Frecuencia sexual: no define la calidad de los encuentros sexuales
La frecuencia de las relaciones sexuales es un tema que obsesiona tanto como la cantidad de erecciones y orgasmos que se deben tener. "¿Es normal nuestra frecuencia sexual? ¿Se supone que varía durante el transcurso de los años? Al principio era diferente", escucho a diario en mi consultorio. Pero se trata de un tema que inquieta mucho más a los hombres que a las mujeres, preocupados por la cantidad mucho más que por la calidad. Muchas parejas, equiparan su intimidad con lo considerado "normal" para no sentirse fuera de carrera. Pero, ¿las encuestas realmente describen lo que sucede? Y, por otro lado, ¿una pareja debe guiarse por lo que hacen los demás o por sus deseos y las características de su vínculo?
En verdad, no podemos hablar de una normalidad en cuanto a frecuencia sexual, en primer lugar porque el término normal remite a un concepto estadístico y por otro lado, la regularidad con la que una pareja haga el amor dependerá de lo que ambos sientan o quieran y también de lo que crean que es lo suficiente y satisfactorio para ellos. Hay parejas que sostienes relaciones sexuales con mucha regularidad y llevan una vida matrimonial cruel, mientras que otras son felices en sus matrimonios y sostienen relaciones una vez al mes.
Cuando surgen conflictos de frecuencia (una de las dos personas desea tener relaciones más o menos frecuentemente que la otra), la relación de pareja puede verse afectada. En estos casos es imprescindible que se trabaje la comunicación sexual abierta y honesta, que se evalúen los motivos por los que existe el cambio en el deseo, las alternativas de satisfacción que uno u otro tiene, y que se fomente la intimidad emocional de la pareja independientemente del aspecto sexual.
Pero hay algo cierto que puede hacer que una pareja disminuya la frecuencia de sus relaciones y es el caer en la monotonía, haciendo que en vez de que una relación sea divertida y apasionada, se llegue a convertir en algo tedioso. Para esto la solución es usar al máximo la imaginación en cada encuentro: adoptar diferentes posiciones, hacer el amor en otros lugares que no sean la cama, y que hacen que suba la adrenalina, (en la parte trasera del auto, en la cocina, la bañera, o en algún hotel). Pueden también recurrir a cualquier jueguito que se les ocurra o a los muy estimulantes comestibles en todo el cuerpo.
No se trata de centralizar el problema en torno al número de relaciones que se tienen por semana, sino lo que esas relaciones significan en términos de placer y satisfacción.
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