Mamá, soy gay
"Aunque ya lo intuía, el día que me hijo de 17 años me confesó su homosexualidad se me heló la sangre, y no supe muy bien qué responderle —me cuenta Analía, de 45 años-. Solo lo abracé y le dije que yo siempre iba a amarlo. Su papá, en cambio, se puso furioso y dejó de hablarle por varios meses, pero al final, gracias a que me dediqué a charlar con él en profundidad, terminó por aceptarlo. Un hijo es un hijo."
En los años setenta, la American Psychological Association y la American Psychiatric Association (EE.UU), y más tarde Organización Mundial de la Salud, se pronunciaron: la homosexualidad no es una enfermedad mental que requiera tratamiento psicológico o psiquiátrico.
La ciencia no ha podido determinar cuáles son las causas que determinan la orientación sexual de una persona. Sin embargo, sí se sabe que un niño criado por una pareja homosexual no tienen mayores probabilidades que otro de ser gay. No existe ese riesgo.
No obstante, es comprensible que, cuando una mamá escucha esa confesión de una hija o un hijo, toda una construcción de proyecciones se desmorone. La fantasía de que ya no será abuela (cosa que no es verdad porque con la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, en muchos países ya pueden adoptar), el miedo a aceptar que su vástago no es "normal", la vergüenza social empiezan a horadar la mente, a lo que se suma que toda una serie de expectativas entran en jaque.
Como explican los prestigiosos psicólogos venezolanos Vladimir y María Mercedes de Gessen (cuentan con más de 25 años de experiencia en consultas familiares y relaciones de pareja y han publicado numerosos libros) en su sitio web Psicología para Todos, "La ciencia continúa investigando. En 1995, las doctoras June M. Reinisch y Ruth Beasley, del Instituto Kinsey de los Estados Unidos, publicaron los últimos resultados obtenidos de una encuesta sobre conocimientos sexuales de los norteamericanos. Se establece que las explicaciones acerca de madres dominantes y padres represivos, no aplican como una causa para determinar las conductas homosexuales. También determinó que las personas no "eligen" ser gays y ningún científico puede explicar con certeza por qué una persona lo es."
Si se tiene cuenta toda esta información, ¿por qué condenarlos? Como dice Analía al principio de esta nota, un hijo es un hijo, mucho más allá de la elección sexual que realice. No hay otra clave que el amor. Si no es así, deberemos asumir que los que necesitamos unas sesiones de terapia para resolver el tema somos nosotros, los padres, y no ellos.