Cómo es Benito de La Boca, el musical inspirado en la vida del vecino más ilustre que tuvo el barrio porteño y en el teatro que él donó
Si hay un artista que, radicalmente, le dio identidad al barrio de La Boca, ese fue Benito Quinquela Martín (1890 -1977). Más allá de su producción pictórica en la que retrataba la actividad barrial y que ubicó varias de esas piezas por el vecindario como si todo fuera parte de una muestra site specific a cielo abierto, está todo lo que esta figura clave de la cultura dejó como legado para sus vecinos, para su gente. Entre tantas obras de este señor de una vida increíble está el Teatro de la Ribera, cuyos terrenos donó a la ciudad y que se inauguró en 1971. Desde principios de este siglo, la sala forma parte del Complejo Teatral de Buenos Aires, que depende del gobierno porteño.
Como si fuera un trabajo de capas, en el barrio al que él le dio identidad, en la sala en la que él donó sus terrenos y en donde hay cuatro grandes pinturas suyas se estrena este jueves 13 el musical Benito de La Boca, propuesta con dramaturgia y dirección actoral de Juan Francisco Dasso, coreografía de Gustavo Wons, música original y dirección musical de Gustavo Mozzi e idea original y dirección general de Lizzie Waisse. O sea: un equipo de talentosos creadores de diferentes generaciones y diversos roles artísticos que se embarcaron en recorrer la vida de este señor de tantas vidas ligadas a esta zona de la ciudad de una personalidad única.
“Benito se inventó a sí mismo como reinventó su propio territorio desarrollando una obra que representa a un barrio para que, luego, ese barrio represente su propia obra. Un niño expósito, un adolescente carbonero, un postimpresionista, un militante del acceso a la educación, un bon vivant ribereño, un artista reconocido mundialmente, un filántropo”, describe en la información oficial Juan Francisco Dasso, el director y autor de El hombre de acero, una de las obras más elogiadas del año pasado, a esta figura emblemática de la cultura argentina.
Todas las capas del hombre que se inventó a sí mismo y a su barrio están desplegando sus formas en esta sala ubicada frente al Riachuelo que él transformó en ícono pop y a metros de la calle Caminito que también lleva su firma. En el escenario del teatro conviven todos los emblemas visuales del barrio diseñados por Marlene Lievendag y Micaela Sleigh, mientras los actores y músicos van puliendo una de las tantas escenas del musical. “La Boca no es simplemente un barrio, un territorio, ¡La Boca es un estado espiritual!”, se escucha en una de las tantas escenas de Benito de La Boca.
Quinquela Martín nació en marzo de 1890. A las tres semanas fue abandonado en la Casa Cuna de Barracas. Junto a él, un medio pañuelo con una flor bordada cortado en diagonal para hacer posible un futuro reencuentro que nunca se produjo, había una nota que decía: “Este niño ha sido bautizado con el nombre de Benito Juan Martín”. A los ocho años fue adoptado por el matrimonio Chinchella. Su padre adoptivo, Manuel, era genovés y se había criado en Olavarría. Su madre adoptiva, Justina, entrerriana y de ascendencia indígena. Tenían una carbonería muy modesta. Cursó dos años la escuela primaria y empezó a colaborar en la carbonería de su padre. De adolescente, lo ayudaba en el puerto como estibador. Ya devenido en un pintor de fama, se movió muy por fuera de los espejos de colores del reconocimiento, el dinero, las tendencias de las artes visuales en de su momento: lo suyo siempre fue La Boca, el apostar por su gente, por sus vecinos. De eso, también, habla la obra.
El espectáculo que se estrena este jueves 13 también tiene sus particularidades en lo que hace a su génesis. Por lo pronto, quien imaginó todo esto, la regisseur Lizzie Waisse, ahora mismo está puliendo una de las escenas del montaje. Por su formación, su mundo es el de la ópera. Ama a Verdi como a Bach, como reconoce en un alto del ensayo cerca de donde la diseñadora de luces Eli Sirlin instaló sus equipos en medio de la platea. Pero por fuera de su formación en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, en las carreras de canto y regie, fue asistente del director teatral y gestor Cecilio Madanes quien, justamente con Benito Quinquela Martín, dio forma a la calle Caminito a finales de la década del 50, en terrenos por donde antes pasaba un tren.
