El tabú de la menstruación
Cada vez que veo ciertos anuncios de toallas femeninas, algo se me revuelve por dentro. Porque trasmiten un mensaje que insiste en decirnos que la sangre menstrual es una cosa desagradable, maloliente y vergonzosa. No haré un recorrido por los eslogans porque todos los hemos escuchado alguna vez. Y lo peor: todos los hemos repetido a través de acciones conscientes o inconscientes.
En torno a la menstruación hay un montón de tabúes que atraviesan prácticamente todas las culturas y las épocas. En la antigüedad prevalecían creencias ligadas a cuestiones religiosas o políticas, que después se convirtieron en mera superstición; ideas como que si una mujer estaba menstruando no podía subirse a un barco ni tocar los alimentos del jefe de familia, mucho menos tener relaciones sexuales porque su sangre era "sucia" o ella misma se encontraba en un estado "impuro".
En el último siglo, y después de una larga selección cultural, han prevalecido conceptos como la suciedad, pero con otras connotaciones. Ahora que la mujer se ha convertido en la principal fuerza productiva de los países occidentales, los prejuicios de la menstruación se asocian a la eficiencia. Por ejemplo, una mujer en su periodo menstrual es vista como una histérica/bipolar incapaz de pensar bien o de tomar decisiones correctas. El tabú está encubierto por eufemismos como "está indispuesta", "anda en sus días", "tiene la marea roja", "trae al vampiro", entre otros que, dependiendo del contexto, pueden funcionar como una advertencia, una burla o una amenaza que incluso designa una condición de discapacidad. Lo más curioso es que de esta "locura transitoria" sacan provecho algunas mujeres, que usan el periodo menstrual como una justificación para tomar actitudes nocivas.
Si bien sobran prejuicios para mantener a la menstruación como un tabú, también sobran motivos para desechar el tabú de una vez por todas. Quien tenga curiosidad puede revisar los estudios de las ciencias sociales; verá cómo el tabú fue establecido por los hombres, respaldado por fuerzas sobrenaturales e internalizado y aceptado por las mujeres.
Si hubo un camino de ida, hay un camino de vuelta. Si ese tabú tenía una función más o menos positiva en las culturas antiguas, ahora no es el caso. Vergüenza, humillación, ocultamiento, segregación, silencio... ¿Acaso nos beneficia seguir repitiendo la misma cantaleta? Yo creo que no. Y no hablo sólo por las mujeres.
La menstruación no es sucia ni maloliente. Es un proceso natural, su aspecto y su olor son los de un fluido corporal. La "asquerosidad" o "suciedad" es una cuestión cultural que está íntimamente relacionada con la idea que se tiene del cuerpo. Por ejemplo, nuestra cultura nos ha enseñado a odiar nuestro cuerpo —antes como instrumento de pecado, hoy como impedimento para el "éxito"—. De ahí que la menstruación aparezca como un recordatorio indeseable, incluso doloroso. Esto se reafirma con el ritmo de vida en la sociedad industrializada, donde el estrés, la mala alimentación y el sedentarismo entorpecen y complican la eliminación del endometrio.
La menstruación es proceso necesario también a nivel emocional. Lejos de incapacitarnos, la menstruación nos trae cambios hormonales que nos ponen más sensibles. La cuestión es que nos han dicho que andar sensibles no está bien, que debemos ser "objetivas", que la sensibilidad es sinónimo de incapacidad. Qué gran mentira.
La sensibilidad que vivimos durante el periodo menstrual no es locura ni histeria ni bipolaridad ni discapacidad. Mi amiga Marcela Moreno, terapeuta y sanadora, me hizo comprender y aprovechar esa sensibilidad positivamente. Un día en que le hablé de lo irritable que me ponía durante la menstruación, ella me dijo: "Es que durante la menstruación nos conectamos con el dolor del mundo. Es como si tuviésemos un gancho o una antena que percibe con más nitidez las señales que envía la comunidad a la que pertenecemos. Sólo hay que escuchar". En mi periodo anterior lo hice, viví esa sensibilidad sin oponer resistencia. Me di cuenta que durante la menstruación ando más creativa y menos dispuesta a permitir los pequeños abusos cotidianos que toleramos irreflexivamente.
Hablemos del tema
La única manera de desarticular un tabú es hablando, haciéndolo visible y cuestionando su vigencia. Hay muchas formas de hacerlo, desde las conversaciones diarias, pasando por la educación sexual en las escuelas y llegando a las expresiones creativas, como la estrategia que usó Emma Arvida Bystrom, cuyo trabajo aparece en el sitio VICE.com
Emma realizó una serie fotografías y la tituló There will be blood (Habrá sangre, título hace un guiño a los eslogans de las películas de guerra). Las imágenes pueden parecer bastante fuertes para muchas personas, depende desde dónde se miren. La lectura que me gusta más es que no nos presenta imágenes que hagan de la mujer un fetiche, tampoco vemos al estereotipo de la mujer "incapacitada" por el periodo menstrual. Otro comentario que me dejó pensando fue el que hizo la editora del Huffington post, Emma Gray: "Aún cuando (los medios de comunicación) nos bombardean diariamente con fotografías de guerra y violencia —que incluyen sangre—, la serie de VICE nos perturba". La estrategia del shock es una de las tantas maneras que hay para cuestionar un tabú. Me resulta interesante porque, además, consigue provocar reacciones y reflexiones, algo que no se da mucho en esta sociedad del confort.
¿Crees que la menstruación sigue siendo un tabú?
Artículos que pueden interesarte:
Alimentos para aliviar el SPM
Mitos sobre el orgasmo femenino
Basta de autoexigencia