CORRECCIÓN: Un asunto confuso para las parejas: uno fuma (hierba), el otro no
Como muchas parejas, Kindred Sparks tiene una lista de quejas maritales, pero la suya no es como la de los demás.
En una ocasión, su esposo, Peter Pietrangeli, dejó un sobre con miles de dólares en efectivo en el techo del auto y se marchó. O la vez en la que dejó la sillita para auto de su hijo a un lado del camino.
“Estar casado con alguien que fuma marihuana puede ser muy frustrante”, afirmó Sparks. “Pone a prueba tu paciencia cuando tú estás lúcida y tu pareja, no”.
Sparks es parte de un nuevo tipo de pareja estadounidense compuesta por una persona que fuma cannabis y una que no.
Ahora que el uso recreativo de la marihuana es legal en 20 estados de Estados Unidos, un churro o una gomita de cannabis se ha convertido en una rutina similar a beber una copa de chardonnay en algunos vecindarios; sin embargo, a medida que esta droga se vuelve popular en la vida social estadounidense, las reglas que rodean su uso pueden ser un tanto… confusas. Muchas parejas tratan de determinar cómo incluirla en sus vidas con el menor trastorno posible.
Sparks, de 40 años, y Pietrangeli, de 41, han visto de cerca el cambio de actitud de la sociedad hacia la marihuana pues son propietarios de LA Confidential Caregivers, un dispensario de cannabis en California, que administraron de 2009 a 2019. Siguen en el mismo negocio, trabajando para Woodstock Heritage Strains, una empresa de cannabis de Nueva York.
Sparks aseveró que conoció la marihuana a una edad temprana. Recordó que fumaba en el estacionamiento afuera del bachillerato al que asistía y dijo que continuó mientras cultivaba sus propias plantas de marihuana cuando tenía 20 años. Pietrangeli ya estaba en el negocio de la cannabis cuando empezó a salir con él a principios de la década de 2000.
Tras el nacimiento del primero de sus dos hijos, Sparks descubrió que incluso la dosis más pequeña de marihuana le provocaba ataques de pánico. Dejó de consumir la hierba incluso conforme la influencia de su esposo en la comunidad cannábica aumentaba.
“Puedo darme cuenta de en qué aspectos es benéfica de verdad”, dijo Sparks. “También veo que es muy perjudicial. Es un terreno peligroso”.
Sparks ha recorrido ese terreno durante 14 años de matrimonio con Pietrangeli. Y asegura que, en ocasiones, no podía confiar en él para hacer tareas como comprar en el supermercado, sobre todo en Costco.
“Si estoy drogado y hambriento”, dijo Pietrangeli, “vuelvo con un montón de cosas al azar y ella me pregunta: ‘¿Qué estás haciendo?’”.
“Cuando estás en ese estado”, añadió, “es difícil darte cuenta de cómo eres. Es difícil tomar nota de cómo se siente tu pareja. Seguramente, ahí había un desequilibrio”.
Pietrangeli aseveró que dejó de consumir cannabis el verano pasado antes de volver a hacerlo de una manera más restringida. Eso se traduce en una calada o una gomita después de que Sparks se acuesta a dormir. Es un compromiso que ha funcionado tanto para el esposo como para la esposa, dijeron.
Amber Lee, directora ejecutiva de la empresa de búsqueda de pareja Select Date Society, dijo que el tema del consumo recreativo de la cannabis había “aparecido con más frecuencia en el último par de años” entre sus clientes.
“Si la fumas o te gustan los comestibles o productos que contienen cannabis, tienes que comunicárselo abierta y eficazmente a tu pareja”, aseveró Lee. “Y, luego, como pareja, tienes que decidir cómo llegar a un acuerdo si a la otra persona no le gusta la actividad y a ti sí”.
La cannabis ha sido un tema que genera fricciones entre Laura y Todd Rosales, un matrimonio de Delray Beach, Florida. Laura Rosales, de 35 años, es psicóloga y ha trabajado como asesora de adicciones; Todd Rosales, de 37, trabaja para Green Check, una empresa financiera que sirve de intermediaria entre los bancos y la industria de la cannabis.
Al principio de su relación, se unieron por su afición al senderismo y su interés por el fútbol universitario, pero pronto se dieron cuenta de sus diferencias. Ella se dedicaba a ejercitarse, lo que a él no le atraía. Él fumaba hierba y ella, no.
Por su parte, Todd Rosales cree que la marihuana contribuyó a estrechar su relación. Él recuerda momentos al principio de la relación en los que él fumaba en el balcón del apartamento de Laura y hablaban durante horas. Ella sostiene que le “parecían bien” esas conversaciones para conocerse, aunque se abstenía.
Poco antes de su luna de miel, él intentó que Laura se le uniera, sin éxito.
“¿Y si no me gusta?”, preguntó ella, describiendo lo que pensaba en ese momento. “Entonces, me sentiré muy mal durante quién sabe cuánto tiempo. No quiero eso”.
Laura narró que tuvo una mala experiencia después de comerse un brownie de marihuana cuando estaba en la universidad y no estaba dispuesta a volver a pasar por eso.
Rosales afirmó que con el tiempo desarrolló la actitud de “seguirle la corriente” a su esposo respecto al consumo de marihuana, pero dijo que le resultaba “molesto” cuando estaba con él en bodas y otras reuniones sociales y se desaparecía durante 20 minutos cada vez, dejándola sin nadie con quien conversar.
Ahora, tras siete años de matrimonio, tienen dos hijas pequeñas. Todd Rosales fuma uno o dos churros al día, dijo, y ella ha seguido absteniéndose. Asegura que le parece bien que fume, siempre y cuando él (y el olor que conlleva) se queden afuera.
“Yo no diría que tenemos peleas graves por eso”, comentó. “Lo más importante en una pareja es que sean amigos y hagan cosas juntos”.
“Pero también debes tener tus propias actividades”, añadió. “No es sano hacer absolutamente todo juntos”.
c.2023 The New York Times Company