En Alemania presentaron una Flauta mágica sin música de Mozart: otra polémica en puerta, como cada vez que se versiona a los clásicos
Siempre es una tentación echar mano a lo clásico. En la dramaturgia es algo frecuente. Con decir que se trata de una “version libre de...” ya se puede abordar una pieza canónica de Shakespeare sin que nadie se horrorice. Pero en el terreno musical no sucede lo mismo. Por eso es que cada vez que aparece una producción de este tipo, las miradas (o mejor dicho, los oídos) se posan sobre ella. Ayer se estrenó en Alemania un musical llamado La flauta mágica, sobre libreto de Emanuel Schikaneder pero sin la música de Mozart, sino con partituras del compositor alemán Frank Nimgern.
La flauta mágica es una de las más famosas óperas del repertorio mozarteano, que este año cumple 230 años. Se presentó con libreto de Schikaneder y trae una historia atravesada por misterios masones. Claro que esto no es lo fundamental de esta versión sino su nuevo enfoque, con una mezcla de rock, pop, baladas y también algunos rítmos de América Latina. Según la observación que Cordula Dieckmann hizo para la agencia de noticias DPA, en base a la función de estreno, que el viernes se realizó en el Deutsches Theater de Múnich, “el resultado es un colorido ramillete de estilos muy diferentes. Las canciones con letras de Aino Laos suenan a veces rockeras y salvajes, a veces a baladas y pop, con sonidos latinos intercalados. Una y otra vez se toman prestados pasajes famosos de la ópera original. Nimsgern incluso retomó casi al pie de la letra la célebre aria de la Reina de la Noche, solo que con nuevos arreglos. Katja Berg convenció musicalmente en el estreno como la Reina de la Noche, atreviéndose con una versión pop del aria con coloratura incluida. En conjunto, sin embargo, la obra carece del coraje necesario para crear algo independiente y moderno . Durante largos tramos, la producción de Benjamin Sahler se ciñe al libreto escrito por Emanuel Schikaneder para la música de Mozart. Habría habido modelos a seguir para desmarcarse de una obra maestra, como el célebre musical “Aída” de Elton John, basado solo en esbozos en la ópera de Giuseppe Verdi.
Según Dieckmann “la nueva Flauta mágica se ciñe al original sin alcanzar su profundidad y precisión y parece haber quedado desfasada en el tiempo. Esto se hace evidente en los personajes femeninos centrales. La inocente y dulce Pamina (Misha Kovar) está dominada por una madre dominante. Resignada a su destino, espera con un vestido de princesa de tul a que el príncipe Tamino (Patrick Stanke) la libere de la prisión de Sarastro (Christian Schöne). Tamino es, por supuesto, alabado como un héroe y la reina le promete la mano de su hija, que no tiene nada que decir al respecto, pero acepta con entusiasmo la elección del marido. ¡Por fin un hombre! Los años 50 mandan saludos. A Papagena (Stefanie Groening) no le va mejor. Ella seduce a Papageno (Tim Wilhelm) con su sexy traje de cuero. Mujeres: o inocencia o pecado. En todo caso se perfila en un camino medio la Reina de la Noche, que, impulsada por la venganza, no tiene interés en complacer a ningún hombre. Una confianza en sí misma de la que carece la hija. Podría haber sido emocionante y divertido ver a una Pamina fuerte desenmascarar a la pomposa pandilla de hombres y sus chistes anticuados con humor y descaro. Aquellos a los que no les importen los polvorientos clichés pueden disfrutar de tres horas de entretenimiento ligero y de una elaborada y colorida escenografía con imaginativo vestuario ”.
El caso argentino
Más allá de la mirada crítica sobre el hecho consumado, la música, en los últimos 300 años no ha tenido mayores licencias para ser reversionada. Si bien es ciertos que el siglo XX ha dado una cuota de innovación que será difícil de superar, la relectura de lo clásico siempre es un tema incómodo. Y asumir los riesgos a veces es solo para espíritus difíciles de doblegar. Uno de los mejores ejemplos es argentino.
Lanzado a su carrera internacional, Waldo de los Ríos versionó obras de Mozart y Beethoven con batería, en ritmos emparentados con la música beat de la década del sesenta y con acentuaciones casi folklóricas.
Nunca hubo malas intenciones en los gestos de Waldo. Tampoco posiciones transgresoras. “Creo que adapté la música clásica a la mentalidad del hombre de hoy”, dijo en una entrevista en España, donde, para 1971, llevaba una década radicado. “No hice otra cosa. El resultado ha sido, como se sabe, un gran éxito. No pretendo realizar una obra cultural sino ofrecer un mensaje sano, simple” . De todos modos, y más allá del éxito comercial, llovieron las críticas en torno al resultado de la “Sinfonía 40″, de Mozart, según esa nueva mirada “del hombre de hoy”, al que Waldo apuntaba.