Alma & Oskar: la vida de una mujer talentosa e impulsiva que fue víctima del machismo
Alma & Oskar (Austria/2022). Dirección: Dieter Berner. Guión: Hilde Berger, Dieter Berner. Fotografía: Jakub Bejnarowicz. Edición: Christoph Brunner, Britta Nahler. Elenco: Emily Cox, Valentin Postlmayr, Anton Von Lucke. Calificación: apta para mayores de 13 años con reservas. Duración: 88 minutos. Nuestra opinión: regular.
Alma Mahler fue un personaje realmente singular. Es por eso por lo que existe más de un libro biográfico sobre ella. Y el cine también se ha ocupado de retratarla desde diferentes perspectivas. En 2001, Bruce Beresford estrenó Bride of the Wind, con la australiana Sarah Wynter en el rol principal; Jonathan Pryce como el compositor y director de orquesta posromántico Gustav Mahler y Vincent Pérez como el pintor expresionista Oskar Kokoschka, cuya tormentosa relación sentimental con Alma está en el centro de la escena de Alma & Oskar.
Alma fue, según coinciden todos sus biógrafos, una mujer cruel y calculadora que creía que el mundo le debía algo por su inteligencia y belleza evidentes, un rasgo de conducta que, por otras razones, también tuvo uno de sus grandes héroes, Richard Wagner. Como él, Alma era una apasionada seguidora de Nietzsche.
Sus matrimonios (con Gustav Mahler, Walter Gropius y Franz Werfel) y sus numerosas relaciones, incluidas las que mantuvo con Gustav Klimt (que le dio su primer beso a los 17 años), su profesor de composición Alexander Zemlinsky (su primer amante) y el pintor Oskar Kokoshka (quizás el único hombre al que realmente amó), la convirtieron en una de las musas y mujeres fatales más famosas del siglo XX.
La película del veterano director austríaco Dieter Berner aborda la compleja relación entre Alma y Kokoschka, pero también intenta introducir al espectador en los agitados inicios del modernismo en la Viena de principios del siglo XX. Su principal objetivo es el tumultuoso romance que sacudió a la sociedad vienesa de la época con un esquema temporal que sigue cronológicamente el desarrollo de ese vínculo.
Pero Berner no acierta en la construcción de los personajes. Alma Mahler, encarnada por Emily Cox, luce como una mujer atrapada entre sus deseos personales y las expectativas sociales de su tiempo, pero la película no se decide entre presentarla como una mujer magnética, valiente y resolutiva o una figura manipuladora. Es cierto que pudo haber tenido esas dos características, pero la interpretación de Cox parece tironeada por esa ambigüedad que no logra resolver del todo. Y bastante peor es el Oskar Kokoschka de Valentin Postlmayr, un talentoso artista joven, impulsivo y emocionalmente inestable que queda al borde de la caricatura por la interpretación hiperbólica del actor austríaco.
La meticulosa fotografía de Jakub Bejnarowicz, apoyada en una paleta de colores cálidos y texturas suaves que recrean la atmósfera de la Viena de principios de siglo y en escenas de interiores cargadas de sombras y luces tamizadas, evocan los cuadros de Kokoschka y otros artistas expresionistas. Crean un buen contraste entre la intimidad y la opulencia.
Pero los problemas de la película son siempre de dirección. Al margen de los desaciertos en las actuaciones, las escenas más dramáticas de los personajes protagónicos, que deberían estar cargadas de tensión y dinamismo, se sienten rígidas por estar a expensas de una puesta en escena que prioriza la composición visual sobre la emoción genuina.
Berner sí logra que se intuya la efervescencia de una época especial: la Viena de principios del siglo XX era un hervidero de innovación artística y pensamiento progresista, con figuras como Sigmund Freud, Arnold Schönberg y Ludwig Wittgenstein redefiniendo los límites de sus campos respectivos de estudio. Un terreno propicio para una mujer con el talento de Alma, aplastado durante años por el machismo autoritario de Mahler, que no disculpa las miserias de la protagonista de esta historia, pero al menos la explica en parte.