La salud de los sentidos
Nuestros sentidos son indispensables para comunicarnos con el mundo, constituyen nuestra principal fuente de información desde los primeros meses de gestación hasta el último de nuestros días. Incluso hay aprendizajes y decisiones que dependen enteramente de los datos que reciben los sentidos, por eso es muy importante mantenerlos saludables a lo largo de la vida.
El olfato
Una congestión nasal mal cuidada puede degenerar en sinusitis. El aumento de bacterias en las fosas nasales afecta las terminaciones nerviosas del olfato. Lo mismo puede ocasionar la resequedad. Un remedio bastante común es la aplicación de soluciones salinas que rehidratan las mucosas y descongestionan. Si no puedes comprarlas en la farmacia, puedes prepararla en casa: 1 cucharadita de sal por cada 250 ml de agua filtrada y fría. Las vaporizaciones con eucalipto también ayudan a descongestionar la nariz, pero no hay que abusar de ellas ya que pueden generar el efecto contrario al acostumbrar al cuerpo a su efecto vasoconstrictor.
Las mucosas junto con las vellosidades calientan y humidifican el aire que respiramos, además de que retienen partículas contaminantes y bacterias, por lo tanto es recomendable despejar las fosas nasales por la mañana y al volver del trabajo o antes de dormir.
El humo del cigarro, los aromatizantes ambientales, los medicamentos con codeína y los tratamientos de quimioterapia también alteran el sentido del olfato.
El oído
¿Hablas muy fuerte, giras la cabeza para escuchar mejor con un oído, te parece que los demás murmuran, subes el volumen de la tele o te cuesta trabajo escuchar el teléfono? Es probable que tengas un daño auditivo. La pérdida del oído no tiene que ver sólo con la edad, también le ocurre a personas que escuchan demasiado fuerte la música o que han padecido infecciones mal cuidadas.
Zumbidos, oídos tapados y sobre todo el sonido agudo y constante (tinitus) que queda en los oídos después de una fiesta o de escuchar música con audífonos a volumen alto, son indicadores de que el oído ha sufrido un daño más o menos importante. Cuando estos sonidos aparecen con frecuencia es necesario reposar lejos de ruidos fuertes y acudir al médico para una revisión.
Los sonidos se miden en decibeles: un ronquido: 85, un claxon: 110, un concierto de rock :120. Los ruidos intensos (más de 85 decibeles) destruyen los pequeños filamentos del oído interno, encargados de transmitir el sonido. Una vez que mueren, son irremplazables. Por eso no hay que dudar en llevar tapones en la cartera.
El dolor de oído no debe tomarse a la ligera: infecciones o inflamaciones (otitis) mal cuidadas pueden dañarlo. La humedad es su principal causante ya que propicia la proliferación de bacterias. Por más que nos produzca una sensación placentera, no hay que limpiarse las orejas con cotonetes (palitos con punta de algodón), ya que se corre el riesgo de empujar el cerumen y tapar el canal auditivo. La cera del oído tiene la función de retener el polvo y otros cuerpos extraños y así proteger el tímpano de infecciones. Cuando se seca, se cae por sí sola. Quienes producen demasiada cerilla pueden aplicarse unas gotas de agua caliente (no hirviendo), eso hará que la cera se remueva y escurra hacia afuera.
El tacto
La piel es el órgano más grande del cuerpo, en un adulto promedio llega a medir casi dos metros cuadrados. Es tan importante el tacto que las caricias son indispensables para el crecimiento de los bebés y la estabilidad emocional de cualquier ser humano. También nos protege de agresiones externas pues aloja terminaciones nerviosas que nos permiten percibir sensaciones de calor, frío, presión o dolor.
El principal cuidado es contra los rayos UV, que pueden producir cáncer. En épocas de larga exposición al sol hay que aplicar filtro solar varias veces al día, evitar asolearse entre las 11:00 y las 16:00 hrs e hidratarse constantemente.
