Black Sabbath y el ballet, el pas de deux menos pensado: la banda de heavy metal que quiere “volarle la cabeza” al público clásico
Ballet y heavy metal en un mismo escenario parecía una amalgama extraña, hasta ahora. Sus mundos jamás se interceptarían, sin embargo, la legendaria banda Black Sabbath, que desde los años 70 fue pionera de un nuevo género del rock, nacida de las entrañas de una Birmingham industrial de posguerra –y hasta acusada de satanismo– concedió el uso de sus más reconocidas canciones para crear un ballet y estrenarlo con la compañía de esa ciudad inglesa.
Se trata de una osada comisión del bailarín cubano Carlos Acosta, director del Birmingham Royal Ballet. Es la segunda obra que encarga con el objetivo de mostrar bajo la mejor luz a la ciudad. Black Sabbath – The Ballet tendrá su estreno este sábado 23, y luego se verá en Londres en octubre.
El proyecto es ambicioso y complejo. Un ballet de tres actos, con tres coreógrafos diferentes: el joven y talentoso creador cubano Raúl Reinoso, quien hablará del origen de la banda; la brasileña Cassi Abranches, del Grupo Corpo, quien dará el toque más humano, y el sueco Pontus Lidberg, que se enfocará en los fans de la banda y en la supervisión general. La dramaturgia que conecta todas esas piezas es de Richard Thomas, uno de los creadores de Jerry Springer: The Opera.
El guitarrista y cofundador de Black Sabbath, Tony Iommi, quien a sus 75 años jamás había visto un ballet, se involucró desde el inicio en el proceso creativo de la obra, en la que suenan ocho reconocidos hits de la agrupación, como “Sabbath Black Sabbath”, “Iron Man”, y “Laguna Sunrise”, y piezas nuevas inspiradas en el sonido característico de la banda, creadas por el compositor Christopher Austin, quien realizó “un trabajo de desarmado y exploración de la música original para recrear con algunos elementos, una nueva partitura”. Ver a Iommi observar, entre perplejo y orgulloso, a los bailarines en un ensayo para la prensa habría sido casi una quimera en los 80.
Pies en punta y riffs
¿Por qué aceptó hacer esto?, preguntó LA NACION a Iommi en el estudio de danza, luego de su entrevista para una revista de rock. “Black Sabbath fue siempre una banda innovadora y hacer un ballet es una forma de seguir innovando: nadie lo esperaba . Carlos tuvo mucho coraje al proponer esta idea. Su entusiasmo por esta visión es fabulosa. Yo me pregunté cómo lo haría, cómo transcribiría todo a ballet. Vengo desde el comienzo a verlos trabajar sobre distintas canciones, vi el progreso de la obra, cómo se entregan los bailarines, es simplemente brillante”, calificó el músico, vestido con blazer de cuero y jean negro.
- ¿Reconoce su propia música en las nuevas partituras?
-Por supuesto, y es hermosa. Christopher realmente captó la esencia de Black Sabbath. Primero hizo la selección de temas y luego nos instalamos en mi estudio para trabajar. Él me proponía ideas y era sólo decir sí o no; pero jamás tuve que decir “no”, porque todo era bueno. Me gustaron sus ideas y observar la música de Black Sabbath de forma diferente en su arreglo orquestal. Vi que el trabajo funcionaría bien, para la música y para los bailarines.
Iommi recuerda lo mucho que costó que se reconociera a Black Sabbath y se la aceptara en la industria. Después de varias formaciones y de 70 millones de discos vendidos, sostuvo que la banda, que se disolvió en 2017, “puso a Birmingham en el mapa”.
–¿Qué sensación le produjo ver la música de Black Sabbath en coreografías?
–Me voló la cabeza. Quedé fascinado. En la ciudad tenemos un puente con nuestro nombre, Ozzy Osbourne tiene un tranvía y ahora tenemos un ballet.
