Micromachismo, violencia invisible
Hace algunas semanas se publicó el artículo
Defeminismo y otras falacias en la revista mexicana Replicante. Por el tipo de opinión y la falta de consistencia en los argumentos, el artículo provocó una larga cadena de comentarios. Afortunadamente, la mayoría de ellos estaban mejor documentados que el artículo original. En particular, hubo un comentario que hizo una lectora (Rosario Castillo) y que quisiera rescatar por la calidad y la utilidad de información que brinda.
Para mostrar la necesidad de una actitud reflexiva ante un fenómeno tan complejo como el machismo, Rosario Castillo compartió un resumen sobre el llamado micromachismo, término acuñado en 1991 por el psiquiatra y psicoterapeuta Luis Bonino Méndez, especialista en varones y relaciones de género.
En el artículo de Bonino (aquíse puede leer completo), se plantea que los micromachismos son comportamientos "invisibles" de violencia y dominación, que casi todos los varones realizan cotidianamente en el ámbito de las relaciones de pareja. Dichos comportamientos, considerados "normales", han sido invisibilizados, legitimados y ejecutados impunemente, debido a que las mujeres, al ignorar su funcionamiento, las aceptamos y perpetuamos de manera inconsciente. Sin embargo, al describirlos y visibilizarlos -tanto hombres como mujeres- tendremos la posibilidad de transformar la convivencia a favor de la igualdad de género.
Los micromachismos en la pareja comprenden una serie de maniobras interpersonales que se manifiestan como formas de presión de baja intensidad, con las que los varones intentan imponer y mantener el dominio y su supuesta superioridad sobre la mujer, reafirmar o recuperar dicho dominio ante la mujer que se "rebela", resistirse al aumento de poder de la mujer con la que se vincula, o aprovecharse de dichos poderes.
Los micromachismos son innumerables y se realizan en combinaciones complejas. Bonino las ha dividido de la siguiente manera:
Micromachismos de coerción. Sirven para retener el poder utilizando la fuerza psicológica o moral masculina. Entre ellos se encuentran actitudes de intimidación, control del dinero, no participación en el trabajo doméstico, uso expansivo-abusivo del espacio físico (invaden la casa con su ropa o se apropian del sillón para ver la tele), abuso del tiempo para sí, imposición de intimidad (seducción forzada cuando él quiere sexo), apelación a la "superioridad" de la "lógica" varonil ("mujer, no digas tonterías").
Micromachismos encubiertos. No usan la coerción sino el afecto y la inducción de actitudes para disminuir el pensamiento y la acción eficaz de la mujer, conduciéndola en la dirección elegida por el varón. Estas actitudes provocan en ella sentimientos de impotencia, acompañadas de confusión, zozobra, culpa, dudas de sí al no haber coerción evidente; esto favorece el descenso de la autoestima y la autocredibilidad. Entre ellos encontramos: abuso de la capacidad femenina de cuidado, creación de falta de intimidad (silencio, aislamiento), avaricia de reconocimiento, falta de disponibilidad, comunicación defensiva-ofensiva, engaños y mentiras, descalificaciones ("exageras", "estás loca"), paternalismo, manipulación emocional, culpabilización-inocentización ("no me di cuenta", "quiero cambiar pero no puedo"), olvidos selectivos ("se me olvidó que teníamos tal o cual compromiso"), etcétera.
Micromachismos de crisis. Se utilizan en momentos en los que se presenta un aumento del poder personal de la mujer por cambios en su vida, o bien, una pérdida del poder del varón por razones laborales o limitaciones físicas. El varón, al sentirse perjudicado, recurre a la resistencia pasiva, posterga el cambio hasta el hartazgo de ella, instalando un ultimátum de separación; falta de disposición a la negociación, crítica del estilo ("si me lo dijeras de otra manera..."), y cuando ella "le da otra oportunidad", él la "premia" con promesas o regalos, se pone seductor y atento, hace cambios superficiales, y reconoce errores frente a amenazas de abandono.
Los efectos del micromachismo en las mujeres suelen provocar:
- agotamiento de sus reservas emocionales y de la energía para sí, sentimiento de derrota e impotencia.
- deterioro de su autoestima, desmoralización, aumento de la inseguridad, disminución de la capacidad de pensar.
- disminución de su poder personal y parálisis del desarrollo personal.
- malestar difuso, irritabilidad crónica y hartazgo de la relación.
En los varones, los efectos de su ejecución son:
- un aumento o conservación de su posición superior y de dominio.
- afirmación de su identidad masculina.
- aislamiento receloso creciente.
Así, la relación se transforma en un territorio de "guerra fría", un lugar en el que la convivencia agresiva es el pan de todos los días, y un caldo de cultivo para otras formas de violencia.
Quizás esto no sea nada nuevo para mucha gente, sin embargo, el que estos comportamientos se hagan visibles nos permite detectarlos conscientemente y, si se tiene la voluntad, esto nos ayudaría a mejorar nuestras relaciones rumbo a la igualdad. "Al dejar de considerar estos comportamientos como "normales", los varones que no se reconocen en el ejercicio de la violencia mayor y que tienen una ética de justicia y respeto, podrían identificar en su cotidianeidad las propias maniobras de dominación", afirma Bonino.
Para concluir, el especialista advierte que "sería un error deducir de todo lo que hemos descrito un juicio descalificador y una atribución de "maldad" hacia todos los varones", ya que esto tampoco es humanamente provechoso para ellos, debido a que, inconscientemente, los imposibilita para adaptarse a los nuevos retos de la actualidad y los deja cada vez más atrapados en el pasado. "En el fondo, las mujeres sólo podrán presionar pero no pueden hacer nada para cambiar lo que ellos no quieran", concluye.