Entre querer y poder: la decisión de amamantar

10 consejos y algo más para amamantar mejor

Por Aracelis Pérez-Mayan

Contemplando dormido a mi ya no tan bebé, recuerdo sus primeros días de nacido y la casi batalla para amamantarlo. No fui de las mujeres que vivieron felizmente y sin tropiezos esta etapa de la maternidad. Parecía tan fácil...pero las circunstancias conspiraron, una y otra vez, y al final del tercer mes Javi sólo se alimentaba con leche de fórmula.

Una amiga que acaba de tener a su primer bebé me confiesa que pasa por una situación similar: "Creí que sería tan simple como ponerle el pecho en la boca, y que lo demás fluiría naturalmente", dice acongojada, aún sin comprender bien lo que sucedió. A los 12 días de nacida su hija, y en medio de una situación desesperada, decidió terminar la lactancia.

Aunque tenía sus razones para tomar esa decisión -los pechos adoloridos, y uno de ellos enfermo; poca leche que no satisfacía el apetito de la niña, y la falta de ayuda familiar para recuperar el tiempo de descanso durante el día- mi amiga no pudo evitar un terrible sentimiento de culpa. "Yo sé que haberle dado el pecho, por los menos durante el primer año, hubiese sido lo ideal, y fue lo que planee hacer. Me duele no haber podido lograrlo", explica.

En mi caso sucedió igual. Sentí una frustración muy grande desde el principio, casi desde el primer día en el hospital, cuando urgida por una enfermera di el primer biberón de leche de fórmula a mi hijo. Las razones que expuso la enfermera fueron sencillas. El bebé no se llenaba con el poco calostro que salía de mi seno. La bomba extractora tampoco me funcionó. La leche demoraba en bajar y el bebé necesitaba alimentarse para hacer funcionar sus riñones e intestino.

Una vez en casa, y ya con más leche saliendo, traté de darle solamente el pecho, pero Javi se quedaba dormido como una marmota a los pocos minutos de empezar a lactar, y tenía que despertarlo cada vez para que continuara succionando la leche. Al final quedábamos agotados los dos, y él sin alimentarse lo suficiente. Cuando al cabo de dos meses comencé a trabajar 40 horas por semana y las jornadas se tornaron interminables, la fórmula se impuso, al principio como suplemento, y finalmente como única alimentación.

Cuando escucho las historias de madres que lograron amamantar a sus bebés durante mucho tiempo, algunas hasta más del recomendado, no puedo evitar recriminarme por lo que pasó. Creo que mi mayor fallo fue no haber buscado la ayuda de un especialista en lactancia desde el principio.

Aunque estuvo bien alimentado, cuidado y sano, siento que le debo a mi hijo los innegables beneficios que la leche materna le hubiese proporcionado en su primer año de vida: anticuerpos contra un sinnúmero de enfermedades, los nutrientes exactos que necesitaba para crecer saludable y un vínculo emocional fuerte entre los dos.

Cuesta aceptar que la lactancia, un acto tan natural, pueda convertirse en un dilema, especialmente para la madre primeriza. La decisión de amamantar a su bebé, que sólo ella puede tomar, no es tan simple como parece y en ocasiones enfrenta retos difíciles de solucionar. Cada caso es específico, y aunque algunas recomendaciones pueden ayudar, no hay recetas exactas. Lo importante es que la madre busque ayuda si la necesita, se informe bien sobre las ventajas y las complejidades de la lactancia y esté preparada de antemano para el desafío que surja. De esta forma estará mejor preparada para afrontar la decisión que sea menester tomar, sin culpas y con conocimiento de causa.

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