Bienvenido a la era de las peleas en jaula

Robert F. Kennedy Jr. habla en un festival organizado por un grupo libertario en Lancaster, N.H., el 22 de junio de 2023. (Ryan David Brown/The New York Times)
Robert F. Kennedy Jr. habla en un festival organizado por un grupo libertario en Lancaster, N.H., el 22 de junio de 2023. (Ryan David Brown/The New York Times)

Llamémoslo el cuerpo a cuerpo de los hombres de mediana edad.

Ya conocemos el evento principal. Sería Elon Musk contra Mark Zuckerberg en Las Vegas, o quizá en el Coliseo de Roma. Los multimillonarios tecnológicos rivales avanzan, poco a poco, hacia un combate en la jaula, mediado por Dana White, presidente de la UFC.

Y como combate preliminar, ¿qué tal un senador estadounidense en activo contra un jefe sindical? El senador Markwayne Mullin, republicano por Oklahoma, retó la semana pasada a Sean O’Brien, presidente general de la International Brotherhood of Teamsters, a un combate de artes marciales mixtas después de que O’Brien lo llamara “payaso” y “fraude” en Twitter.

Por si eso no fuera suficiente testosterona, tal vez convenga hacer algunas proezas de fuerza. Robert Kennedy Jr. podría estar interesado. Hace poco, el candidato presidencial demócrata se quitó la camiseta en Venice Beach para hacer flexiones y press de banca inclinado, mostrando una parte superior del cuerpo inusualmente definida para cualquiera, y mucho más para una persona de 69 años. (Tiene una década más que Jeff Bezos, que también es musculoso). También podría serlo Jamaal Bowman. El jueves, el representante demócrata de Nueva York publicó en Twitter un video en el que se veía levantando 183 kilogramos.

Para algunos hombres poderosos, esta es una temporada para pavonearse. Ya no se conforman con encarnar los ideales masculinos de los logros financieros, profesionales y políticos —o simplemente con optimizar su condición física, como hacen desde hace tiempo los directores ejecutivos de las empresas tecnológicas—, sino que de repente quieren que veamos los logros de sus cuerpos. Agarrar, apretar, flexionar, dominar (o ser dominado): ya no son metáforas manidas de conquista empresarial o intelectual. Son descripciones literales de los peces gordos de Estados Unidos que se lucen como chicos musculosos.

Entonces, ¿a qué vienen todas estas ostentosas muestras de machismo? Para empezar, por lo general son solo eso: exhibiciones.

“Gran parte es espectáculo”, afirmó Andrew Reiner, profesor de Estudios del Hombre en la Universidad de Towson y autor del libro “Better Boys, Better Men: The New Masculinity That Creates Greater Courage and Emotional Resiliency”. Como lo demostró la sesión viral de levantamiento de pesas de Kennedy, un poco de machismo bien sincronizado es perfecto para la máquina de las redes sociales.

Pero, según Reiner, estos comportamientos exhibicionistas también se basan en algo más profundo: tropos de honor masculino y fuerza personal de los que la cultura pop estadounidense se ha ido alejando, pero que puede estar redescubriendo.

“Es una masculinidad de manual, de la vieja escuela”, aseguró Reiner, señalando la bofetada de Will Smith a Chris Rock en los premios Oscar de 2022 —después de que Rock hiciera una broma sobre la esposa de Smith, la actriz Jada Pinkett Smith— como un momento decisivo.

Uno de los factores del momento del combate en jaula es la creciente influencia de la cultura de las artes marciales mixtas. Joe Rogan, un destacado aficionado a los combates que posee un cinturón negro en “jiu-jitsu” brasileño, llega a millones de personas con su pódcast, “The Joe Rogan Experience”, en el que Musk, Kennedy y Zuckerberg han aparecido como invitados. Mullin, el senador, tuvo una corta carrera como luchador de artes marciales mixtas.

Las idas y venidas de Musk-Zuckerberg y Mullin-O’Brien recuerdan a las charlas performativas de un pesaje de boxeo y al teatro atlético o “kayfabe” de la lucha libre profesional, donde los luchadores interpretan a personajes que nunca reconocen que existe un guion.

Esta mezcla de realidad y fantasía se convirtió en una característica clave de la vida pública estadounidense durante los años de Trump, según Abraham Josephine Riesman, autor del libro “Ringmaster: Vince McMahon and the Unmaking of America”. La difuminación de la realidad es clave para entender un mundo en el que las actuaciones exageradas de la masculinidad heterosexual pueden apoderarse de nuestra atención colectiva, comentó Riesman.

“Hay algo en comprometerse con una parodia totalmente exagerada que simplemente funciona en el cerebro humano”, explicó.

Otro elemento común puede ser la sobrecompensación. Después de ser fotografiado sin camiseta el verano pasado a bordo de un yate (y posteriormente ridiculizado por su físico), Musk tuiteó en octubre que había estado ayunando y tomando Wegovy, un medicamento recetado para tratar la obesidad. Y aunque Zuckerberg, que mide 1,70 metros, es de hecho un atleta comprometido, ha ostentado durante años el título de rey de los nerdos, que heredó de Bill Gates. (Hace poco, Zuckerberg se ha dedicado a entrenar y competir en artes marciales, y a subir selfis de espejo de su progreso en Instagram).

Mientras tanto, para Kennedy, lucir su torso sin camiseta contrasta con el favorito demócrata, el presidente Joe Biden, que tiene 80 años. “¡Poniéndome en forma para mis debates con el presidente Biden!”, tuiteó Kennedy, junto a un video en el que aparecía haciendo flexiones.

La historia moderna de los hombres políticos que se pavonean y pelean se remonta al menos a Teddy Roosevelt a principios del siglo XX. Vladimir Putin, presidente ruso y cinturón negro de judo, fue fotografiado sin camiseta a caballo en 2009. Y Paul Ryan, expresidente de la Cámara de Representantes y excandidato a la vicepresidencia, posó con pesas de 18 kilogramos para la revista Time antes de las elecciones presidenciales de 2012.

Por supuesto, las mujeres que ocupan puestos de liderazgo se enfrentan a un escrutinio sobre su aspecto y capacidades que Musk y Kennedy nunca han experimentado. Imaginemos, por ejemplo, cómo se hablaría de una directora ejecutiva que mostrara la aparente impulsividad, agresividad y vanidad de Musk.

“El margen con el que las mujeres pueden mostrar cualquier tipo de celos, resentimiento, ego o deseo de salir adelante de cualquier manera sin trabas es muy estrecho”, afirmó Samhita Mukhopadhyay, coeditora de la antología “Nasty Women: Feminism, Resistance and Revolution in Trump’s America” y autora del libro de próxima publicación “The Myth of Making It”.

Es posible que los tiempos estén cambiando. Marjorie Taylor Greene, congresista por Georgia y aficionada al “crossfit”, que en una ocasión compartió un video en el que aparecía haciendo dominadas, llamó “zorrita” a su colega republicana Lauren Boebert, de Colorado, el mes pasado en la Cámara de Representantes. Fue el tipo de provocación que cabría esperar antes de un combate en la jaula.

c.2023 The New York Times Company