Ya no estoy enamorado
Una de las etapas más críticas y paradójicas de una relación en pareja es la de sentir amor sin estar enamorado. La chispa se ha ido, uno se acostumbra a las reacciones del otro al grado de considerarlo predecible, los conflictos domésticos desgastan el ánimo y las ganas de disfrutarse. Y es que el efecto de las drogas del amor no puede ser el mismo que al inicio de la relación. El enamoramiento, como la materia, no se pierde, sólo se transforma, va y viene en dinámicas y formas distintas.
Cuando alguien dice "te quiero, pero no estoy enamorado", no significa que esté dando por terminada la relación. Es probable que esté planteando que ha llegado a un límite, que está cansado y que si las cosas no cambian, está dispuesto a separarse. Pero no se trata de que sólo uno cambie, ambos tienen que hacer algo para que el río retome su cauce; si aún hay cariño, respeto y un proyecto en común, vale la pena intentarlo.
El típico ejemplo que he escuchado es el de la mujer que le pide al hombre que se haga cargo de algo que ella usualmente hace (lavar, cambiar pañales, hacer limpieza profunda en la cocina, etcétera). Él acepta hacerlo de mala gana. Como no le sale bien las primeras veces (prejuicios de género o falta de práctica), a la siguiente vez opone más resistencia, arma una discusión y se pone insoportable. La mujer, para ahorrarse el mal trago, termina por rendirse y jamás le vuelve a pedir al hombre que lo haga. La opción de cambio: turnarse para hacerlo con la convicción de que eso es lo que corresponde, y si él decide oponer resistencia, ella debe ignorar el berrinche. Porque ambos deben cambiar, sutil o radicalmente, para que las cosas funcionen.
Los matapasiones
El enamoramiento se desvanece y se niega a volver por muchas razones, entre ellas, dar el amor por sentado. Dos ejemplos:
a) pensar que el otro desarrollará la capacidad -entre telepática y adivinatoria- de saber lo que uno está pensando.
b) generalizar los comportamientos: después de que el otro reaccionó negativamente a una de nuestras iniciativas, pensamos que no tiene sentido volver a proponerlo, o que si un día le algo le hizo gracia, siempre será igual. No hay que dar nada por sentado, eso es como pensar que somos objetos incapaces de cambiar porque así venimos de fábrica.
El otro antídoto del enamoramiento es el abandono de sí mismo. Todos conocemos a alguien que, antes de vivir en pareja, estaba atento a su salud, se arreglaba y cultivaba su espíritu, pero después del primer mes juntos, se olvidó de eso y se instaló en el régimen del mínimo esfuerzo. No vale la pena detallar aquí los ejemplos del abandono, lo importante es recalcar que este tipo de inercia no es nada sexy. El deseo es cosa de dos: no sólo está en los ojos de quien lo mira, también está en la presencia de quien lo proyecta.
Si todo lo anterior resulta vago o difuso, aquí hay algunos puntos para empezar a mover la energía al interior de la pareja:
Actívate. Abandonarte a la comilona, al sillón y a los malos hábitos sólo te hace envejecer antes de tiempo, tanto física como mentalmente. Caminar y mantener las neuronas aceitadas te hará sentir lleno de vitalidad. De ahí a la pasión no hay más que un gesto sutil.
Conéctate con tu interior. Si sientes que no hay conexión con tu pareja, quizás se deba a que estás lejos de ti mismo. Ya no concentres tu energía en culpar al otro por lo que falta, mejor haz tu parte: baila, medita, piensa si tu trabajo te hace feliz, desarrolla nuevas habilidades. Aprende a escucharte y reconcíliate contigo mismo.
Háblense. Si quieres que el otro se convierta en adivino, estás perdiendo el tiempo. Busca que tu comunicación sea directa, oportuna y cariñosa. Si no dices lo que sientes o lo que quieres, es posible que tu pareja lo considere deshonesto o manipulador.
Compartan experiencias nuevas. Las vivencias novedosas reconstruyen el deseo porque nos hacen ver a la pareja desde una perspectiva distinta. Iniciar juntos la práctica de un deporte en equipo es una terapia buenísima, siempre y cuando tengan la voluntad de no reproducir los vicios de su relación en el entrenamiento. Atrévanse a cambiar y a aprender uno del otro.
¿Crees que el enamoramiento puede revivirse? ¿Cómo, por qué, vale la pena?