Conoció la fama con Charlie Chaplin pero su madre lo llevó a la ruina

Hablar de estrellas infantiles nos remite casi instantáneamente a esas tristes historias donde los excesos de la fama, los escándalos y el olvido de Hollywood cobra protagonismo. Es normal, son muchos los ejemplos trágicos que habitan en este capítulo oscuro de la meca del cine. Ese que nos habla de infancias robadas entre drogas, alcohol y acceso a una vida adulta bajo la desprotección de quienes debían velar por ellos.

Sin embargo, existe una historia que nos habla de una misma caída estrepitosa pero sin excesos de por medio. Les hablo de la primera estrella infantil de Hollywood, Jackie Coogan, más recordado como el niño que acompañaba al tierno Charlot de Charlie Chaplin en su gran clásico, El chico (1921). Un niño que pasó de ser una sensación global a la ruina total por culpa del egoísmo de su propia madre. Aunque su sufrimiento, al final, no fue en vano.

El actor y director de cine inglés Charlie Chaplin (1889 - 1977), y el actor infantil estadounidense Jackie Coogan (1914 - 1984) en una escena de la película 'The Kid'. (Foto de Hulton Archive/Getty Images)
El actor y director de cine inglés Charlie Chaplin (1889 - 1977), y el actor infantil estadounidense Jackie Coogan (1914 - 1984) en una escena de la película 'The Kid'. (Foto de Hulton Archive/Getty Images)

Jackie Coogan nació en el seno de una familia de actores el 26 de octubre de 1914. Los escenarios y el vodevil se convirtieron en parte de su vida desde su nacimiento, acompañando a sus padres a través de sus giras teatrales. Un buen día lo dejaron actuar con ellos recibiendo tal ovación del público que lo convirtieron en figura regular del acto familiar. Fue durante una de las actuaciones en Los Angeles que Charlie Chaplin lo vio por primera vez imitando con gracia un baile de la época. El ‘shimmy’. Se quedó tan prendado que enseguida le ofreció un papel en un cortometraje que estaba a punto de rodar. Corría el año 1919 y Jackie apenas tenía 5 años. Sin embargo, aquello fue el inicio de una colaboración que dejaría huella en la historia del cine dado que dos años más tarde protagonizaron juntos El chico. Jackie fue el elegido para interpretar al huérfano de expresiones dramáticas que acompañaba al vagabundo de Chaplin. Le pagó $75 a la semana y, al terminar la película, le abonó otros $5.000 más.

El chico fue tal sensación cinematográfica que catapultó la figura de su personaje al estrellato inmediato, haciendo que enseguida se pusieran en marcha otras películas de atributos similares como Peck’s bad boy, My boy, Trouble… El éxito derivó en un contrato con MGM percibiendo $500.000 al año además del 60% de las ganancias en películas como las adaptaciones que protagonizó de Tom Sawyer (1930) y Huckleberry Finn (1931). Para aquel entonces se trataba de una cifra que solo un pequeño puñado de estrellas percibían.

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Jackie Coogan pasó a ser ‘el chico’, ‘el pibe, ‘el niño’, ‘el chiquilín’ en diferentes países de habla hispana. Amasó tanto éxito que realizó giras por Europa como una verdadera estrella del celuloide y hasta puso su imagen a merced de una campaña dedicada a recaudar fondos para refugiados armenios y griegos de la Primera Guerra Mundial. Se recaudó nada menos que un millón de dólares siendo recibido por oficiales de estado en EE.UU., Grecia, Italia y hasta por el Papa Pio XI.

Es más, fue de las primeras estrellas comercializadas de manera masiva. Con su rostro y la estética del personaje se vendieron muñecos, álbumes, monedas, artículos infantiles y hasta mantequilla de maní. Sin ir más lejos, en España debemos el nombre de las galletas Chiquilín precisamente a este personaje. Un aficionado al cine llamado Gabriel Artiach Gárate no tuvo mejor idea que aprovechar su pasión por el cine y usar el mismo nombre para las galletas de la empresa familiar nacidas en 1927. Así de enorme fue su éxito y trascendencia mundial. Jackie Coogan no dejó de trabajar en los años siguientes a El chico. Mientras estudiaba con un tutor continuó haciendo películas. Una tras otra.