Los comienzos de la idea
En la sede del Birmingham Royal Ballet, Acosta explica que escuchó a Black Sabbath por primera vez en 1998. Su intención, al asumir la dirección de la compañía, fue “renovar el repertorio y llenarlo de dinamismo, ya que trabaja como embajadora de la ciudad. Quise ver los tesoros locales que pudieran ser usados en un espectáculo. Por eso mi primera comisión fue City of a Thousand Trades (Ciudad de los mil oficios), de Miguel Altunaga, donde hablamos de inmigración y la relación personal que uno forma con la ciudad y de su glorioso pasado industrial. En el caso de Black Sabbath, siguiendo mi idea de que una compañía no debe ser predecible, aun cuando deba preservar sus raíces clásicas, como El lago de los cisnes. Debemos buscar proyectos que hablen del futuro y empujar los límites hacia algo más avant-garde. Al ver la popularidad de Black Sabbath y el hecho de que nos puede ayudar a desarrollar públicos nuevos para el BRB, no lo pensé dos veces y me dije, veamos si podemos hacer magia”.
Acosta cree que el público lo recibirá bien. “Hemos negociado estos dos mundos y los fans que vienen del heavy metal reconocerán tracks como ‘Paranoid’ o ‘Solitude’, aunque interpretadas en formato sinfónico por nuestra orquesta. Al mismo tiempo verán una expresión distinta, que es lo que nos entusiasma. Mi aspiración es que mucha gente de esa audiencia se transforme en nuevo público del BRB”.
El director estimó que “el hecho de que los shows se vendieron inmediatamente ( el espectáculo está agotado desde mayo y se agregaron funciones en Birmingham y Londres ), levantó el espíritu de la compañía” tras la sorprendente propuesta inicial. “Los bailarines entendieron que estas producciones hacen que los medios presten atención a su trabajo y se conviertan en centro de discusión, beneficiándolos de forma directa”.
Para el primer bailarín Tyrone Singleton, “Cada nueva obra es un desafío que actúa como catalizador o estímulo”, y cree que la belleza de la obra radica justamente en la conjunción de elementos de mundos distintos. Nuestro trabajo encontrar las dinámicas, los estilos para cada acto, e incorporar eso en el cuerpo. Es un trabajo fuerte pero motivador. Y si bien muchos de nosotros jamás escuchamos a Black Sabbath, la música de la obra es fantástica”.
En cuanto a Lidberg, el líder coreográfico usa lenguajes contemporáneos y clásicos sin encasillarse. “La obra no es una historia narrativa de Black Sabbath, pero tampoco es totalmente abstracta”, razona.
Iommi, quien junto con Ozzy Osbourne (voz), Geezer Butler (bajo) y Bill Ward (batería) formaron la banda en 1968, sigue viviendo en Birmingham. Recordó con un gran “¡Ahhhhh!”, la satisfacción de tocar para los argentinos (en La Plata en 2013, y en Buenos Aires y en Córdoba en 2016). “Fue increíble encontrar a esos fans”, sostuvo con modo calmo y voz baja. Su serenidad no coincide con la estridencia que caracteriza a la banda.
Con sonido de Argentina
El ballet incluye entrevistas grabadas, la potente voz de Ozzy en fragmentos originales, sonidos captados en un concierto en la Argentina y el momento en que Iommi perdió la punta de sus dedos en un accidente industrial, y aun así, usando dedales para seguir tocando la guitarra, consiguió su sonido distintivo.
Los bailarines tomaron lecciones de canto para acompañar. Los movimientos incluyen rasgueos en el aire, cabeceos roqueros, frases físicas a veces pulsantes y otras ondulantes y líricas. No faltará un guitarrista en escena. La escenografía lleva firma del artista cubano Alexandre Arrechea, para quien el desafío fue “entender las raíces de Black Sabbath”.
Cómo será el encuentro del público de ballet clásico y los seguidores de Black Sabbath es todavía un misterio. Algunos medios extremadamente clásicos no cubrirán el estreno, “porque Black Sabbath no es para su público”. Pero la curiosidad y expectativa generada por las dos instituciones de Birmingham lleva meses haciendo olas en los medios. “Claro que siento la presión: por el producto final y por la crítica”, confesó Acosta. ¿Cree que con ésto el BRB puede ser la otra gran exportación de Birmingham, como lo fue Black Sabbath?
“Parte de la idea era crear ballets para la compañía que nadie más tenga en su repertorio. Como la banda es tan popular, nos abre un espectro de posibilidades, y si bien estamos siempre de gira por el país, creo que con Black Sabbath - The Ballet, podríamos lograr eso”.