Cómo es Baño María, el disco de Catriel y Paco Amoroso
Baño María (2024), el primer álbum de Catriel y Paco Amoroso, se presentó en dos eventos inusuales antes de ser publicado en plataformas. El primero fue en el festival Lollapalooza, en una listening party que se anunció como Catriel & Paco en un jacuzzi. La literalidad era extrema: ellos, efectivamente, escucharon el disco desde un jacuzzi, tapados con espuma, tomando champagne, acompañados por la dj Anita B Queen, que custodiaba la fiesta desde un costado del escenario. “¡Que lo disfruten!”, dijo Catriel al presentarlo. La irreverencia de no cantar ni tocar en vivo no pasó desapercibida y uno podría suponer que eso es exactamente lo que el dúo esperaba: puso al público a discutir si un espectáculo musical es más genuino cuando se ejecutan instrumentos en vivo y movilizó reacciones de todo tipo (que van desde sentenciar la muerte de la música en directo hasta su reencarnación gracias a estos dos muchachos) antes de que cualquiera de ellos pudiera escuchar el disco con detenimiento. Lo cierto es que el manto clubero que cubre a todo Baño María hacía de la fiesta un mejor marco para mostrar estas canciones que ningún otro formato.
La segunda presentación asociada a este álbum fue la del corto que dirigió Brian Kazez, que se hizo en el Complejo C Art Media. La película dura 10 minutos y narra una larga noche de aventuras de Catriel y Paco Amoroso, una gira de sentidos alterados que recorre los ánimos, ritmos e historias detrás de Baño María. El dúo empieza su periplo en el living de una casa con la base drum & bass de “Baby Gangsta”; pasa por fiestas, estaciones de servicio y baños públicos hasta que es cooptado por un diablo (una figura queer que parece referir a “Él”, uno de los villanos de Las chicas superpoderosas) que horas más tarde se convierte en un ángel de la guarda. Una linda forma de ilustrar cómo a Catriel y Paco les divierten mucho más los bordes (entre lo bueno y lo malo, lo celebrado y lo rechazado) que zambullirse de lleno en las fórmulas seguras. Las escenas que siguen los incluyen en un duelo como personajes del videojuego Street Fighter y luego como reptiles de la noche porteña que recuerdan a Leonardo Di Caprio en Lobo de Wall Street (en una de esas secuencias, ambos se encuentran acariciando el suelo y terminan a los besos).
Finalmente, el 18 de abril, Catriel y Paco Amoroso hicieron la tercera (y difícilmente la última) de las jugadas de la presentación de Baño María y publicaron 11 de los 12 tracks del disco en las plataformas. Entre los temas que aparecieron está “Supersónico”, full pop de rave, que tiene a Lali como invitada, con quien comparten un gusto por lo kitsch, una picardía para moverse en el ámbito público y un interés por ser parte y referenciar a la cultura popular en todo lo que hacen. Un ejemplo pequeño: con “Quienes son?” Lali jugó a ubicarse en la línea sucesoria de morochas argentinas detrás de Moria Casán. En el dúo, más que un recurso en la escritura involucrar a la farándula local es su deporte favorito: pasando por el verso más hitero de sus singles (“fumando flores con Lamothe”) y el del adelanto de Baño María (“si digo verdades me van a matar como a Natacha Jaitt”), sin olvidar los besos entre Paco Amoroso y Adriana Aguirre para el video de “Paga Dios”.
El track faltante de Baño María es “Agua”, una colaboración con Tini, otra de las grandes estrellas pop argentinas del momento. Hasta la salida de este álbum, con ella compartían menos, poco o casi nada. Otro ejemplo chiquito y reciente: en Un mechón de pelo (2024), su último álbum, la cantante se explaya sobre el malestar que le generan los rumores sobre su vida privada y desmiente consumir drogas. Catriel y Paco, en cambio, hicieron un disco entero sobre vivir en esa exploración lisérgica. El juego con la expectativa del track faltante está fundado en una pregunta: ¿qué zona común tienen dos proyectos tan distintos estéticamente y que conversan con públicos que parecen tan alejados entre sí?
En su afán de caminar por el borde, Baño María arma con el trap/pop latino una zona común más grande que la esperada. Particularmente en “Baby Gangsta”, “Dumbai”, “Sheesh” y “Mi diosa”, en los que se mueven entre el dembow, el reggaetón y el r&b pasados por un filtro tecno, con algunos yeites de la música centroamericana: historias que transcurren durante sesiones de perreo y brindis (“cuando ella baila/ se le ve/ debajo de esa minifalda/quiero ver”); la vida de estímulos y estrés de una estrella de la música (“vivo en un hotel/ ya parece mentira”) y el lamento de rotura de corazones a mansalva en la cima de la fama (“varias que jodí y una que me jode a mí/ yo por todas lo siento”).
Quizás sea otra fase del experimento de este dúo (que incluye sus recorridos solistas en incursiones que van desde el pop electrónico de Saeta (2021) de Paco hasta el lodo metalero de Barro, el proyecto paralelo de Catriel). Sin embargo, esos momentos de Baño María dejan el borde entre lo real y lo paródico un poco desdibujado. En la segunda parte, “La que puede, puede”, que se había lanzado como adelanto del álbum, inaugura una serie de temas mucho más conectada con sus singles que con los primeros tracks del disco. Como lo hacía en el convulsionante “Ola mina XD”, la voz distorsionada de Catriel repite el mantra exorcizador de envidia y arremete con algunas barras rápidas que por veloces no son menos significativas, como “no me cierra una motosierra” y “música perra arruina la tierra, cotiza como soja”.
Después, en “El único”, dos hombres hacen catarsis sobre una mujer que coquetea con ellos, antes de descubrir que se trata de una misma persona, como si fuera el reverso de “Titi me preguntó”, de Bad Bunny. Cuando Catriel y Paco Amoroso se posicionan como traperos antihéroes que no le ganan ni quieren ganarle a nadie es cuando más brillo le sacan a su juego. Así lo hicieron al irrumpir en la escena en 2018, en plena explosión del género a nivel local, y se ganaron hasta el corazón del rockero más prejuicioso.
“Prefiero vivir con las ratas/Que con los dueños de todas las gatas”, cantaban en ese momento en “A mí no”. Es en esa línea de su música que esquiva los lugares comunes de la música urbana con insolencia, la línea en la que Catriel y Paco Amoroso demuestran que más allá de posibles experimentos o fases de exploración, siguen cuidando su frescura e irreverencia.