¿El nuevo boom? Netflix apuesta a que Rulfo y García Márquez le enseñen castellano al mundo a través de series “prestigiosas”
¿Hay un inesperado interés de las plataformas de streaming por llevar a los nuevos formatos audiovisuales algunas de las obras más influyentes de la literatura latinoamericana del siglo XX? Algunos hechos registrados en los últimos tiempos con llamativa coincidencia llevan a certificar esta incipiente tendencia, aunque faltan señales más amplias de continuidad para hablar de una corriente genuina sostenida en el tiempo.
Se abrió en estos días una ventana temporal muy estrecha y ajustada en la que confluyen al menos tres lanzamientos identificados con este denominador común. El primero fue la serie inspirada en Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, cuyo primer episodio está disponible desde el último domingo en Max. El estreno en Netflix, hoy, de Pedro Páramo es uno de ellos. Basado en el libro de Juan Rulfo, precedente indiscutido del llamado “boom” literario latinoamericano en las décadas de 1960 y 1970 y del realismo mágico volcado a esas páginas, es la ópera prima como realizador del afamado director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto.
Este largometraje funciona a la vez como anticipo de la llegada de la ambiciosa adaptación (en este caso en formato de serie) de Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez, cuya primera parte, una temporada de ocho episodios, podrá verse en la plataforma de la “N” roja a partir del 11 de diciembre. Una segunda parte, también de ocho episodios, comenzó a rodarse la semana pasada y completará la adaptación.
¿Cuál es la razón que lleva a las plataformas a encarar estos proyectos? “La gente suele decir que es imprescindible saber inglés para entrar al mundo de los negocios. Y en el mismo sentido nosotros creemos que es muy importante hablar español en un sentido progresista también como entrada, pero a otro mundo: el de las artes, la cultura, la historia”, responde Francisco Ramos, responsable máximo de los contenidos de Netflix producidos en América Latina.
Después de encabezar en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno ante un selecto núcleo de invitados el lanzamiento internacional de la serie inspirada en Cien años de soledad, Ramos conversó con LA NACIÓN sobre estas adaptaciones y sobre el lugar que ocupan los contenidos inspirados en grandes obras literarias del mundo hispanoparlante en las estrategias de la plataforma.
“Somos muchísimos los hispanoparlantes en el mundo –explica el ejecutivo-. El Instituto Cervantes, que es el que lleva los mejores números al respecto, dice que somos unos 250 millones solo en América Latina, otros 50 millones en Estados Unidos y 50 millones más en España. En total, 400 millones, menos de los que hablan en el mundo chino mandarín o hindi. Pero la nuestra, como el inglés, es una lengua que pertenece a una cultura que se extiende y se exporta. Y no solo eso: la narrativa en castellano gusta muchísimo en todas partes”.
-¿Esto lleva a que Netflix haya tomado una decisión estratégica de aumentar o profundizar el contenido de ficciones en español para atender la demanda de una audiencia creciente?
-Es fácil percibirlo cuando vemos que cada año la oferta de contenidos de ese tipo producidos en la Argentina, en España, en México o en Colombia se expande cada vez más. También se empieza a notar el aumento de la variedad y la calidad de todo ese material. Y al mismo tiempo se van construyendo en los países de habla hispana algunas comunidades creativas muy interesantes. La expectativa de nuestros suscriptores crece, y cada vez más, poquito a poquito, aunque en lo personal me gustaría que ocurriese mucho más rápido, el contenido de este tipo surgido en los países de habla hispana viaja cada vez más alrededor del mundo.
-¿Qué los llevó a ustedes a incursionar en el mundo del realismo mágico y en la adaptación de textos que forman parte de lo que dio en llamarse el “boom” de la literatura latinoamericana?
-Las razones son distintas en cada caso, aunque ligadas a partir de un tronco común. En el caso de Pedro Páramo, nos pareció que la novela podía tener una adaptación a la altura del texto original en un contexto actual, cien años después de los hechos que allí se narran. La parte principal de la novela, como todos saben, transcurre en tiempos de la Revolución Mexicana, en 1910, y el interés de nuestros suscriptores por el contenido hecho en México nos llevó a tomar una decisión a partir de la confluencia entre varios factores.
-¿Cuál?
-Había mucho interés de parte nuestra y también de la familia de Juan Rulfo. Hablamos mucho con su hijo Juan Carlos, que además es cineasta y en el pasado hizo cosas con nosotros. También había una disponibilidad presupuestaria adecuada y un factor tecnológico que nos permitió una reconstrucción muy fidedigna y ambiciosa de Comala. Y sobre todo contábamos con un guion que ya existía y nos gustaba mucho. Mateo Gil, que escribió grandes películas en España, encontró la mejor manera de adaptar la novela y convencimos a Rodrigo Prieto para que la dirigiera. En el caso de Cien años de soledad, el proceso fue distinto.
-¿Por qué?
-Porque no teníamos nada y lo primero que dijimos es que había que intentarlo. También sabíamos que iba a ser muy complicado. Todas las conversaciones que tuvimos con Rodrigo García, el hijo de Gabo, que también es un destacado cineasta, partieron siempre del mismo punto: teníamos que encontrar la manera de contar la novela con el formato de una serie de televisión.
-¿Por qué eligieron ese enfoque?
-En una película de tres actos te puedes permitir muchos juegos con el tiempo y el espacio. Pero tanto Rodrigo como nosotros creemos muy firmemente que en la estructura episódica que tiene una serie de TV ir y venir todo el tiempo se convertiría en algo indescifrable para el espectador. Cuando lees una novela, puedes ir y volver todo el tiempo. En televisión eso es casi imposible. Nuestra misión era ordenar el relato de la familia Buendía en Macondo, con su principio y su fin, pero como una serie de televisión.
-¿Cómo lo lograron?
-Primero, respetando todos los hechos. No hemos agregado o inventado nada. Hay cosas de la novela que no aparecen en la serie, pero no al revés. Y hemos encontrado sobre todo una vuelta muy interesante para darle culminación a la primera parte, que no voy a revelarte ahora, pero que funciona como elemento propulsor de la segunda.
-¿Siempre tuvieron la idea de adaptar la novela en dos partes, o dos temporadas hablando en términos televisivos?
-En todos los análisis estructurales previos vimos que no había otra manera. Llegamos a la conclusión de que lo menos que podíamos hacer eran 15 episodios. Al final fueron 16.
-¿Tienen otros libros de esta corriente en vista para futuras adaptaciones?
-Por ahora no. Lo que nos gusta mucho es trabajar sobre adaptaciones de obras literarias con mucho acento local. Historias que puedan dialogar con el ámbito en el que se desarrollan y con la sociedad a la que están dirigidas. Un ejemplo bien actual y contemporáneo es El tiempo de las moscas, basado en la novela de Claudia Piñeiro, con dos personajes femeninos muy poderosos interpretados por Carla Peterson y Nancy Dupláa. Ya llevamos un par de semanas de rodaje aquí.