Hombres en edad adulta: “Me vi en el espejo, soy Sancho Panza”

Un abdomen abultado en los hombres puede ser negociable con su pareja. / Foto: Thinkstock
Un abdomen abultado en los hombres puede ser negociable con su pareja. / Foto: Thinkstock

Más tarde o más temprano el deterioro llega al cuerpo. Y quizá coincida con el pináculo de tu carrera, vaya paradoja. Pero el físico no te acompaña y la física tampoco: la gravedad juega un papel preponderante. La piel del rostro comienza a perder turgencia y se “estira” hacia abajo. Comenzamos a vernos como un bulldog. Echamos mano al recurso de la estratégica barba, ya que hoy está de onda en sus distintas versiones. Pero hay algo difícil de ocultar: el abdomen.

¿Cómo convivir con la creciente “panza”? Aquella que vuelva sobre el cinturón. Por suerte y para nuestra tranquilidad, hace un tiempo ha surgido una corriente de pensamiento femenino que reivindica la panza masculina. Es más, hasta la prefieren a la “tabla de lavar”, al “sixpack” de los programas de ejercicios que pululan en TV abierta y de cable.

Ahora que la exigencia del vientre plano es menor y que hay cierta indulgencia al respecto, no debemos desbarrancar y salir al mundo con un “vía libre” y dejar que nuestra barriga adquiera dimensiones desmesuradas. Una realidad que hoy es nuestra aliada (la aprobación de nuestras barrigas por parte de la mujeres) no debe hacernos perder de vista que la volatilidad de las féminas puede ponernos de un día para otro en la nefasta urgencia de hacer aflorar esos músculos abdominales, hoy ocultos. Debemos seguir obteniendo su beneplácito.

Constituye un momento de tensión, esa calma a punto de explotar, un equilibrio precario, muy delgado. Para conservar nuestro saludable “mondongo” deberemos negociar. Seamos sabios, en toda negociación cederemos algo: “Si yo conservo mi panza tú podrás agregar volumen a tus caderas y glúteos”. Buscaremos algo equitativo.

A la hora de negociar deberemos tener presente algunos principios útiles:

1. Conocer con exactitud los intereses de ellas nos servirá para mejorar su satisfacción y esto es muy conveniente (no pediremos cambios en su físico, que sepamos son zonas muy sensibles y problemáticas para ella).

2. Antes de iniciar la negociación fijaremos criterios comunes para que ambos podamos entender la posición del otro. Ejemplo: un abdomen prominente es compatible con un trasero abultado. Los aumentos permitidos no deberán exceder el “centimetraje” acordado.

3. Debemos conseguir un compromiso por parte de ellas. Lo que pactemos permanecerá, así que ningún cambio hormonal pueda afectar lo convenido.

4. Cuidemos las formas, un tono de voz y gestos adecuados, e incluso la vestimenta elegida serán de mucha ayuda (si al momento de pactar nos presentamos con una camisa tan ajustada que parece que los botones irán a salir disparados, enlodaremos la negociación).

5. Dejar en claro que no existe nada de índole personal, todo será pura negociación técnica, no habrá animosidad alguna ni deberán involucrarse los sentimientos (hay que evitar que puedan surgir conflictos antiguos, aquellos que nunca fueron solucionados oportunamente).

Habrá que armarse de paciencia y tiempo. Esa orientación hará que todo fructifique. Una panza feliz no se construye en una semana, lleva esmero y perseverancia, así se crea una pancita simpática y querible que pueda perdurar en su redondez… toda la vida.

¿Qué te parece?

@Sebas4nier

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