Loca por la ropa vintage
La diseñadora Jessi Arrington confiesa que ninguna prenda de su guardarropas es nueva, e invita desde su blog Lucky So and So a ser un consumidor consciente: usar ropa comprada en tiendas de segunda mano o vintage, según ella, reduce el impacto sobre el medioambiente y sobre la billetera.
Arrington es fundadora y propietaria de Workshop, una empresa de diseño gráfico en Brooklyn, Nueva York, y tiene la obsesión de no vestir nada nuevo, salvo la ropa interior, y de usar todos los colores del arcoiris en sus diseños y en sus vestimentas. "El color es poderoso. Es casi imposible estar de mal humor si llevas puestos unos pantalones rojo brillante", dice.
"Me fascina encontrar y publicar en mi blog prendas de múltiples colores -cuenta-, que puedan componer un traje para cada ocasión, y sin comprar nada nuevo. Las tiendas vintage me permiten reducir el impacto de mi guardarropa sobre el medioambiente y sobre mi economía personal. También suelo conocer en esos lugares a gente interesantísima, y comprar se convierte para mí en una suerte de búsqueda del tesoro que me produce un gran placer: ¿será de mi talla?, ¿me gustará el color?, ¿costará menos de 20 dólares? Cuando todas las respuestas son positivas, entonces siento que he dado con una joya."
Según Arrington, una puede verse fantástica por menos de 50 dólares en total.
A la figura de esta diseñadora se une un movimiento emergente que es el consumo colaborativo, cuya historia y pormenores están plasmados en el reciente libro de Rachel Botsman, "Lo que es mío es tuyo: el aumento del consumo colaborativo"
El tema general del libro es que estamos cambiando desde una sociedad de hiperconsumo asociada a incrementar, de manera ficticia, nuestra autoestima (cuanto más tienes, mejor eres) a una sociedad de intercambio de los objetos acumulados con otras personas, a través de redes en Internet.
Estas nuevas conductas, como la de vestirse completamente con ropa vintage, hacen que el impacto medioambiental se reduzca. La industria textil, por ejemplo, se ha caracterizado por ser una de las actividades más contaminantes, debido a los residuos que produce y a los altos consumos de agua, energía y reactivos químicos.
De manera que, cuando me convierto en una consumidora consciente no solo estoy cuidando mi bolsillo. Imagínense esto multiplicado por los millones de personas que habitan el planeta.
Yo soy fanática de las tiendas vintage, básicamente porque me fascina encontrar joyas de otras épocas a bajo costo. La mitad de mi guardarropas es de segunda mano, y la mitad de mis… ¡zapatos! De hecho, tengo el orgullo de poseer un par de Prada que compré por la módica suma de 50 dólares, casi sin uso.
Así que yo también las invito a sumergirse en la aventura del vintage. No se van a arrepentir.
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