El cortejo 2.0
La sola palabra "cortejo" ya suena anticuada; el ritual que incluía intercambio de cartas, pañuelos, flores, visitas y largas conversaciones telefónicas ha sido sustituido por códigos más rápidos y aparentemente más libres. Sin embargo, creo que en el cortejo hay un elemento básico que contribuye a construir relaciones de pareja profundas, amorosas y sobre todo duraderas.
Los medios de comunicación avanzan a una velocidad distinta a la de nuestros ritmos emocionales; los mensajes van y vienen tan rápido que no tenemos la capacidad de articular sentimientos, emociones y procesos tan rápidamente. En medio de este vaivén también surgen preguntas por los modelos de pareja: ¿qué es lo mejor, vivir juntos, casarse, mantener una relación abierta por muchos años?
No sé ustedes, pero siento que hemos apresurado la intimidad sin construir redes de contención. Con ello me refiero a que nos enfrentamos a situaciones emocionales complejas para las que no estamos preparados, no por falta de voluntad sino porque nuestro entendimiento de una relación supone madurez, conocimiento y confianza, elementos que antes se daban en el tiempo del cortejo. Desafortunadamente ese periodo es muy corto, prácticamente no existe más allá de la adolescencia y en su lugar sólo quedan los efectos de la mensajería instantánea.
Al comparar la comunicación y las estructuras de pareja actuales con las de nuestros padres y abuelos, el contraste hace más necesaria la valoración del cortejo. No estoy diciendo que tengamos que volver al tiempo en que las parejas no podían tocarse y los padres estaban involucrados en cada uno de los movimientos de sus hijos. Tampoco me refiero a los rituales y los gestos estereotípicos, como las flores o los pañuelos perfumados. Creo que el valor del cortejo está en el tiempo y el ritmo pausado mediante el cual dos personas se toman las cosas con calma para conocerse. La figura del o la pretendiente se vuelve relevante porque no implica exclusividad alguna; se trata de averiguar si existen elementos suficientes para establecer una relación de exclusividad a largo plazo.
Revalorar el tiempo del cortejo no tiene que ver con la nostalgia de un “pasado mejor” en el que un hombre le hacía la corte a una dama mientras ella, en actitud de pasividad, hacía gala de sus virtudes. Tampoco tiene que ver con la moralina que condena al sexo casual como el origen de la descomposición social. Hoy tenemos la posibilidad de vivir distintas experiencias emocionales con diferentes personas. Es decir que mientras no tengamos un compromiso de exclusividad, podemos salir con varias personas e involucrarnos con ellas desde conversaciones triviales en las redes sociales, pasando por lo puramente sexual hasta llegar a relaciones más profundas e íntimas.
El problema aparece cuando hay intenciones amorosas: al no haber tiempo de cortejo, las relaciones se precipitan y no tenemos suficientes elementos para comprender al otro o sobrellevar las crisis. En el mejor de los casos, apenas hay cierta estabilidad aparece, consciente o inconscientemente, la presión por cumplir con un deber ser (vivir juntos, tener hijos) porque es lo que sigue, lo que viene, lo que se espera de dos personas que se aman. Sin embargo, la relación no ha madurado lo suficiente como para saber si quieren o si pueden cumplir juntos con esos compromisos y responsabilidades.
Cortejo 2.0
Me parece que el tiempo del cortejo es una pieza necesaria para armar el rompecabezas de la pareja, pero es necesario adaptarlo a las condiciones actuales. Por ejemplo, a veces nos cuesta trabajo distinguir una salida casual y de una que no lo es. Uno puede salir con muchas personas pero eso no implica que establecerá un cortejo con todas. En el primer caso el objetivo es pasarla bien, se trata de dos conocidos que quieren distraerse y socializa, incluso se puede llegar al encuentro sexual. Casi siempre se trata de una salida esporádica o superficial; no importa cuántas veces se repita si la intención no cambia. Precisamente, la diferencia entre una simple salida y un tiempo de cortejo estaría en que en el cortejo se plantean otras intenciones. El acercamiento es distinto porque se trata de conocerse profundamente. En el cortejo no existe la ansiedad de jugar al “todo o nada” en una sola cita, sino que hay varios encuentros porque se tiene la conciencia de que se trata de un proceso.
El cortejo es un estado intermedio entre conocer a alguien y establecer un compromiso a largo plazo; es complejo de asumir o de describir, pero es un paso tan importante como un puente entre dos tierras. El cortejo es un tiempo en el que se habla de todo y de nada, porque no se trata de una prueba de suficiencia sino de descubrir si uno embona con el otro en la mayor parte de sus facetas; es un tiempo para descubrir la historia del otro, sus creencias, sus valores y su proyecto de vida; es un tiempo para decidir si tienen la misma idea sobre el dinero o si sus expectativas coinciden de manera que sea posible construir una vida juntos; es una oportunidad para averiguar cómo responde la otra persona al conflicto, los retos, el compromiso, la colaboración, etc.
En el cortejo puede haber exclusividad o no, todo depende de el nivel de confianza que exista. Pero cuando el cariño y la confianza se suman al deseo sexual, se comprenden las necesidades afectivas del otro y es entonces cuando viene la parte más complicada del cortejo. Después de conocer al otro a profundidad, después de mostrarse al otro con honestidad y transparencia, uno tiene que evaluar si está dispuesto a comprometerse para ser feliz con alguien más.
Se dice que las parejas que tienen una relación larga y satisfactoria parten de una base sólida. Y por más pasado de moda que suene el término, creo que el cortejo brinda el tiempo necesario para construir esa base con cariño y cuidado. Y aunque a la larga decidan que no son uno para el otro, lo que han construido es un espacio privilegiado de confianza y madurez.
Y ustedes que piensan, ¿creen que el cortejo es necesario para construir una relación de pareja?
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