Castigos y penitencias, ¿qué hago?
Por: Silvia Renata Figiacone
Sin duda que una de las preocupaciones de todos los padres es cómo conseguir el buen comportamiento sosteniendo la calma y sin abusar de castigos y penitencias.
Sin embargo, muchas veces nos vemos tentados, más de una vez, a perseguir el buen comportamiento penalizando el malo, o sosteniendo firmemente el control sobre las acciones de los chicos.
Para algunos autores expertos en crianza como Alfie Kohon (2006), los padres nos relacionamos con nuestros hijos más a partir del control que del amor y ello no sería, según su criterio, la mejor estrategia para orientar la buena conducta.
Para él, cuando se utilizan castigos y recompensas como estrategia dominante en la crianza, para orientar el comportamiento y manipularlo, los chicos crecen con la sensación de que el amor parental es algo que debe ganarse (cuando para Kohon no es así) y ello signa el vínculo entre padres e hijos.
Kohon sostiene que no es la permisividad el mayor problema de la paternidad sino el temor a la permisividad.
Es interesante su punto de vista porque muchas veces, el miedo a ser permisivos facilita el uso de castigos frecuentes y exagerados que, no evitan necesariamente el ser permisivos, ni orientan a los chicos en la responsabilidad.
"Dejaste todo sucio, ¡ahora por eso vas a ordenar tu cuarto!". Este podría ser un ejemplo interesante de analizar. Ordenar su cuarto debiera ser su responsabilidad, así como también no dejar todo sucio. Sin embargo, cuando le decimos que debe ordenar su cuarto por dejar todo sucio, estamos transformando la responsabilidad en una pena que cumplir. No solo no gestamos responsabilidad sino que además generamos emociones negativas en torno a algo que debiera ser su responsabilidad.
El castigo o la penitencia no siempre es la estrategia más adecuada. La mayoría de los padres la utilizamos más de lo que debemos y tenemos la creencia de que funciona. Sin embargo la pregunta que debemos hacernos es: ¿Por qué cada vez necesito más penitencias para controlar su comportamiento?, ¿Por qué no funcionan las penitencias y castigos que le impongo?
El autor sugiere que existen estudios que demuestran que los padres que obtienen mayor respuesta no son los que penalizan, castigan y gritan sino los que explican.
"¡No corras!". Y el niño sigue corriendo. "¡Te dije que no corras!". Y sigue corriendo. Escena que sigue: el padre lo toma del brazo y le dice "¡te dije que no corras! Ahora deja de correr y no comerás postre por no haberme escuchado".
Para Kohon, la frase inicial es la incorrecta. Debiera ser "¡Pedro! Ten cuidado, no corras ahí, ¡puedes lastimarte!". Ante la ignorancia de Pedro al anuncio, "Pedro, escúchame, puedes caerte y lastimarte, sería una pena".
Sin duda es necesario mantener el control en esos momentos, algo nada fácil cuando creemos que nuestro hijo está en peligro, sin embargo, si queremos que sea cauteloso al correr cuando esté solo (esto es, responsable frente al correr), debemos transmitirle la idea que no debe correr allí por su peligrosidad y no porque nosotros no queremos que corra.
La normativa sin explicación se vive como decreto, como "no y no, porque lo digo yo que soy tu padre", y eso parece no funcionar para los expertos.
Kohon sostiene que los castigos han demostrado ser ineficaces, sea en situaciones que pretenden detener el mal comportamiento, el mojar la cama, el responder de manera irrespetuosa o el no hacer lo que se pide.
EL autor propone utilizar estrategias que él denomina de paternidad incondicional, y sugiere que son estas estrategias (y no las de control irrestricto) las que funcionan.
En sus textos presenta los principios de la paternidad incondicional que pueden resumirse de la siguiente manera:
- Revisa tus pedidos. Dar un comando no lo hacemos de la manera adecuada, mirando a los chicos a los ojos, o anticipando sus necesidades o deseos
- Privilegia la relación. Lo más importante es el vínculo, aún en situaciones donde debe señalarse la mala conducta.
- Tu amor debe ser incondicional
- Imagina cómo se ven las cosas desde la perspectiva de tu hijo. Los pequeños necesitan que seamos mucho más explícitos de lo que pensamos. La mejor manera de comenzar a expresar aquello con lo que no estamos de acuerdo es "te quiero pero necesito decirte que"
- Pide más y habla menos. Tenemos que dar comandos efectivos y abandonar la tendencia a dar sermones. Los chicos se pierden entre tantas palabras y responden mejor a las instrucciones concisas
- Asume la mejor alternativa. Es importante resistir la tentación de interpretar el mal comportamiento como algo personal. Los chicos no se portan mal para hacernos renegar
- Di si cuando es posible. Decir no constantemente no facilita la buena conducta. Tenemos que tener claridad con aquello a lo que se puede decir si y elegir a qué diremos no
- No seas rígido. El castigo generalmente refleja una aproximación rígida al mal comportamiento. La salida más fácil.
- Deja que los chicos decidan cuando pueden. Y tomen decisiones sobre aquello para lo que están preparados.
Una vez más… ser padres es una compleja tarea, pero quizás (o sin duda) de las más lindas que pueden encararse en la vida.
Referencias:
Kohon A (2006) Unconditional Parenting: moving from rewards and punishment to love and reason. Simon and Schuster
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