Audiencias 2.0: De consumidores pasivos a ‘fandoms’ que crean contenido y más | Opinión

Antes las audiencias estaban limitadas en su capacidad para interactuar y expresar sus opiniones. La retroalimentación se veía obstaculizada por barreras físicas y logísticas que dificultan enormemente la participación de las audiencias en la creación artística. Solo quienes estaban “allí” podían expresar su fandom (afición) al artista.

Ahora tenemos todo un ecosistema de contenidos dedicado a que los artistas los escuchen. El fan ahora es tan artista como los artistas que admira:

  • Los fans crean contenido y opiniones acerca de sus artistas, haciendo que la relación ya no sea unidireccional.

  • Esto tiene efectos en el contenido de los artistas, la cultura de consumo y hasta en la seguridad de periodistas.

En la era del contenido, las audiencias han experimentado una transformación radical. Ya no son simples espectadores pasivos, sino que se han convertido en creadores en sí mismos. Nunca antes en la historia ha sido tan fácil para las audiencias responder, organizarse y ser escuchadas. En comparación con el pasado, cuando era necesario estar físicamente presente con tu artista para decirle tu opinión.

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Un nuevo panorama para las audiencias

Si querías expresar tu admiración a Mozart, te tocaba estar en Viena en el siglo XVIII; o no vayamos tan lejos, durante el auge de los boy bands en los años 2000 con artistas como N’Sync y Backstreet Boys, decirle lo que sentías a cualquiera de ellos era una carta o a lo mucho un breve intercambio de palabras en un meet and greet.

Ahora no, hoy podemos estar en cualquier parte del mundo y compartir nuestra opinión con nuestras estrellas favoritas del K-pop, actores e influencers. Y no solo en tuits, sino en todo un abanico de formatos hechos tanto para otros fans, como para los artistas en sí.

Este nuevo panorama es completamente diferente. Las teorías sobre una obra o artista no se quedan en foros sino que se expresan en forma de video ensayos, podcasts, tiktoks e infinidad de otros formatos. El espectador no solo sigue al artista sino a un ecosistema de creadores dedicados a (y muchas veces ganando dinero de) desmenuzar todo el output creativo de un artista.

Tomemos por ejemplo el nuevo álbum y gira de Taylor Swift; a parte de ser un magno evento musical, para sus fans también es una divertida búsqueda del significado de todas sus canciones, vestuarios y demás piezas de su obra. Porque puedes escuchar el disco en Spotify, pero para tener la experiencia completa vas a ver TikToks, leer artículos y ver video ensayos casi conspiratorios donde se pesquisa cada estrofa por un significado oculto. Y ella, no se queda de brazos cruzados, ella responde poniendo easter eggs en sus videos musicales y la puesta en escena de su tour.

Una nueva relación entre artistas y espectador

La relación entre el espectador y quién le admira ya no es unidireccional, este cambio no se puede subestimar. Las audiencias ahora tienen el poder de influir directamente en la toma de decisiones de los artistas. Muchos de ellos valorarán y considerarán las opiniones de sus seguidores, otros querrán contradecirlas.

Pero a ninguno les será indiferente, pues los fandom, con su imponente poder de organización son fuerzas temibles en sí mismas. Recordemos que el BTS ARMY boicoteó uno de los tantos mítines de Donald Trump de manera ingeniosa con el simple uso de foros y su tiempo libre.

Este empoderamiento de las audiencias no solo se aplica a los campos artísticos, sino que se extiende a otros aspectos de la vida moderna. Los consumidores ahora tienen la capacidad de compartir sus experiencias y opiniones sobre productos y servicios en línea con el mismo celo que lo hacen por los cantantes.

Lo que puede llevar a la “cancelación” de empresas, o todo lo contrario, el agotamiento de inventario por un repentino aumento en popularidad, lo que el podcaster y autor Tim Ferris tildó como “El abrazo de la muerte”. El fandom y sus mecánicas se permea en el consumismo diario, solo piensen en ese conocido fanático de Apple que conocemos todos. Ese que defiende a la “manzana” sin importar cuánto eleve los precios.

Sin embargo, a medida que las audiencias se convierten en creadores, surge una nueva dinámica: la viralidad importa más que la legitimidad. En un mundo con fandom directo, donde la desinformación y el contenido se propagan rápidamente, el impacto de un mensaje o una opinión depende en gran medida de cuántas personas lo vean y compartan.

Es decir, de los algoritmos de recomendación. Esto genera una competencia por la atención y hacer que las voces más destacadas en la conversación artista-fan no sean las más interesantes, sino las más controversiales. Pues muchos de estos fans son creadores de contenido, contenido monetizable. Poniendo así un incentivo para generar controversia. Y no olvidemos el grave problema de acoso que existe a periodistas y a quien tenga una opinión disidente. El espectador-creador también tiene un lado oscuro.

El poder de las audiencias ha evolucionado significativamente en la era digital. Ahora, un fan puede responder, organizarse con otros y ser escuchados más fácilmente que nunca. La comunicación instantánea ha cambiado la forma en que se produce y se consume el arte.

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