Desde hace 6 años, Waisse está indagando en el legado de este creador. Se topó con otra dimensión de este creador mientras estudiaba cine documental en la Unsam. En aquellos tiempos le tocó hacer un trabajo sobre la contaminación de aire en el Hospital de Odontología Infantil Don Benito Quinquela Martín. “¿Cómo es que el pintor fundó ese hospital?”, se preguntó. Aquello fue el germen de esta obra que siempre imaginó presentar en el teatro que él mismo fundó. Vía Instragam, se lo propuso a Gabriela Ricardes, directora general del Complejo Teatral de Buenos Aires. Desde febrero, aquella idea fue tomando forma y sigue tomando forma en esta tarde de sol invernal.
“Estoy súper contenta porque estamos logrando el objeto de hacer una obra sobre Quinquela en el teatro que él fundó y, de paso, visibilizar su figura y su obra, no solo la del lienzo, sino también su trabajo filantrópico de una persona que toda la plata que ganó la invirtió en su barrio. No se compró ni una casa ni un auto, y eso interpela al modelo actual”, apunta con un indisimulable orgullo esta creadora vinculada con el mundo operístico tanto en escenarios locales como extranjeros. Con el mismo orgullo, como tratando de saldar una deuda histórica, destaca que los 4 murales que están adentro de la sala por primera vez estarán iluminados como corresponde. Eso sucederá casi al final de la obra.
En el escenario, mientras músicos e intérpretes repasan una escena, se reproduce el gran puente transbordador que está a metros de aquí. Ampliando la mirada, Lizzie Waisse considera que la verdadera escenografía de la obra es la misma sala y el mismo barrio de La Boca en donde están sus múltiples creaciones a pocos metros del teatro: el museo, el lactario, la misma calle Caminito, una escuela, sus cuadros. “Fue un visionario que tuvo una gran cintura política que le permitió atravesar las grietas teniendo un modelo de conducta muy difícil de encontrar en la actualidad. Siempre vivió en el mismo cuartito. Quinquela es modelo de conducta”, apunta.
Desde otra perspectiva hay que reconocer que esta propuesta está por fuera de cierto esquema de producción del CTBA. Por lo pronto, salvo tres personajes, el resto del elenco fue elegido por audiciones abiertas que se iniciaron en febrero. Aquella vez se presentaron uno 400 artistas. “Me parece aleccionador que haya sido un proceso abierto evitando que siempre trabajen los mismos en los teatros públicos -asegura-. Yo trabajo en el Teatro Colón desde 1994, pero nunca dije que fuera mi casa porque no lo es, es de la comunidad y tiene que haber rotación en quienes trabajan en esos lugares”.
Entre la trayectoria de Lizzie Waisse como docente del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y su trabajo actual en la sala de La Boca hay obvias diferencias. “Reconozco que me metí en un mundo muy elitista, pero cuando entré a la universidad nacional entendí que el arte tiene que tener un sentido y no ser solamente algo de un entretenimiento snob. La puesta de Einstein on the Beach, de Philip Glass y Robert Wilson que se presentó hace poco en el Colón, costó más que este proyecto y solamente hizo dos funciones. Eso es algo elitista, sin sentido. Este espectáculo, con suerte, se quedará hasta fin de año y no costó tanto. Lo más caro de todo esto es este teatro, que ya existía”, apunta con los lógicos nervios del debut.
Hay dos datos llamativos que exceden a este montaje. Por lo pronto, desde noviembre del año pasado no se presentaba ningún espectáculo en el Teatro de la Ribera. A futuro, de quedar programado Benito en La Boca hasta fin de año implicaría que en una de las 6 salas que dependen del CTBA a lo largo de esta temporada se presente solamente un producción propia. Lo cual, en principio, es un tanto llamativo.
Los vecinos de Benito
El elenco completo de la obra, unos 25 actores, está compuesto por Roberto Peloni, Rodrigo Pedreira, Belén Pasqualini, Alejandra Perlusky, Julián Pucheta, Sol Bardi, Jimena Gómez, Francisco Cruzans, Nicolás Repetto, Evelyn Basile, Tatiana Luna, Mariano Magnífico, Federico Strilinsky, Nicolás Tadioli, Florencia Viterbo, Fiona Mastronicola y Matías Prieto Peccia, acompañados por los músicos Cristina Chiappero, Eleonora Ferreira, ARO, Agustín Lumerman, Manuel Rodríguez, Poly Pérez y Santiago Torricelli.
Roberto Peloni, de notable trayectoria en grandes musicales, hace de Benito. Rodrigo Pedreira, del compositor de tango Juan de Dios Filiberto, íntimo amigo del pintor. Belén Pasqualini, de una guía turística que oficia como una especia de narradora. En febrero llamaron a Peloni del CTBA para proponerle recrear la vida del verdadero inventor de La Boca. En aquella oportunidad no se le ocurrió pensar por qué habían reparado en él. Apenas se enteró de la tentadora oferta no paró de indagar en la historia de esta figura capital de la cultura popular.
