Bienvenidos a la era de la paternidad en serio
Un segundo después de que la pala de plástico golpeó el brazo de mi hijo, la madre del otro niño corrió hacia el arenero con cara de ”¿No puedo relajarme cinco segundos?”. Yo también me acerqué (quizá con la misma expresión) tratando de decirle que no había pasado nada (mi hijo estaba ocupado jugando con otro juguete sucio y arenoso y apenas se había dado cuenta), pero ella ya estaba de rodillas, a la altura de su hijo, hablando en un lenguaje que muchos padres milénials reconocerían.
“Veo> que estás frustrado”, le dijo, con cara de agotamiento. “Querías jugar con esa cubeta y es el turno de alguien más, y eso es difícil”. Bromeé, “Ah, ponle nombre al sentimiento”, y añadí un comentario sobre cómo mis hijos son prácticamente salvajes para cuando se acaba el fin de semana. Me sentí mal de que pensara que algo tan normal (¡Los niños pequeños lanzan cosas! ¡Los niños pequeños están loquitos!) requería una respuesta tan elaborada.
No obstante, ese es el ambiente de gravedad que se respira últimamente en los círculos de padres. Parece que los papás están leyendo un guion que vieron en Instagram, esforzándose al máximo por ser empáticos en momentos en los que solo querrían decir “Basta” o “Porque sí”.
No hay mucha ironía en el patio de recreo. El tono sarcástico, que reinaba en los blogs de padres de la Generación X (y en internet en general) en la década de 1980 y principios de 2010, está claramente descartado. Los padres milénials, guiados por influentes, se muestran orgullosos de su esfuerzo y adoptan la idea de que un estilo de crianza más amable y respetuoso también puede ser una manera de autosanación.
‘El trabajo más difícil del mundo’
La “crianza respetuosa”, una estrategia que se aleja del castigo y se concentra en ayudar a los niños a ser más conscientes de sí mismos, es el término que se ha puesto de moda, pero en ocasiones se utiliza como un cajón de sastre para un conjunto de estilos de crianza centrados en las emociones. La idea predominante es que es importante reconocer y comprender los sentimientos del niño, manteniendo los límites y, a su vez, los padres se benefician al reconocer sus propios sentimientos.
“Es una generación que se toma el aprendizaje y el autocrecimiento muy en serio”, señaló Becky Kennedy, de 40 años, psicóloga clínica conocida como la doctora Becky por sus casi 2 millones de seguidores de Instagram, y a quien la revista Time llamó la “maga de la crianza milénial”.
“Ideas como que los sentimientos no son secundarios, sino el núcleo de lo que eres… ya se aceptan más”, afirmó. “Creo que es una generación que siente que solo se vive una vez, así que quiero entenderme mejor y quiero sentirme bien”.
En una ocasión, después de dar una charla TED, se le acercó una persona y le dijo que ser padre era el único trabajo que le importaba a la gente en su lecho de muerte. Me dije: “Vaya, qué lúgubre, pero también pensé que, en efecto, así es. Y de esta manera, para una generación que se toma en serio el aprendizaje y el crecimiento personal, ahora tienen el trabajo más difícil del mundo, el que más les importa”.
En su cuenta de Instagram, Kennedy comparte videos sobre temas como qué hacer cuando tus hijos mienten o dicen que no y cómo lograr que se laven los dientes. Algunas publicaciones tratan en específico sobre los padres, incluido un video reciente en el que explica que los padres que se toman tiempo para estar lejos de sus hijos son autosuficientes, no egoístas. Este mes, Kennedy publicó un video titulado “Dile esto a tu hijo hoy”, en el que camina por una cuadra de Nueva York como si estuviera hablando por FaceTime con una amiga, y explica cómo tratar a un niño que está en una fase difícil:
“Ve con tu hijo esta noche y susúrrale algo como esto”, sugiere en el video. “‘Mira, solo quiero decirte una cosa: no hay nada que puedas decir o hacer que me haga quererte menos. ¿Entendiste?’”.
“¿Esto significa darle permiso a tu hijo para que se porte mal?”, pregunta, con un tono de voz cada vez más elevado, más enfático. “¡No! Tenemos que dejar esa mentalidad. Todos, adultos y niños, tenemos que sentirnos bien por dentro antes de actuar bien por fuera”. (“Good Inside” es el título de su libro éxito de ventas y el nombre de su plataforma en internet).
Otra cuenta popular es Big Little Feelings, creada por dos amigas de toda la vida, Kristin Gallant, de 36 años, y Deena Margolin, de 33, psicoterapeuta con licencia. (Gallant tiene tres hijos y Margolin, dos.) Big Little Feelings, que se creó justo antes de la pandemia, ya tiene más de 3 millones de seguidores en Instagram, y el ambiente es más de madres en modo supervivencia. Ahí mezcla consejos prácticos (“Cómo hacer que tu hijo deje de pegar”, “¿Perdiste la paciencia con tu pareja delante de tu hijo? He aquí cómo repararlo”) con ejemplos de las propias luchas de las mujeres que son madres trabajadoras que intentan mantener la cordura.
El nuevo doctor Spocks
Cada generación de padres tiene sus gurús. Por ejemplo, los boomers recurrieron en masa al Dr. Benjamin Spock; la generación X descubrió el estilo de crianza “menos es más” de los franceses gracias al libro “Cómo ser una mamá cruasán” y a las guías del pediatra Harvey Karp “El bebé más feliz” y “El niño más feliz”. (Los padres milénials quizá reconozcan a Karp como el creador del Snoo, un moisés automatizado). No obstante, los padres de la actualidad tienen Instagram y TikTok, donde pueden seleccionar un panel de personas influentes de entre un mar de opciones y llevarlas en el bolsillo para consultarlas varias veces al día.
