Alejandra Barros y las pruebas de "perfección física" a las que debió someterse para triunfar en la TV

Alejandra Barros venció las barreras de estereotipos y pruebas de perfección. (Photo by Adrián Monroy/Medios y Media/Getty Images)
Alejandra Barros venció las barreras de estereotipos y pruebas de perfección. (Photo by Adrián Monroy/Medios y Media/Getty Images)

Alejandra Barros fue una de las actrices que padeció en la década de los '90 el retrógrado sistema de las pruebas de cámara en Televisa donde se inspeccionaba de manera minuciosa la "perfección física" de los talentos para darles oportunidades de trabajo.

Más allá de priorizar el desenvolvimiento interpretativo de los artistas en los castings, la cámara fungía como una herramienta para explorar la fisiología de quien se paraba enfrente con el propósito de analizar desde la dentadura a los pies. En otras palabras, se priorizaba la imagen estética de acorde a los parámetros de la empresa.

"Ahora son mucho menos invasivas, antes te revisaban hasta los dientes. Abrías la boca y te revisaban las amalgamas. También las manos, las uñas. Tenías que enseñar que las uñas las tuvieras bien. Ahora ya no, ahora ya te dan chance de crear personajes. No nada más los bonitos tienen oportunidades, cualquier persona encaja en un tipo de personaje y no debe tener los dientes perfectos", ha reflexionado la actriz en una entrevista con Miguel Garza en el programa De noche con amigos.

Barros amplía su comentario al referirse a un caso concreto al que se enfrentan las mujeres cuando se topan con producciones que quieren rostros femeninos sin arrugas, situación que perjudica a algunas actrices de tal manera que recurren a medidas como cirugías estéticas, mismas que ponen en riesgo su salud: "por eso las mujeres empiezan a deformarse la cara, para poder conseguir los espacios que les dan a las que no tienen arrugas".

Precisamente sobre la visión estereotípica de las producciones audiovisuales, Alejandra es contundente con su opinión al respecto. Para ella es algo que continuará como factor para elección de casting. Para contrarrestar esa tendencia, la actriz considera importante la caracterización.

"Los estereotipos siempre van a estar. Si van a castear a una persona de algún lugar del país o con cierta situación económica, se van a ir con el físico del estereotipo. Eso es inevitable. Pero también hay veces que los actores podemos demostrar que con la caracterización, con el vestuario y la actuación podemos dar diferentes personajes no necesariamente apegados a nuestro estereotipo", apuntó.

Si bien le tocó vivir ese período de las pruebas de cámara invasivas, Barros logró sortear esa barrera a pesar de que pudo tener como obstáculo su edad.

Su gran debut ocurrió en 1997 con la telenovela Huracán junto a Angélica Rivera y Eduardo Palomo bajo la dirección de Alejandro Camacho y Salvador Sánchez. Tenía 26 años, una edad que rebasaba el límite de lo establecido para personajes femeninos juveniles y muy bajo para personajes femeninos adultos. Tuvo que participar en otras cuatro telenovelas más hasta que recibió un rol estelar con Navidad sin fin en 2001, miniserie navideña que la catapultó a un estelar con Clase 406 (2002) y Mariana de la noche (2003-2004), su trancazo de éxito.

A diferencia de otras compañeras que han tenido un camino más trompicado y adverso para posicionarse, ella se siente afortunada de que su evolución haya sido rápida aún cuando en un principio tuvo que soportar el factor de la edad para encontrar un perfil adecuado a sus capacidades de interpretación.

Librado ese obstáculo, los estereotipos que ha debido derribar son de apreciación. Tiende a ser percibida por productores como una actriz que únicamente tiene matices para interpretar mujeres bonachonas guapas, no obstante pudo derribar esa idea con papeles como el de Julieta Olmedo en A que no me dejas en 2015 como la villana que hace la vida imposible a Paulina (Camila Sodi) y a Adrián (Osvaldo Benavides), quien es su hermano y está enamorada de él con obsesión.

Hoy día desea explorar la comedia de situaciones, un género que le gusta pero al que se le ha invitado poco para mostrarse. Allí se mide contra otro estereotipo: que los actores de melodrama no pueden hacer comedia.

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