Ave Porco: chanchos colgantes, espíritu hedonista y la fecha simbólica en que cerró sus puertas con un “suicidio”
Ave Porco fue una disco y club nocturno que abrió sus puertas allá por septiembre de 1994, en avenida Corrientes 1984. Pero fue mucho más que eso: fue un freak show, un espacio único de la noche porteña que se convirtió en un sitio histórico que perdura en la memoria de todos los que han frecuentado la movida under de los 90.
A dos cuadras de Callao, del otro lado de la Corrientes de los teatros y las librerías, Ave Porco nació de una iniciativa de Marcia Amoroso y Jorge Pizarro, sus creadores y dueños, como un hogar para la escena contracultural de aquella época , donde convivía la cultura drag con el humor bizarro, la música tecno con la tropical, los desfiles de moda con las performances. En fin, el under y la vanguardia bajo un mismo techo, cuando todavía no era muy frecuente encontrarse con tanta diversidad y extravagancia juntas. Fue el lugar de expresión de una movida alternativa en moda, música y teatro, una aventura explosiva que duró apenas cinco años, pero dejó una huella indeleble .
Uno de los sellos característicos del local, de espíritu bisexual, fue sin dudas el diseño realizado por Sergio de Loof (fallecido en 2020), alma máter del espacio de ambientación kitsch, con un chanchito alado en su fachada. Diseñador de moda, videasta, estilista, escenógrafo, pintor, artista plástico y artífice de otros espacios nocturnos centrales como El Dorado, Bolivia y Morocco, De Loof fue referente de las movidas artísticas más interesantes surgidas durante la década menemista.
Como su autor lo definió, su trabajo respondía al llamado “trash rococó”, un estilo creado por él mismo que se caracterizó por la amalgama barroca de consumos culturales y por su carácter efímero. Creador de un arte y una “moda hermosa para pobres y feos”, De Loof hizo un lugar en el imaginario artístico para corporalidades disidentes y sensibilidades minoritarias, explorando también la compleja relación entre arte, dinero e identidad.
El local de 500 metros cuadrados estaba dividido en dos zonas: al frente “Ave”, pintada de color pastel y más luminosa, donde se presentaban los shows, y al fondo “Porco”, siempre más oscura, densa, donde sucedían cosas “más pesadas”. Las paredes eran piezas de arte elaboradas a partir de materiales reciclados, y la mítica barra principal combinaba trencadís y objetos reutilizados de los más diversos incrustados en cemento.
Espacio experimental y disruptivo, los jueves estaban consagrados a la música dance, encabezada por DJ reconocidos y emergentes, con ritmos como acid, hard, minimal y house. En cambio, los viernes y sábados el ambiente se tornaba más extravagante, con pelucas, adornos flúo, vestimentas y maquillajes brillantes, al mejor estilo glam.
Era una disco Ave Porco, pero además de bailar, sus habitués podían asistir a muestras de arte, desfiles y shows teatrales como los de Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese, entre otros artistas del under que se iniciaron en los ochenta y que para ese entonces ya eran de culto. Allí eran residentes los DJ Aldo Haydar, Dr. Trincado, Rodrigo Martin (cantante de Juana La Loca) y Oliverio, entre otros, en medio de toda una movida con personalidades del mundillo subterráneo, artistas y diseñadores que organizaron sus primeros desfiles, como Miuki Madeleire y Kito Rojas.
“Mis recuerdos de Ave Porco son los mejores, porque viví una época ahí de mucha diversión, de mucha transgresión y de mucha libertad creativa, de hacer lo que se me antojaba. Yo era muy chico y llegué a los últimos momentos de la disco, a finales de los 90. Trabajaba haciendo performances, dirigiendo y organizando otros shows para la noche. Ahí hice un espectáculo que se llamó Pulgarza, con Diego Velázquez, Hernán Morán y Vanesa Maja y trabajé codo a codo con los dueños. Era un lugar de encuentro espectacular, donde convergían un montón de cosas que me resultaban atractivas: la noche porteña, la ebullición de lo emergente, lo novedoso”, recuerda el director José María Muscari.
“La gente que de alguna manera había pertenecido al Parakultural, cuando cerró encontró en Ave Porco un lugar de pertenencia, más allá de que era una disco y un lugar para pasarla bien, ver un espectáculo y tomar algo, también era un espacio de encuentro de una generación que lamentablemente quedó sin lugar cuando cerró. Así que, si pienso en Ave Porco, sólo pienso en felicidad”, agrega Muscari.
La disco cerró sus puertas para siempre el 30 de diciembre de 1999, en la antesala del nuevo milenio, clausurando la década del 90. Y sin dudas, la ceremonia de cierre fue uno de los eventos más recordados de sus fiestas.
“Antes del 97, que fue el año en que estallaron las raves, nosotros pasábamos house y música electrónica. Experimentación, ambientación kitsch y espíritu bisexual fueron las improntas de Ave Porco. Lo que dominó fue la mezcla. Quisimos hacer un lugar libre y anti maniqueo, porque nada es sólo lindo o feo. Y en nuestro nombre dejamos clara la contradicción. No nos fue mal, pero quisimos cerrar una etapa. Fuimos un emergente de la cultura de los 90 y ahora queremos hacer otra cosa”, explicaba Pizarro, uno de sus creadores, en una entrevista con Clarín en las vísperas del cierre definitivo.
Como preámbulo de su anunciada despedida, la disco nacida a la luz de los años 90 convocó a sus artistas con una propuesta que incluyó moda, teatro, música electrónica y rock alternativo que denominó el “Suicidio de Ave Porco”. Adicta, Ácida y Audio Perú fueron las agrupaciones que estuvieron a cargo de la musicalización de la noche, junto a los Dj Aldo Haydar y Dr. Trincado. Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese reconstruyeron especialmente para la ocasión una pieza llamada “Adiós Ave Porco”, un show cómico-escatológico en el que animaron a Chichita y Beba. Diseñadores como Miuki Madelaire, Pablo Simon, Gustavo Lento, Culebra, Martín Coronel, Adriana Mayol y Kito Rojas prepararon desfiles continuados, que tuvieron como modelos a Pocho La Pantera, Silvina Pane, Alejandra Masluf y Divina Gloria. Una noche de fiesta que incluyó una acción colectiva sumamente significativa, en la que el público pudo desarmar la barra y, como si fuera un pedazo del Muro de Berlín, llevarse un pedacito de Ave Porco a su casa. Poco tiempo después el lugar fue demolido y vendido el terreno, donde se construyó una de las primeras filiales del supermercado Día.