La alegría tan alejada de internet de los clubes de juegos de mesa
Cuando Michelle Kong creó un club de ajedrez el año pasado, con la esperanza de conocer a otros jugadores veinteañeros, la asistencia era tan escasa que solo necesitaba un tablero. Publicó información sobre el club en las redes sociales hasta que una diversidad de jóvenes tatuados de Los Ángeles empezó a aparecer para intercambiar peones y números de teléfono.
Al poco tiempo, las cajas de alfiles y torres de peso triple se amontonaban en el asiento trasero del sedán de Kong. El pasado mes de diciembre mejoró la sede del club, que pasó de ser un acogedor bar de jazz a un almacén en el que apenas cabían las 500 personas que asistieron este verano a las reuniones nocturnas de los jueves del grupo, LA Chess Club.
“Como que se expandió”, dijo Kong, de 27 años, quien necesita con urgencia un lugar donde guardar 200 tableros de ajedrez.
Enfrentados a una epidemia de soledad, los veinteañeros y treintañeros se reúnen para jugar ajedrez, backgammon y mahjong, con la esperanza de que los clubes de juegos de antaño ayuden a aliviar el aislamiento y la sobrecarga digital que pesan sobre su generación.
Muchos ya han estado experimentando con alternativas más físicas al ‘doomscrolling’, o nuestra obsesión por consumir malas noticias, como el pickleball y los clubes de atletismo. Pero los organizadores como Kong dicen que el tipo de juegos de mesa guardados en los desvanes de los abuelos están de moda entre la Generación Z y los mileniales ávidos de modos de socialización menos atléticos.
“Un club de corredores me parece una tortura absoluta”, afirmó Victoria Newton, de 35 años, que organiza los eventos de ajedrez del Knightcap Chess Club en Austin, Texas, desde julio. “He descubierto que me es más fácil conectar con alguien cuando no estoy intentando recuperar el aliento o cubierta de sudor”.
Las ventas de juegos de mesa en Estados Unidos aumentaron más de un 30 por ciento de 2019 a 2020, impulsadas por la pandemia del COVID-19, según Juli Lennett, asesora del sector del juguete para Circana, una empresa de investigación de mercado. Atrapados en casa y hambrientos de interacción social, muchos estadounidenses pudieron “redescubrir el amor por el juego”, explicó.
El hábito parece haber salido de los confinamientos: el número de eventos de juegos de mesa organizados mediante el servicio de invitación Partiful se cuadruplicó el año pasado, según la empresa. Y el número de grupos relacionados con los juegos de mesa en Meetup ha aumentado aproximadamente un 10 diez por ciento cada año de 2021 a 2023.
Con un martini expreso en mano, esta oleada de jugadores parece ansiosa por disipar la idea que se tenía de los clubes de juego en el pasado de que eran solo para personas estiradas, extremadamente competitivas y con intereses muy definidos.
Eduardo Rojer, de 30 años, atrae a jugadores a sus reuniones gratuitas de Rummikub en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, a través de una colorida página de Instagram en la que publica memes sobre el juego de fichas en los que se pude ver a Charli XCX y Paris Hilton. El club mensual ha atraído a unas 80 personas a cada reunión desde que Rojer lo puso en marcha en julio, tras haber aprendido el juego de una amiga y su madre durante los primeros meses de la pandemia.
“Por lo que he oído, es algo a lo que solías jugar con tu abuela”, dijo Rojer. “Quería hacer de este juego algo actual y relevante”.
Volver a lo básico
Los jóvenes solo llegaron varios miles de años tarde al auge de los juegos de mesa.
Zachary Horton, profesor asociado de la Universidad de Pittsburgh que estudia los juegos, explica que los juegos de mesa son tan antiguos como la propia civilización. Y agregó que pueden resultar en especial atractivos para una generación que está totalmente saturada por los medios digitales y que vive en una época política enconada en la que puede parecer que los distintos grupos juegan con sus propias reglas.
“El juego analógico se rehúsa obstinadamente a seguir presente”, dijo Horton.
Los clubes formales dedicados a los juegos de mesa cobraron fuerza en Estados Unidos en el siglo XIX, cuando los hombres ricos podían reunirse para jugar en competencias en el Club de Ajedrez del Instituto de Mecánica de San Francisco y en el Club de Ajedrez de Manhattan de Nueva York. Según Horton, a medida que se popularizaban los distintos estilos de juego, las reuniones también cambiaban. Los juegos de rol de la década de 1970 dieron lugar a los grupos de Calabozos y Dragones , y a principios de la década de 2000 proliferaron los cafés y bares de juegos de mesa, dedicados a los jugadores de elaborados juegos de estrategia como Catán.
Pero con más juegos para elegir que nunca, incluidos los videojuegos, muchos jugadores jóvenes se sienten atraídos por los clásicos. Horton comentó que, entre la Generación Z, “no podría haber un movimiento más claro y fuerte hacia el juego analógico”.
Remington Davenport cree que el sentimiento de nostalgia forma parte del atractivo del NYC Backgammon Club, el grupo que fundó el año pasado para que los jóvenes jugaran a un juego de 5000 años de antigüedad que muchos asistentes aprendieron de padres y abuelos. Davenport, de 35 años, dijo que se había sentido fuera de lugar en los eventos de backgammon existentes que había podido encontrar en la ciudad de Nueva York.
“Me decepcionó mucho la falta de mujeres en estos actos, y la falta de gente de entre 20 y 30 años”, recordó.
Davenport afirmó que más de 3500 personas en total han acudido a las frecuentes reuniones que el NYC Backgammon Club celebra en restaurantes de Brooklyn y Manhattan (en abril, dejó su trabajo en ventas para dedicarse por completo al backgammon.
Otros grupos de juegos de mesa pretenden ayudar a los jóvenes a conectar con la historia de quienes jugaron antes que ellos. Green Tile Social Club de Nueva York y Mahjong Mistress de Los Ángeles pretenden ayudar a la próxima generación a aprender a jugar al mahjong, un juego de fichas que se cree que se originó en China en el siglo XIX, pero que se juega desde hace mucho tiempo en toda Asia.
Mahjong Mistress (un club integrado por Angie Lin, de 33 años; Abby Wu, de 27; Susan Kounlavongsa, de 38; y Zoé Blue, de 30) celebra reuniones cada dos meses que cuestan entre 15 y 25 dólares y suelen atraer a cientos de personas. Las anfitrionas organizan fiestas del Año Nuevo Lunar y noches para jugar mahjong en pareja, en las que los entusiastas pueden ligar mientras discuten las particularidades del riichi frente al mahjong taiwanés.
“La gente busca actividades sanas”, aseguró Lin, señalando los datos de que la Generación Z consume menos alcohol que las generaciones mayores. Bueno, sobre todo sanas: “En nuestra primera noche de solteros, hubo dos personas que acabaron besándose al final”.
c.2024 The New York Times Company