Es un ámbito liderado en gran medida por mujeres que son madres de niños pequeños. Además de las creadoras de Big Little Feelings y de la doctora Becky, que a veces oye a algún padre o madre utilizar sus técnicas en la vida cotidiana, están Jazmine McCoy, psicóloga clínica que se hace llamar “The Mom Psychologist”, Emily Oster, escritora y economista que tiene un boletín popular, y muchas otras.
Entre los instagramers milénials, también hay un grupo centrado en desafíos específicos: el sueño, el control de esfínteres, el juego, la alimentación. Solid Starts, que ayuda a los padres a introducir alimentos nuevos de manera segura y a evitar comer entre comidas, tiene 2,6 millones de seguidores en Instagram. Taking Cara Babies, una guía de entrenamiento del sueño para padres agotados, tiene 2,4 millones de seguidores, mientras que Busy Toddler, una cuenta dedicada al juego reflexivo, tiene 2 millones de seguidores.
El tono de muchas de estas cuentas populares sobre crianza suele ser no solo instructivo, sino también tranquilizador y de apoyo, algo que no dista mucho de la manera en que se anima a los padres a hablar con sus hijos: Lo estás haciendo muy bien. No eres un mal padre. Es normal cometer errores. Esto es difícil.
“Creo que nos presionamos tanto a nosotros mismos que nuestra identidad casi se consume con preguntas como: ¿Mi bebé está durmiendo de la mejor manera posible? ¿Mi hijo pequeño está haciendo lo que corresponde con su edad?”, afirmó Gallant.
“Cuando tenemos dos horas libres después de acostarlos, seguimos investigando qué es lo mejor para ellos”, dijo, y añadió: “Nunca lo harás a la perfección, así que estás siendo muy pretensioso”. La pregunta más habitual que se hacen los seguidores de Big Little Feelings es alguna versión de: “¿Estoy echando a perder a mi hijo?”.
Las redes sociales tienen algunas respuestas, pero también son parte del problema. Ahora más que nunca, los padres pueden observarse entre sí (o al menos una versión filtrada mutua), lo cual crea comunidad… y ansiedad.
“Los círculos de comparación son más grandes, profundos y accesibles que nunca”, comentó Matthew Zakreski , de 39 años, psicólogo infantil de Roxbury, Nueva Jersey, y padre de dos niños pequeños. “Por la forma en que está programado nuestro cerebro, nos preguntamos: ¿Qué hacen los demás? ¿Por qué no lo estoy haciendo yo? ¿Qué saben ellos que yo no sepa? Eso nos lanza a una espiral de ansiedad y buscamos información para llenar ese agujero de ansiedad”.
Trabajar por resultados a largo plazo
El efecto de toda esta información se deja sentir en todas partes, desde la hora de dejar a los niños en la escuela hasta las citas para jugar, y los milénials se toman la paternidad tan en serio que podría provocar que las generaciones mayores pongan los ojos en blanco. Bridget Shirvell, de 37 años, de Mystic, Connecticut, estaba en una fiesta de cumpleaños con su hija cuando otro niño hizo un berrinche porque ya se iba. “La madre intentaba hablar de sus sentimientos y uno de los abuelos presentes le dijo: ‘¿Cómo te va con eso de la crianza respetuosa?’”, narró Shirvell. “Él solo quería que metiera al niño en el auto y se fuera. Pero yo pensé: ‘Tienes que quitártelo de encima. Tenemos que trabajar por resultados a largo plazo”, dijo.
“Estamos trabajando en la relación que vamos a tener con este niño dentro de 20 años”, añadió.
Los padres nuevos siempre han estado preocupados por la crianza de sus hijos y, a menudo, solo hablan de ellos, sobre todo con otros padres, pero para esta generación, puede ser como estudiar un doctorado en una universidad imaginaria, con un sinfín de tareas y clases. “Estamos dándoles vuelta a los mismos libros, los mismos pódcasts, la misma gente de Instagram”, explicó Heidi Fichtner, de 40 años, de Rochester, Nueva York.
Hay mucho de qué preocuparse: la crisis climática, la deuda, la guerra, el envejecimiento de los padres, un país dividido, los efectos de la pandemia. La misma generación que vio en directo por televisión los horrores de los tiroteos en la secundaria de Columbine, Colorado, con víctimas más o menos de su edad, ahora se ve obligada a procesar los tiroteos escolares en retransmisiones mientras sus hijos practican cómo esconderse bajo sus pupitres. “Hace falta hablar de este cambio de criar a estos niños con amabilidad en este mundo”, aseveró Fichtner, utilizando un improperio.
Así que el tono es serio. Los padres milénials están más que dispuestos a intentarlo. Como dijo recientemente Alissa Floyd, de 39 años, amiga mía y madre de tres hijos en Winston-Salem, Carolina del Norte: “Creo que se ha malinterpretado por completo a los padres milénials. Estamos tomando la decisión de que no nos importe si somos buena onda. ¿Qué es más buena onda que eso?”.
O como dijo Margolin, de Big Little Feelings: “Me gusta dar pena ajena”. Gallant añadió: “A mí también”. Las tres nos reímos. No le pusimos nombre al sentimiento, pero creo que lo entendimos.
c.2023 The New York Times Company