Babasónicos desplegó todo su encantador swing en el Movistar Arena
“Mi deseo es envolverme en agua salada / Deslizarme con mi tabla por montañas de agua”, canta Adrián Dárgelos al promediar el show de Babasónicos en el Movistar Arena, el estadio porteño elegido por la banda para cada tramo de la gira de presentación de Trinchera, su último disco de estudio. La canción es “Montañas de agua”, sumada al repertorio del grupo desde abril de este año pero ausente en la última década. Pero la canción sorprende no solo por su presencia, sino también por su ejecución. Babasónicos ejecuta el tema en sincro con el videoclip, proyectado las pantallas que formaban el cubo gigante encima de ellos. Abajo, canta el Dárgelos actual; arriba, un lip sync a futuro del Dárgelos modelo 1994. Abajo, un karaoke de sí mismo; arriba, un challenge de TikTok invertido.
En los momentos en los que el video baja a una simil cámara lenta, los beats de la percusión se corren y se produce eso que podría llamarse “el swing babasónico”. Aunque en términos musicales sea una palabra propia del mundo de jazz (el equivalente rockero sería “groove”), queda claro en Arrogante Rock - Conversaciones con Babasónicos, de Roque Casciero, que la idea de swing es bien cara al universo del grupo. Porque no se trata solamente en la forma de tocar en relación al pulso de cada canción, acá se traslada a una forma de decir las palabras (por momentos pareciera que Dárgelos es capaz de empatar en suavidad todas las consonantes), de vestirse, de instrumentar las canciones y de moverse (desde el contoneo de Dárgelos hasta el microdancing permanente de Diego Uma pasando el estatismo dandy de Carca).
Si la idea de swing implica liberarse de la rigidez de las figuras musicales en un mecanismo que consiste en notas que le roban tiempo a otras siempre y cuando se esté dispuesto a que haya notas que acepten la pérdida, esa manipulación del tiempo que suena relajada pero en el fondo esconde un cálculo, Babasónicos parece aplicarla en todas sus dimensiones. Incluso al armado de la lista de temas. El inicio fue con pulso bailable. “Mimos son mimos” nuevamente fue el punto de partida y para “¿Y qué?” y “Microdancing”, Dárgelos y Diego Uma ya rompían con total libertad el cuadrado que habían propuesto como formación, con el resto de los músicos contenidos en el centro del escenario. “Vampi” y “La izquierda de la noche” cerraron ese bloque y otra vez nada parecía casualidad. Después de que con una versión dance de “Deléctrico” inundaran de luces el estadio, era el momento de bajar. Primero con un romanticismo descarnado y después con la mirada mitad hedonista y mitad crítica de la escena nocturna.
Y entonces, el bloque guitarrero para cambiar de swing: “Sin mi diablo”, “Desfachatados” y “Pendejo”. Para Babasónicos, el rock and roll siempre fue tan carnal como alucinado. Así el grito final que Dárgelos suelta como una orden para el progreso: “Mi nombre no es importante / Lo importante es olvidar”.
La curva final volvió a intercalar viejos hits con temas de Trinchera. Estuvieron el par “Carismático” / “Yegua”, “Los calientes” y “La lanza” y también “Mentira nórdica”, “Vacío” y “Bye Bye”. Para el cierre antes de los bises “La Pregunta” perdió efectividad en relación a shows anteriores. En su carácter de rave cerebral que generalmente funciona como pivot al promediar la lista, esta vez no tuvo el espesor y trance de otras veces. Pero los bises lo arreglan todo. Esta vez sin sorpresas y sin necesidad de volver a la distorsión, fueron por los hits transversales: “Como eran las cosas”, “Putita” y “Irresponsables”.
Mucho antes, dos temas en continuado ya habían dialogado entre sí en un swing hacia el centro de la música pop. En “El colmo”, el protagonista le pide a la canción que lo lleve lejos y lo convierta “en el murmullo de una ciudad que no sepa quién soy”. Y en “El ídolo”, el protagonista dice que cuando muera desearía regresar “en la piel de una canción”. Si para Barthes (y para Cerati también) el lenguaje es una piel, para Babasónicos también puede ser melodía. Ahí, otra forma del swing babasónico. La canción como deseo de escape, y de regreso también.