que se desarrollan en el feto durante el embarazo. Por ejemplo, una infección durante el embarazo, como la rubéola, puede causar inflamación en el tejido cerebral fetal; o puede estar asociada a anomalías en el cerebro y la médula espinal durante la gestación. También puede ser consecuencia de complicaciones en un parto prematuro, como sangrado dentro de los ventrículos.

El principal signo de la hidrocefalia congénita es una cabeza con un tamaño fuera de lo normal. Otras señales de hidrocefalia en la infancia serían: un rápido crecimiento de la cabeza (debido a que las fontanelas no están cerradas); una fontanela abombada o tensa; irritabilidad inusual; vómitos repetidos; estrabismo o incapacidad de mirar hacia arriba; períodos en los que el bebé deja de respirar (apnea); dificultad para tragar; llanto débil o ronco; dificultad para mantener despierto al bebé, o que la función cerebral se deteriore de alguna otra manera, según apunta una Asociación de Espina Bífida (Amupheb).

Sin embargo, la hidrocefalia puede ocurrir a cualquier edad debido a traumatismos en la cabeza, derrames cerebrales, infecciones como la meningitis bacteriana, tumores y hemorragia cerebral. Hasta un ataque al corazón puede ocasionar una hidrocefalia de tipo post-hemorragia. Pero en los adultos no se incrementa el tamaño de la cabeza, porque los huesos del cráneo ya se han cerrado completamente.

Los síntomas pueden variar significativamente de persona a persona y dependen principalmente de la edad. Por ejemplo, se han dado casos de gente sana que, de pronto, se empieza a encontrar mal sin motivos aparentes, y al hacerle pruebas descubrieron que tenía un quiste en el cerebro que le provocaba todo tipo de síntomas como dolor de cabeza que no mejora con medicación habitual, náuseas, vómitos, tendencia al sueño con dificultad para mantenerse despierto, incluso crisis epilépticas.

En adultos jóvenes y de mediana edad, según la Clínica Mayo, se pueden observar los siguientes signos:

  • Dolor de cabeza

  • Pereza

  • Pérdida de coordinación o equilibrio

  • Pérdida del control de la vejiga o necesidad frecuente de orinar

  • Problemas de visión

  • Deterioro en la memoria, concentración y otras capacidades del pensamiento que pueden afectar el desempeño laboral

Además, en el caso de adultos de 60 años o más, puede haber falta de coordinación o equilibrio deficientes, así como dificultad para caminar que, generalmente, se describe como arrastre de los pies o sensación de tener los pies atascados.

Ante cualquiera de estos síntomas es importante acudir al especialista, ya que el diagnostico de hidrocefalia se realiza a través de un examen neurológico clínico y mediante el uso de técnicas de imagen cerebral.

Existen varias opciones de tratamiento que pueden restaurar los niveles normales de LCR. Según explica el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos (NINDS), el más común consiste en insertar un tubo en el cerebro conectado a otro tubo flexible colocado debajo de la piel para drenar el exceso de líquido en la cavidad torácica o el abdomen para que pueda ser absorbido por el cuerpo (se conoce como 'derivación'). Si bien el tratamiento suele ser útil, es posible que se requieran varias cirugías para tratar la hidrocefalia. Pero la buena noticia es que, con tratamiento, muchas personas llevan vidas normales y productivas.

Más historias que te pueden interesar:

VIDEO: Muestra la dura realidad del Alzheimer en un vídeo junto a su abuelo

Lo que le pasa al cerebro cuando se nos olvida lo que íbamos a decir

Así es como la música protege al cerebro de la degeneración (y del Parkinson)

9 factores de riesgo (modificables) que ayudan a prevenir el Alzheimer