La criticona que llevamos dentro
Uno de los grandes aprendizajes que nos da la terapia, es que nos enseña a dejar de luchar contra lo que sentimos y lo que pensamos para poder aceptarnos tal cual somos y vivir con más libertad. Lejos de ser una tarea fácil, el trabajo de la conciencia requiere un esfuerzo constante para descubrir nuestra propia complejidad. No somos de una sola manera, así como tenemos fortalezas también tenemos miedos, así como reaccionamos de una forma ante una situación, a la semana siguiente podemos reaccionar de otra.Esa complejidad que nos constituye se manifiesta a través de distintas voces que habitan en nuestro interior; a veces nos hablamos con dulzura, a veces de manera burlona o impositiva, defensora o conciliadora, racionalista o fantasiosa. Y entre todas esas voces hay una que habla demasiado: la criticona. Cuando aparece de manera oportuna, nos ayuda a que las cosas tomen su justa dimensión, pero cuando se le pasa la mano y opaca al resto de las voces, boicotea nuestros proyectos e impide reconocer el valor de nuestros logros y acciones.
Es inútil hacerlas callar o desaparecerlas: cada una de las voces de nuestro diálogo interior tiene una función importante. Lo que sí podemos hacer es aprender a vivir con ellas, de ahí la importancia del trabajo de la conciencia; ésta funciona como un moderador que sabe otorgar la palabra a una y cortar a la que no está aportando soluciones, sino alimentando los miedos, la ira o la frustración.
Particularmente, la criticona que llevamos dentro está muy atenta a cada paso que damos. Apenas alguien nos hace un cumplido sobre un platillo, esta voz toma la palabra: "Nada de eso, quedó horrible". A veces tiene razón, pero no puede tenerla todo el tiempo. Dejar que la criticona dicte las reglas de nuestro día a día, es perder la capacidad de disfrutar, de fluir y de recibir.
Moderar a la criticona interior no significa ponerle un bozal, sino aprender a vivir con ella y redirigir su energía.
Identifica cuando no está aportando nada. Una manera de saberlo es preguntarse: "Si tuviera diez años, ¿sería tan duro conmigo mismo?".
Cambia el enfoque, amplía la mirada. Una situación difícil solo es un momento, un capítulo, una escena de esa larga obra de arte que es tu vida.
Concéntrate en lo positivo. La cultura en la que vivimos nos ha inculcado una idea simplista sobre el éxito y la aceptación: quien comete un error es un fracasado, quien no es "perfecto" es rechazado. Pero esta idea, además de hacernos sentir miserables, alimenta el lado destructor de nuestra criticona interior. En vez de alimentarla con sentimientos de fracaso, habla contigo mismo y piensa: No hay errores, sólo aprendizajes.
Date crédito. Si la vida te plantea un obstáculo, es porque tienes la capacidad de resolverlo. En lugar de hacerle caso a tu criticona interior (que suele decir cosas como "Siempre has sido mediocre, no podrás con esto"), piensa que si la vida te pone un reto de ese tamaño, es que ha llegado el momento de usar o desarrollar habilidades que han estado escondidas.
¿Y tú, cómo lidias con tu criticona interior?