El poder de una mascota
Cuando me
separé de mi ex novio, no tenía cabeza para nada ni para nadie, pero tampoco
quería estar sola. Una amiga me sugirió cuidar una mascota y me gustó la idea.
Después de mucho pensar en la más adecuada a mi forma de vida, decidí que una
tortuga era lo mejor para empezar.
Obviamente,
no era como el perro que tuve en la adolescencia, ese que me llenaba de cariños
calientitos y me movía la cola emocionado cuando llegaba cansada de la escuela,
mirándome con su carita sonriente. Sin embargo, cuidar a mi pequeño anfibio me
ayudó a salir de mí misma, a poner a un lado mi drama emocional y a avanzar de
nuevo en la vida. Ahora, además de una nueva relación, tengo un par de
mascotas: mi tortuga y una perrita de dos años. Puede parecer cursi, pero su
compañía me ha vuelto más maternal, más cuidadosa y sensible ante las
necesidades de los demás.
Mascotas para sanar
Explorando
un poco el por qué de esta sensación, me topé con el sitio de Delta Society, una asociación en
Estados Unidos especializada en dar terapia con mascotas. Según manifiesta el
sitio, el proceso de cuidar a otros (tocarlos, protegerlos, alimentarlos y
abrazarlos) genera las mismas reacciones fisiológicas y sentimientos que
ocurren al recibir cuidados. Esto querría decir que cuidar a otros nos hace
sentir como si nos estuvieran cuidando. "Por eso los amos están tan
seguros de que sus animales domésticos les dan muchísimo amor", concluyen
los expertos de DS.
Pero eso no
es todo. La Universidad de Azuba, Japón, afirma que "al jugar con sus
mascotas, las personas sufren en su interior un estallido de una hormona
asociada con el instinto maternal, el enamoramiento y el placer. Se trata de la
oxitocina, conocida también como la "droga del amor", que disminuye
el estrés, combate la depresión e influye en la construcción de la confianza
entre las personas".
Ya se sabe
que cuidar correctamente a una mascota genera grandes beneficios en la salud
física, mental y emocional. Sacar a pasear al perro o jugar con él en el jardín
nos permite ejercitar el cuerpo, socializar y cambiar de aire cuando menos una
vez al día.
Al igual que
como Delta Society, hay otras organizaciones, como People Animals Love, que
piden a los amos que presten a sus mascotas el fin de semana para que éstas
convivan con distintos grupos vulnerables, niños enfermos, gente de la tercera
edad, mujeres en situación de maltrato, etc. Los resultados, sobre todo en
niños, personas de la tercera edad y adultos con problemas cardiacos o
trastornos alimenticios, han sido magníficos: entre otros beneficios, bajan los
niveles de colesterol, se reducen los problemas cardiacos y se sana más pronto
y se gana confianza en la vida. Lo sorprendente es que, en la mayoría de los
casos, el simple hecho de mirar y acariciar a la mascota reduce la ansiedad,
tranquiliza la respiración y reenfoca los pensamientos hacia una vía más
positiva.
El
animal que llevamos dentro
Estoy
convencida de que hay algo en nosotros que no termina por desaparecer a pesar
de tanta "civilización". Me refiero a esa necesidad de contacto con
la naturaleza, a ese instinto que nos habla desde lo más profundo de nuestra
memoria genética. Creo que el bienestar que llegamos a sentir al cuidar una
mascota, una planta, un jardín, o al salir de nuestras cuatro paredes para dar
una caminata en el parque, es una forma de reconfortar al animal que fuimos
durante miles de años y que ha sido domesticado por la cultura.
Ese animal
que somos y que sigue reaccionando -sin ser muy consciente de ello- ante los
cambios de estación, la intensidad de la luz o los niveles de humedad, necesita
salir de su letargo de vez en cuando para recordar que está hecho de lo mismo
que el resto de la naturaleza.
Más allá del
ritmo y el orden que una mascota puede traer a nuestro día a día, más allá del
lazo que establecemos con un ser vivo que depende de nosotros para vivir, me
parece que también está la posibilidad de sensibilizarnos para no olvidar que
todavía somos parte de la naturaleza.
¿Tienes una
mascota? ¿Qué beneficios ha traído a tu vida?