“En la obra son los habitantes de La Boca los que cuentan su historia en medio de una atmósfera un tanto fantasmagórica, en la cual aparecen los marineros, los carboneros, los obreros socialistas, las prostitutas, los trabajadores del puerto, un jugador de fútbol, un bombero voluntario, algunas damas de beneficencia y los inmigrantes genoveses. Los únicos que están en escena durante toda la obra son los personajes de Filiberto, su amigo y la guía, que está parada en el presente. A lo largo de la acción, el resto del elenco irá haciendo múltiples personajes vinculados con Benito, como Alfonsina Storni, Benito Mussolini, Marcelo T. de Alvear, la infanta Isabel, Juan Perón o Alfredo Palacios”, traza un panorama sobre el recorrido de la obra atravesada siempre por canciones, momentos coreográficos y estructuras escenográficas en movimiento.
“La obra tiene algo de ensueño, de una construcción colectiva sobre lo que significó y significa Benito”, cuenta Roberto Peloni. Para él, mucho antes de todo esto que lo tiene como protagonista, el creador evocado era simplemente el pintor de La Boca. “Nací y viví mucho tiempo en Lanús y desde chico pasaba muchas veces por la puerta de este teatro. Claro que no tenía conciencia de todo lo que hizo Quinquela Martín. Con los años entendí que él pintó a La Boca antes que La Boca sea La Boca. Ahora entiendo que es imposible no enamorarse de este personaje, entiendo el amor que la gente del barrio siente por él. Es una figura que despierta devoción”, se entusiasma mientras todavía luce una capa que usa en la obra.
En el proceso creativo, le costó darle forma a este Benito. Durante tiempo se la pasó buscando material del pintor hasta que entendió que su composición no pasaba por lograr una caracterización fiel a su imagen. En esa indagación le gustó reparar en hechos que parecen menores en su vida: como cuando Quinquela Martín se tiró al río a buscar un mascarón de proa sin saber nadar y fue Filiberto quien lo rescató. En ese proceso descubrió que él le tocaba dar vida al Benito de la gente en ese mezcla tan extraña, como apasionante, entre lo real y las infinitas leyendas que circulan alrededor de este creador de mundos pictóricos y obras concretas pensadas para las necesidades del barrio que él construyó, que él diseñó; que él transformó en una postal que da vueltas al mundo.
El primer contacto de Quinquela Martín con la pintura fue a las 12 años, cuando tomó un curso gratuito de pintura en el barrio. Desde esa perspectiva, hay similitudes con el actor. Roberto Peloni empezó a estudiar teatro a los 15 años en una escuela municipal de Lanús. Dato al pasar: nunca había ido a un teatro. Con los años, trabajó en grandes producciones de la escena comercial como en el circuito independiente y fue parte de Morfi, todos a la mesa. Desde esta semana, alternará su trabajo como Benito con la actuación en la elogiada obra El brote, dirigido por Emiliano Dionisi, y la dirección de Costa presidenta.
Mientras el actor habla se cuela la música del espectáculo. Es otro mundo, que forma parte de esta especie de lienzo escénico, estuvo y está a cargo del compositor y gestor Gustavo Mozzi. “El punto de partida y de inspiración fue la música portuaria, el puerto de La Boca a principio del siglo pasado en donde había una confluencia de géneros, de estilos. Un lugar en donde operaban logias y sociedades filantrópicas que albergaban a toda una inmigración de carácter independentista, por eso lo de la República de La Boca. Y por esa misma razón durante las 21 canciones se pasa por el candombe como por la murga, pero también por la canción litoraleña, la polka, la zarzuela, la tarantela desde una mirada contemporánea, una sonoridad industrial que permite abordar esos géneros desde otra perspectiva”.
En un momento dado, los emblemas de este barrio cantan: “No queremos ser recuerdos de vitrinas ni suvenires en el fondo del cajón”. El desafío está planteado. Desde el jueves a la noche, el mascarón de proa de Benito de La Boca inicia su recorrido.
Cuándo se estrena
Benito de La Boca, sobre idea y dirección de Lizzie Waisse, se estrena este jueves 13. Luego, tendrá funciones de miércoles a viernes, a las 15 y de sábados a domingos, a las 17. En el Teatro de la Ribera, Pedro de Mendoza 1821, La Boca. Entradas desde 2.000 pesos