Desarrollo socioemocional: primer año de vida

Por Silvia Figiacone

La llegada de un hijo abre la puerta a un mundo insospechadamente gratificante y complejo a la vez. Supone un continuo ejercicio de descubrimiento y adaptación que exige acomodarse a las necesidades del nuevo integrante de la familia, y ajustar las propias a la nueva estructura familiar.

El primer año de vida es decisivo - Thinkstockphotos
El primer año de vida es decisivo - Thinkstockphotos

La pérdida del equilibrio familiar con la llegada del nuevo integrante, y la necesidad de emprender la tarea de lograr nuevas formas de estabilidad, sorprenden a los padres a pesar de que creían estar preparados para ello.

De pronto todas las costumbres familiares cambian, la rutina de sueño desaparece y aprendemos a dormir cuando es posible hacerlo. El tiempo en casa se torna de dedicación casi exclusiva al nuevo bebé, los espacios de intercambio de la pareja se desorganizan y es necesario buscar tiempo incluso para conversar de lo cotidiano… la revolución es total.

El primer año de vida de nuestros chicos es un mar de cambios y tan solo en doce meses, nuestro hijo atraviesa el camino de la demanda pura a la capacidad de colaborar y compartir espacios sociales con nosotros.

Hasta hace algunos años desconocíamos las habilidades socioemocionales de un chico de doce meses y eso facilitaba que la estimulación que le dábamos a los chicos en el primer año de vida fuera muy diferente a la que le damos hoy.

Con el trabajo de científicos como Michael Tomasello, del Max Planck Institute en Alemania, hemos descubierto que el mundo del bebé dista de ser monótono como anticipábamos. En doce meses nuestro hijo atraviesa un intenso viaje hacia el desarrollo de habilidades socioemocionales que serán fundamentales en sus años subsiguientes.

Tomasello está convencido que los seres humanos estamos especialmente orientados a compartir metas e intenciones (metas cotidianas, ganar un partido de fútbol en equipo, compartir una tarde amena entre amigos, llegar a finalizar una presentación de trabajo entre todos a tiempo, cocinar con nuestros hijos, resolver una tarea en grupo en la escuela… etc). La sociedad supone infinitas metas e intenciones compartidas que se llevan adelante en un terreno común.

Al momento de nacer nuestro bebé está en condiciones de atraer nuestra atención a través del llanto y nuestras hormonas están al servicio del establecimiento del vínculo con él. Sin que seamos concientes de ello, nuestro hijo varía los patrones de llanto según sienta frío, hambre, dolor o sueño… facilitando así nuestra tarea. Son las primeras herramientas de comunicación que el bebé utiliza para ver satisfechas sus necesidades.

A horas de nacer, el bebé está en condiciones de mirar al adulto a los ojos e imitar movimientos simples como sacar la lengua. Haz la prueba, con paciencia mira de frente a tu hijo recién nacido cuando esté despierto y saca la lengua una y otra vez… a su tiempo hará lo mismo. Ello ocurre gracias a un tipo particular de neuronas que los seres humanos tenemos al servicio de la imitación: las neuronas en espejo. Las neuronas en espejo son útiles para comprender la acción del otro, su intención y su significado. Son neuronas que permiten que el cerebro simule internamente la acción e intención ajena y así la mente la comprenda. Horas de vida alcanzan para poner en marcha este mecanismo y, a partir de allí, todo es construir y construir.

Mirando a los ojos a tu bebé verás que comienza a sonreír… los puentes entre ambos están tendidos para siempre. Cada vez que lo ves le hablas con un tono especial (los científicos lo han denominado motherese y en Español sería algo así como madreñol) tu bebé tiene nuevas oportunidades para desarrollar el lenguaje después.

A partir de allí él prestará atención a todo aquello que sus familiares miran y aprenderá a dirigir la mirada a lo que sus padres la dirigen. Así es como logran en muy pocos meses (nueve diría Tomasello) aprender a mirar aquello que es importante en cada lugar para aprender de él.

Casi antes de sentarse solo, tu bebé será capaz de prestar atención a aquello que le señalas. Aparece la atención conjunta. Casi sin darte cuenta empezarás a ser su ventana al mundo, mostrándole todo aquello que es interesante para él. Sin conciencia serás su guía en cada espacio nuevo y familiar. Eso refuerza el vínculo con los adultos y facilita que los momentos de juego se hagan más frecuentes. El bebé se sentará y comenzará a desplegar sus hazañas: saludará, usará objetos como se utilizan, buscará la atención de sus padres con sus vocalizaciones, aprenderá a jugar, sonreirá frente a palabras agradables, se mostrará triste frente a la tristeza de otras personas e incómodo si estás incómoda… en tan solo nueve meses ha desarrollado la capacidad para saber qué ocurre a su alrededor a pesar de no poder hablar de ello.

En los siguientes tres refinará esas capacidades y, al cumplir su primer año de vida, y como si se lo hubieras enseñado, comenzará a señalar. Levantará su índice hacia todo y todos. Es un gesto natural que revela que su desarrollo está ocurriendo sanamente. Con ese simple gesto diría Tomasello, puede informar lo que le interesa, preguntar por lo que no sabe, indicar a otros lo que quiere, colaborar con otros y mostrar lo que llama su atención. Un solo gesto y múltiples significados.

El señalamiento es la cúspide del desarrollo socioemocional del primer año de vida. A partir de allí además de ser su ventana al mundo porque se lo muestras, comenzarás a serlo porque le respondes la infinidad de preguntas que tiene para hacerte.

Son solo doce meses, pero en doce meses tu hijo es otro. Es ya un pequeño comunicador… todo lo que hagas para ayudarlo a desarrollarse marcará sus posibilidades de inserción en la comunidad. Es una gran responsabilidad.

Referencias
Departament of Developmental and Comparative Psychology del Max Planck Institute. http://www.eva.mpg.de/psycho/index.php

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