Aquaman, entre su nueva faceta, el enfrentamiento con su peor enemigo y la escena que nunca verá la luz

Jason Momoa, en Aquaman
Jason Momoa, en Aquaman - Créditos: @Courtesy of Warner Bros. Picture

Superhéroe y Rey de la Atlántida. Miembro fundador de la Liga de la Justicia y soberano de todas las criaturas submarinas. En su corta vida cinematográfica, aprendió a lidiar con invasiones extraterrestres, leyendas milenarias y dilemas multiversales. Pero ahora deberá enfrentar su mayor reto: ser padre de un bebé , justo cuando su peor enemigo reaparece para reclamar venganza y sangre. Cinco años después de su primera película en solitario, Jason Momoa vuelve a calzarse el uniforme del anfibio más poderoso del Universo Extendido de DC en Aquaman y el Reino Perdido (Aquaman and the Lost Kingdom), con la doble tarea de renovar el interés popular por la alicaída franquicia y, al mismo tiempo, cerrar el andamiaje narrativo de quince films iniciado hace una década.

Tiene con qué. Hasta hoy, Aquaman (2018) sigue siendo la entrada más taquillera de toda la saga interconectada. Cuando el universo ficticio de DC estaba encorsetado en las rígidas estructuras establecidas por Zack Snyder con El Hombre de Acero (2013), Batman vs. Superman: El origen de la Justicia (2016) y Liga de la Justicia (2017), el director James Wan reemplazó la paranoia catártica y priorizó el surrealismo irreverente; renunció al realismo oscuro para privilegiar la comedia ligera. “No le tuvimos miedo a la diversión y abrazamos los contenidos más absurdos de los cómics de Aquaman -contó Wan a la prensa británica-. ¡Tanto que pusimos un pulpo tocando la batería y a la gente le encantó! Por eso ahora vamos a redoblar la apuesta, sumando mucha más acción, mucho más humor y un toque lovecraftiano de terror”.

Entre el deber y el dolor

A grandes rasgos, la historia de Aquaman se mantiene inalterable desde que el superhéroe debutó en noviembre de 1941, en la hoy clásica revista More Fun Comics Nº 73. Creación de Mort Weisinger (guion) y Paul Norris (dibujos), Arthur Curry / Aquaman es el hijo de Tom Curry (Temuera Morrison), humano encargado del faro de la costa de Maine; y Atlanna (Nicole Kidman), Reina de la Atlántida. Por su naturaleza híbrida, puede respirar en la superficie y bajo el agua, tiene superfuerza, supervelocidad para nadar y la posibilidad de comunicarse telepáticamente con toda la vida animal submarina. Enfrentado con su medio hermano Orm Marius (Patrick Wilson) por el trono de la Atlántida, está enamorado de Mera (Amber Heard), pelirroja hija de Nereus (Dolph Lundgren), monarca del reino subacuático de Xebel. Tiene su gran aliado en el visir Nuidis Vulko (Willem Dafoe) y a su peor antagonista en David Kane / Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II), pirata mercenario que quiere vengar la muerte de su padre a manos de Aquaman.

Fanático de los cómics de los años ‘60 y ‘70, Wan le propuso a Momoa ir a jugar con el imaginario que posicionó definitivamente a Aquaman en el Olimpo de los superhéroes de DC. Un peldaño abajo de Superman, Batman y la Mujer Maravilla, es cierto, pero a la misma altura de Flash y Linterna Verde. “Para la secuela, tomamos tres aspectos fundacionales de aquellas historietas -aseguró el director-. La parte más bizarra, con Aquaman cabalgando por los siete mares a lomos del hipocampo gigante Tormenta e interactuando con el pulpo Topo (sí, el que toca la batería), mezcla de mascota, amigo y compinche. Los contenidos más emotivos, como el matrimonio de Arthur y Mera; y el nacimiento de su hijo, el Aquabebé. Y el drama, con el ataque furibundo de Black Manta a la familia real, que colocó al protagonista entre el deber y el dolor”.

Lo que Wan calla y Warner guarda bajo llave es el destino final que tendrá el Aquabebé en la película. Porque la trama que sostiene una parte importante del metraje está basada en el arco argumental más traumático del Rey de los Siete Mares y uno de los más controvertidos de toda la historia editorial de DC: el asesinato de Aquabebé a manos de Black Manta. Publicada durante la segunda mitad de los ‘70, la obra de David Michelinie (guion) y Jim Aparo (dibujos) sigue siendo la cima creativa del cómic de Aquaman y uno de los temas más álgidos de abordar para cualquier tanque hollywoodense dirigido a la familia.