Antes se pensaba que las heridas superficiales debían mantenerse ventiladas, hoy se sabe que es mejor lavarlas con agua y jabón neutro y cubrirlas con una gasa estéril, esto evita infecciones y posibles roces que interrumpan el proceso de cicatrización. Una vez formada la costra se puede retirar la gasa.
¿Sabes cuáles son los hábitos más comunes que dañan la piel a largo plazo? Conócelos y toma nota.
El gusto
¿Sabías que tenemos cerca de 3000 papilas gustativas? Éstas nos permiten reconocer los sabores básicos (salado, dulce, amargo y ácido) y también nos protegen de ciertos peligros, como ingerir un veneno vegetal (amargo) o comida en descomposición (ácida-amarga). El gusto y el olfato trabajan juntos. Por ejemplo, la lengua reconoce si el alimento es dulce y la nariz determina con precisión si se trata de una fruta o un chocolate.
Un factor poco estudiado por la ciencia pero muy explorado en el arte es la forma en que la memoria almacena recuerdos asociados a sabores y olores. Hay quien afirma que desarrollar el vocabulario gustativo/olfativo es una manera de mantener la lucidez y la memoria por muchos años. Si te interesa, prueba comer con los ojos cerrados de vez en cuando o toma un curso para catar vinos, quesos, chocolates, etc.
La salud del sentido del gusto va de la mano con una correcta higiene bucal, ya que las bacterias producen sustancias y acidez que interfieren con los sabores.
Las úlceras pueden aparecer en la punta de la lengua, en las encías o en las mucosas de la boca. Además de ser dolorosas, son fuente de contagio viral o bacteriano. Es necesario tratarlas con delicadeza. Si no consigues una pomada especial en la farmacia, puedes disolver una cucharadita de sal y otra de bicarbonato en 1/3 de taza de agua fría. Con esa solución haz gárgaras o buches tres veces al día.
La vista
Las lágrimas no sólo expresan emociones desbordantes, también lubrican el ojo y lo mantienen limpio. Cada vez que parpadeamos, salen en pequeñas cantidades a través de los lagrimales y son distribuidas por el párpado superior (como si fuesen limpia parabrisas), despejando y lubricando los ojos. Por ello es muy importante desmaquillarse antes de dormir para no obstruir el conducto lagrimal. La contaminación y la resequedad ambiental, el tocarse los ojos con las manos sucias o compartir el maquillaje son factores que favorecen la aparición de infecciones como la conjuntivitis.
Demasiadas horas frente a la computadora, en presencia de aire acondicionado o calefacción, hace que los ojos se irriten y se sequen. La recomendación es hacer una pausa breve por cada 15 minutos de trabajo, aumentar el consumo de agua y, de ser necesario, usar lubricantes oculares.
Las pestañas (tenemos entre 150 y 200 en cada ojo) no sólo impiden que la transpiración y el polvo entren al ojo, también funcionan como antenas: cuando un objeto se acerca demasiado a la córnea, desencadenan el reflejo y se cierra el ojo. Para mantener sus funciones al 100% se recomienda evitar tratamientos agresivos (pegamentos, tinturas, químicos rizadores) y no aplicar demasiadas capas de rímel.
Los rayos del sol pueden dañar el cristalino y la retina, sobre todo cuando se reflejan en la nieve o el agua. Algunas enfermedades de los ojos como las cataratas o la vista cansada están ligadas a la exposición de luz solar. Por lo tanto, hay que protegerse con lentes que tengan filtro UVA y UVB. Es recomendable llevarlos a una óptica para verificar que funcionen correctamente.
Una buena alimentación es crucial: es necesario tomar vitaminas (complejo B, C, E, A, betacaroteno) cobre y zinc para mantener los ojos sanos; por su parte, la luteína, presente en el maíz y las hojas verdes, previene el envejecimiento del ojo.