Alberto Guerra y el gran significado de estos tres años libre de alcohol y fármacos
Alberto Guerra es uno de los actores que más frecuentemente es tendencia por cómo se maneja directamente en las redes sociales: no oculta nada, siempre habla de manera muy directa, y de este modo ha establecido una relación más clara con sus seguidores, sus fans, e incluso, los medios de comunicación.
Por lo mismo, al anunciar esta semana que celebraba el tercer aniversario de su sobriedad, Guerra volvió a ser tendencia, sobre todo por la candidez con la que ha abordado siempre el tema, al que no ve como parte de una estigmatización, sino más bien como una forma de mostrar que hay opciones y dar esperanza a quien más ayuda necesita, algo que él siempre ha estado dispuesto a dar.
Casado desde fines de 2014 con la actriz Zuria Vega, Alberto —que nació en Cuba en diciembre de 1982 y desde hace más de 25 años reside en México, donde ha establecido toda su carrera actoral— no ha escondido la batalla que tuvo en épocas anteriores con el alcohol y los fármacos, algo que considera absurdo dado el hecho de que su vida pública es fácilmente objeto de investigación para encontrar información acerca de ese periodo de su vida, ya que siempre ha sido honesto al respecto.
Así lo dijo en una entrevista a el diario mexicano El Financiero: "[al hacer 'Vale todo' su primera telenovela para Globo y Telemundo Internacional] Mi vida con dinero en Copacabana se convirtió en un caos. Fue una época de descontrol absoluto de mi parte".
Tras realizar estudios en la famosa academia de arte dramático 'Casazul', parte de Argos Producciones y semillero de muchas figuras notables actualmente, como Alfonso Dosal, Ximena Romo o Luis Gerardo Méndez, Alberto debutó en telenovelas, pero gradualmente fue buscando la manera de migrar hacia el cine: "[al hacer mis primeras telenovelas] Libré una época muy confusa de mi vida, de pura fiesta, de alcohol y drogas. En ese entonces se hablaba muy mal de los actores de telenovela, era un mundo de apestados. Eso me pegó fuerte y me llevó a insistir en cambiar de medio, y acabó yéndome bien en el cine".
Padre de tres hijos, Penélope, Lúa y Luka, Alberto está consciente de la responsabilidad que representa no solo ser un padre de familia, sino también una figura pública cuyos actos obviamente se reflejan en quienes son los espectadores y receptores de su trabajo.
Habiendo encontrado el éxito en el cine, y ahora también en el mundo de las series (que cuando él inició su carrera en 2001 no existía como tal), le ha permitido trabajar de manera internacional, algo que lo mantiene ocupado y satisfecho.
También esta satisfacción se ha acentuado con la manera de acercarse al trabajo en sobriedad, algo que reconoce: "Tengo muy claro lo que importa en la vida. Mantenerme sobrio y limpio –que en un medio donde el alcohol y las drogas están normalizados tampoco es cosa fácil–, me ha hecho entender que podemos ser tan minúsculos, que no controlamos ni siquiera lo que nos metemos en el cuerpo. Y mira que está cabrón trabajar aturdido. Pero ahora respeto, y gozo, mucho más mi trabajo".
La humildad y sencillez de Alberto lo han vuelto entrañable y también un referente en las redes, donde recientemente capoteó ataques por parte de tuiteros, al defender la posición de los manifestantes cubanos que se levantaron a protestar contra su gobierno en días pasados. Con respeto, maestría y sobre todo, conocimiento de causa, Guerra explicó su posición de apoyo a los manifestantes, algo por lo que fue criticado a veces con violencia verbal, algo que él ha aprendido en estos años a dejar que se le resbale.
Tres años puede sonar como poco tiempo, pero en la escala de una vida es un periplo largo: de este modo, Alberto y Zuria no solo han fortalecido su relación (que de hecho ya suma ocho años, con casi siete de matrimonio y cuatro de ser padres) sino que han madurado también como intérpretes, juntos y por separado.
Y si bien Alberto está sobrio de sustancias, sostiene que aún tiene dos grandes adicciones a las que no planea renunciar nunca: la familia que ha formado, y la velocidad del motociclismo, dos elementos que para él son inextricables de su personalidad misma.
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