El arte de acariciar
El tacto es uno de los sentidos fundamentales del erotismo. Los roces 'casuales' nos permiten aproximarnos al otro enviando y recibiendo 'señales de intención', las cuales nos permiten expresar y leer el interés erótico en un juego de seducción.
Las manos permiten explorar el cuerpo del otro y ser explorados, detalladamente, de modo tal de construir juntos el mapa erótico de la pareja; incluso al ser acariciados se libera en nuestro organismo la oxitocina, llamada la "hormona del cariño", afianzando la unión amorosa entre los participantes de la escena sexual.
El acariciar es un arte, un acto creativo en el cual las personas expresan sus fantasías y deseos, utilizando los recursos aprendidos en su historia sexual o aquellos que en determinado momento vienen a su imaginación.
Muchas veces, varones y mujeres damos a las caricias, un lugar bastante diferente en nuestro mapa amoroso. En las mujeres, su deseo se enciende al sentir el recorrido de las manos por diferentes zonas: la espalda, el cuello, el abdomen, la cara interna de brazos y piernas, y explotan de placer al ser tocadas en sus partes más íntimas. Ellos, en cambio, suelen ser más directos, y ponen el foco de la atención en la estimulación genital. El conocimiento mutuo, la comprensión y una comunicación eficaz dan lugar con el tiempo a un juego erótico que constituye un punto de encuentro entre las expectativas de los dos.
Incluso, en la mayoría de las terapias sexuales los expertos recomendamos largas sesiones de caricias, sin penetración posterior, de modo tal de reducir la preocupación por el rendimiento sexual y recuperar la capacidad para sentir placer.
Les dejo acá unas breves sugerencias, para que este arte sea aun más placentero y enriquecedor:
Preparar el ambiente para un momento tan especial: una temperatura adecuada, alguna esencia aromática y alguna música romántica, relajante o sensual.
Acariciar por turnos y no de manera simultánea: permite que cada uno se concentre mejor en su rol (dar o recibir).
Las caricias no deben ser monótonas: es interesante variar las zonas que acariciamos, la intensidad y el ritmo con que lo hacemos.
Incorporen aceites, plumas, pétalos de flores, masajeadores y todo aquello que consideren apropiado.
El diálogo franco y directo acerca de lo que más nos aporta placer, lo que preferimos evitar, y también la comunicación no verbal (observando gestos, movimientos, expresiones de la voz, miradas) nos dan mucha información para llevar al máximo el goce compartido.
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