Durante todo ese tiempo su padre, John Henry Coogan, había cuidado de la fortuna que estaba amasando. Y es que toda la familia se habia beneficiado del éxito de Jackie. Vivían en una casa en el corazón de Los Angeles, tenían su propia granja y eran de los pocos que por entonces tenían piscina. La vida y la economía les sonreía. Sin embargo, un golpe del destino sacudió su existencia cuando Jackie tenía 21 años en 1935. Estaban regresando de un viaje de caza cuando sufrieron un accidente automovilístico que se cobró la vida de su padre y tres acompañantes, incluyendo a su mejor amigo, el también actor Junior Durkin. Jackie fue el único superviviente.

Había protagonizado unas 19 películas antes de cumplir los 18 y se cree que en ese momento su fortuna estaba intacta bajo el cuidado de su padre, estimándose en unos $3 y $4 millones que, ajustados a la inflación, en la actualidad serían nada menos que $44 y $59 millones (casi lo mismo en euros al momento de escribir este artículo). Pero un año después del accidente su madre contrajo matrimonio con el abogado y asesor financiero familiar, Arthur Bernstein. Fue entonces cuando Jackie pidió que le transfieran sus ganancias. No solo hacía tiempo que había superado la mayoría de edad sino que se había casado con su primera esposa, la actriz Betty Grable (tuvo otras tres más), y era hora de hacer su propia vida. Pero se llevó una angustiosa sorpresa al descubrir que su madre y padrastro se la habían gastado en joyas, coches de lujo y abrigos de piel.

Imagínense la decepción. No solo eso, esos adultos tuvieron el descaro de explicar que básicamente no le debían nada porque, de niño, para él había sido un juego actuar ante la cámara. “Nunca se hicieron promesas de darle nada a Jackie” dijo la madre públicamente. El asunto acarreó tal conmoción nacional que el actor demandó a su progenitora en 1938. El litigio fue largo y agotador, llegando al acuerdo de dividirse el dinero que quedaba en 1940. Pero tras pagar las costas legales apenas percibió unos $126.000. De los millones que había generado trabajando sin parar toda su infancia y adolescencia.

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La demanda lo dejó devastado y casi en la ruina, viéndose en la tesitura de pedirle ayuda al responsable de su éxito, Charlie Chaplin. Es decir, mientas su madre y padrastro habían disfrutado del efectivo, él tuvo que rebuscárselas como pudo y el director le entregó sin dudarlos unos $1.000. Jackie Coogan siempre habló maravillas de su descubridor, celebrando en entrevistas su talento para contar historias y así como la paciencia y dramatismo que tuvo para explicarle el argumento de El chico en el rodaje, para que él pudiera entregar esa actuación tan trágica y sentida que todavía sigue consiguiendo que derramemos alguna lagrimilla un siglo más tarde.

Todo este drama familiar puso sobre la mesa un debate que nadie se había planteado hasta entonces en Hollywood: cómo proteger las ganancias de los niños que trabajan en la industria de padres avariciosos.Fue gracias a él y su tragedia que se creó el Proyecto de ley del actor infantil de California, más conocido como la “Ley Coogan” que básicamente desde 1939 estipula que cualquier empleador de un niño actor debe depositar el 15% de sus ganancias en un fondo fiduciario que nadie puede extraer ni manejar hasta que el actor cumpla la mayoría de edad. Esta ley sigue vigente todavía que, además, también estipula la importancia de la escolaridad en edad infantil durante el trabajo, las horas laborales y el tiempo de descanso.

A pesar de todo, y de haber perdido todas sus ganancias, Jackie Coogan supo levantarse y seguir adelante. No volvió a trabajar ante las cámaras durante varios años. Por un lado porque ya había perdido el encanto infantil y no existía el mismo interés por su figura y, por otro, porque se enlistó en el ejército para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Así es, como tenía experiencia piloteando planeadores ofreció sus servicios tras el ataque de Pearl Harbor, encargándose de trasladar soldados en plena batalla.

En 1947 volvió al rodeo hollywoodense a través de papeles pequeños en cine y televisión, aunque fue recién en 1973 que conquistó a una nueva generación de espectadores. Fue gracias a la primera serie de La familia Addams apareciendo en dos temporadas entre 1964 y 1966, dando vida al tío Fétido (o tío Lucas en Hispanoamérica) recurriendo a su experiencia en la mímica y vodevil para regalar a la audiencia un personaje exagerado, cómico, inocente e inolvidable.

Jackie Coogan murió el 1 de marzo de 1984 a los 69 años de un fallo cardíaco tras padecer problemas de corazón, hipertensión y varios derrames cerebrales previamente. Y si bien su fortuna económica nunca volvió a ser la misma, su historia en Hollywood dejó huella más allá del celuloide, haciendo de su sufrimiento un ejemplo que, por ley, jamás volvería a repetirse.

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