Nicole Kidman, en Aquaman
Nicole Kidman, en Aquaman

“Respetamos férreamente el rango de emociones que plasmó el cómic -adelantó Wan- y nos permitimos adaptarlo a los tiempos que corren. Por ejemplo, el personaje de Karshon (interpretado por la actriz y modelo Indya Moore) no es el tiburón tigre con forma humanoide de las revistas, sino un representante del Alto Consejo que funciona como obstáculo diplomático para Arthur. Porque una de las cosas que queríamos hacer, ahora que Aquaman es el Rey de la Atlántida, es explorar también el lado tenebroso de la política”.

Es que antes de surfear la ola superheroica, Wan dejó su marca en el cine contemporáneo de terror. Tanto en el rol de director como en los de guionista y productor, llenó los cines del mundo con millones de espectadores ávidos por las sagas de El juego del miedo, El conjuro, Annabelle, La monja, M3gan y La noche del demonio, entre otras. “La primera película de Aquaman coqueteó con algún elemento terrorífico, pero la segunda se mete definitivamente en el género”, reconoció.

Decidido a terminar con Aquaman, Black Manta buscará obtener el poder del mítico Tridente Negro, el arma más fabulosa de todo el mundo submarino. Y para ello deberá adentrarse en el Reino Perdido del título, un lugar visualmente deudor del cine de horror y fantástico de los años ‘60. “Principalmente de Terror en el espacio (1965), obra maestra del italiano Mario Bava, junto con la idea del miedo cósmico y ancestral de la literatura de H.P. Lovecraft”, reveló Wan. Hasta allí deberán acercarse Aquaman y su medio-hermano Orm, en una colaboración forzada que deberán mantener si quieren salvar a su familia , a la Atlántida y al planeta Tierra.

Final del juego

La película que Wan pretendía filmar en agosto de 2020, quedó muy lejos de la que se va a estrenar esta semana . Además de una pandemia que obligó a suspender rodajes, cambiar locaciones y alterar rutinas de trabajo, Wan tuvo que lidiar con las ondas expansivas del juicio iniciado por Amber Heard a su exesposo Johnny Depp , por supuesta violencia doméstica. Un litigio legal que duró poco tiempo (de abril a junio de 2022), pero tuvo serias repercusiones en Hollywood. Antes de que el tribunal dictara sentencia, Disney reemplazó a Depp por Mads Mikkelsen en Animales fantásticos 3 - Los secretos de Dumbledore. Y después de la condena unánime a Heard por difamación, la actriz denunció haber sido cancelada por Warner, afirmando que los estudios eliminaron la mayor parte de sus escenas en la secuela de Aquaman.

“Es cierto que ella afirmó eso -declaró Wan-, pero la verdad es que yo nunca la tuve en cuenta mientras trabajaba en el guion de la película. Desde el principio, quise que Aquaman fuera una aventura romántica al estilo de Tras la esmeralda perdida, con Jason y Amber jugando el tipo de situaciones que habían jugado Michael Douglas y Kathleen Turner. Pero al Reino Perdido la pensé siempre como una buddy movie, una comedia de acción protagonizada por dos antagonistas obligados a colaborar por la situación que enfrentan. Quería seguir el modelo de Tango y Cash, con Aquaman cumpliendo el papel de Sylvester Stallone; y Orm Marius el de Kurt Russell. En la secuela, el rol de Amber siempre fue pequeño”.

Cuando todo parecía finalmente encaminado, una nueva dirigencia se hizo cargo del universo audiovisual de DC. Al mando de James Gunn y Peter Safran, la decisión fue cortar lazos con lo anterior y arrancar de cero a partir de 2024, dejando trascender la posibilidad de que Momoa continuara formando parte de la renacida franquicia, pero esta vez como el hiperviolento cazarrecompensas interestelar Lobo. “Probablemente este sea el final de Aquaman, pero siempre habrá un lugar para mí en DC”, le dijo el actor a Jimmy Fallon en The Tonight Show el mes pasado.

Para Wan, ponerle punto final a la década del Universo Extendido de DC no fue tarea sencilla. “Me tocó vivir varios años en una casa en permanente estado de remodelación -aseguró-. Pero como soy un tipo orgánico y abierto a los cambios, puedo asegurar que terminé haciendo el film que quería hacer”. Al igual que el Flash de los hermanos Muschietti, Aquaman y el Reino Perdido pasó por un marasmo de conflictos empresariales, disgustos actorales, modificaciones argumentales y cameos superheroicos borrados de cuajo. “Lo único que voy a decir es que sí filmé un par de escenas con Batman -reveló Wan-, pero es muy poco probable que queden en el corte final del film. Así que, tal vez, nunca sepan si fue con Ben Affleck, Michael Keaton o George Clooney”.