Avaricia afectiva
Pocas palabras de amor, nada de detalles, escasos gestos de ternura. En privado, algunas caricias, uno que otro cumplido; en público se comporta como si no fuesen novios. La avaricia afectiva se caracteriza por la distancia y la frialdad hacia la pareja. Aunque parece ser un asunto exclusivamente masculino —el típico marido obsesionado con el trabajo que no tiene ni cinco minutos para su mujer o su familia—, también se da en las mujeres.
La avaricia tiene que ver con la acumulación, pero también con la mezquindad, es decir con escatimar exageradamente los recursos (materiales o emocionales). En una relación de pareja, la avaricia afectiva se da cuando uno de los dos acumula para sí los gestos de cariño que recibe y no los corresponde.
El amor, como el dinero, son formas de energía que si no fluyen, se echan a perder, su acumulación paraliza el movimiento y, como el agua estancada, genera podredumbre. Amor y avaricia parecen ser incompatibles. Lo más curioso es que el avaro, al privar al otro de su ternura, también se la niega a sí mismo. Por eso, la cuestión no es establecer juicios, sino saber de dónde viene esa actitud para poder comprenderlo: ¿miedo al compromiso, temor a perderse en la relación, necesidad de afirmarse, un ejercicio de poder?
Dicen los psicólogos que la avaricia en la pareja es un síntoma de un problema mayor. Puede ser que uno de los dos esté cansado de aportar, con lo cual habría un problema de comunicación o de voluntad, o puede haber una disfunción más profunda. En cualquier caso, cuando uno se queja constantemente de la falta de cariño, pasa que el otro deja de escuchar y se aleja, porque no ve cómo salir de la dinámica de racionamiento. Tal vez, antes de presionar al otro (no me abrazas, no me besas, no tienes detalles conmigo), sería bueno que uno se preguntara por qué se metió en una relación así y, junto con su pareja, hicieran una revisión a conciencia: ¿era así desde le inicio o algo lo detonó, se dio a partir de un nuevo proyecto de trabajo, fue con la llegada de los niños...?
Lo cierto es que la mayoría de los defectos o las virtudes de la pareja están ahí desde el principio, en potencia, pero uno no conoce su poder hasta que una situación lo despliega frente a nosotros. Por ejemplo, un aire de indiferencia, que al inicio nos parecía seductor, en los momentos difíciles se vive como un signo de rechazo. Si bien hay rasgos de carácter que no se pueden cambiar, lo que sí podemos hacer es moderarlos.
Lo mismo que las necesidades, hay que identificarlas y expresarlas con claridad. Imaginemos que a ella le gusta salir a andar en bicicleta los domingos, que necesita ese tiempo para sí, sin los niños, tres horas. Él podría pensar que es avaricia: "nos vemos poco en la semana y el domingo ella prefiere la bici". En realidad, esos momentos no son contra él, son para ella el momento de conectarse consigo misma y eso, de una u otra forma, trae beneficios a la pareja.
El amor se manifiesta de formas misteriosas, múltiples, caprichosas. Pero como nos han inculcado un repertorio de demostraciones bastante limitado, corremos el riesgo de no identificar cuándo una acción que podría parecernos práctica o rutinaria, es en realidad una demostración de amor. A veces estamos tan enfocados en las caricias y los besos, que pasamos por alto otros gestos, sin los cuales nuestra vida de pareja sería difícil, por no decir miserable. Es necesario abrir la mirada a otros horizontes más allá de la procreación o el placer sexual, somos seres más complejos y nuestra forma de decir "me importas, te amo" es tan distinta como nuestro ADN.
Asunto de dos
Hay quienes caen una y otra vez en relaciones donde la avaricia afectiva juega un rol determinante. En general, son personas que necesitan más demostraciones de amor y ternura que otras. Este patrón puede venir desde la infancia, donde se gestan las inseguridades futuras. Dicen los psicólogos que esa forma de inseguridad lleva a buscar irremediablemente a la madre y todo aquello que represente la seguridad de la matriz. Quizás se pone en la pareja la expectativa de recibir el amor que no se tuvo en la infancia. Así, se buscan pruebas que reafirmen, una y otra vez, ese cariño. Pero al mismo tiempo, no se sabe cómo recibir esas demostraciones. Tal vez por eso hay quien se engancha en relaciones de avaricia, porque, en el fondo, les es muy difícil recibir amor.
La avaricia de la pareja puede venir también de una falta de amor propio. Algunos se sienten obligados a protegerse contra el mundo emocional, porque tienen temor a ser rechazados, a sentirse "cursis", o tienen miedo de no estar a la altura de lo que se espera de ellos. Pero yo creo que siempre hay algo o alguien que viene a romper ese esquema. Tarde o temprano llega una persona cuya iniciativa saca al avaro de su cuarto de cristal, confrontándolo con la mezquindad y mostrándole que no hay nada que temer.
¿Has estado en una relación así? ¿Crees que la avaricia afectiva tiene solución?
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