Brian Jonestown Massacre: por qué la banda de Anton Newcombe huye del mainstream y cómo será su show de este martes en Complejo C Art Media

Anton Newcombe, líder de Brian Jonstown Massacre; la banda se presenta este martes en C Complejo Art Media
Anton Newcombe, líder de Brian Jonstown Massacre; la banda se presenta este martes en C Complejo Art Media

Anton Newcombe hace un chiste en Twitter: postea una foto de un redneck estadounidense con una ametralladora pidiendo un café en un Starbucks y dice: “Me pregunto si cuando en China hablan de anhelar la libertad se están refiriendo a esto”. No es en absoluto un paracaidista al hablar de libertad: con ese concepto irrenunciable como guía construyó la carrera de su banda Brian Jonestown Massacre, un proyecto con el que -como puede verse en el fantástico documental Dig! de 2004- hizo lisa y llanamente lo que quiso, cuando quiso. Casi siempre al margen de la industria musical mainstream, Newcombe resignó masividad porque aquello otro, la libertad, siempre estuvo primero. Y en el proceso se hizo fama de errático, de cabrón (imperdible la bronca con los Dandy Warhols que lleva la trama de Dig!) y de difícil, todos epítetos que se le suelen atribuir a la gente inmanejable.

Hoy está establecido en Berlín, acaba de sacar dos muy buenos discos (Fire Doesn’t Grow On Trees el año pasado y The Future is Your Past hace unos meses) y este martes, a las 20, los presentará en el Complejo C Art Media. Pero antes deja sentada su posición sobre la idea de libertad que reina en su país natal: “Tenés a esa gente defendiendo la libre expresión y después los ves sosteniendo una bandera nazi o amenazando a otros con armas. Si querés libre expresión tenés que ser responsable, porque si no lo que estás haciendo es provocar”.

-Se te nota renovado en tus dos últimos discos. Es como si hubieras redescubierto algo en el proceso de hacer música, ¿hay algo de eso?

-No quiero irme por un atajo y hablar de discos de pandemia porque fue igual para todos. No hay nada especial con hacer discos cuando tenés un montón de tiempo libre. Pero al mismo tiempo, cuando te enfrentás a algo loco como eso, está bueno averiguar qué querés hacer. O sea: no sabemos si nos vamos a morir todos, así que está bueno decir “ok, voy a hacer música todos los días”. Cada vez que hago música tengo que decidir que de verdad quiero hacer música. No lo puedo fingir. Supongo que U2 puede grabar todos sus temas viejos otra vez con una guitarra acústica y decir: “Miren, es importante que escuchen esto”. No entiendo.

-Siempre se dice que tu música es “retro”. Sabiendo eso, The Future is Your Past parece una reafirmación. ¿Lo es?

-Si ves la tapa del disco hay un lanzamiento de un cohete en un lado. Estamos teniendo estas guerras locas que se vuelven cada vez más comunes, esta cosa de “vamos a mover nuestras armas nucleares a este país cerca del tuyo”. Pero si siguen de esta forma vamos a terminar peleando con palos y caballos otra vez. La solución a muchos de nuestros problemas parece tan simple: “Miren, monos, vamos a juntarnos alrededor de una mesa a hablar y dejemos de mover armas de un lado al otro y toda esa mierda”. Es algo que parece infantil: “tenemos que ser amigos”. Hablamos del calentamiento global y hay gente que dice: “no es realista, no podemos no tener trabajos o autos”, y un chico diría: “sí, pero no podemos tener trabajos si estamos muertos”. Así que está esta ingenuidad de los chicos que es simpleza y puede resolver problemas. Así que creo que es por ahí: más que retro, creo que miro la música de los 60. Mucha gente se basa en la música negra, y yo creo que la mía no, no se fija en el blues. Yo me fijo en lo psicodélico porque creo que expande la mente. Me influye la música andaluza, la música española de los moros, o el surf, mucho más que el blues. Nunca quise ser retro, más bien me considero retroactivo. Uso siempre los mismos instrumentos y soy de los 60, porque nací en el 67.

"Más que retro, creo que miro la música de los 60", sostiene Anton Newcombe
"Más que retro, creo que miro la música de los 60", sostiene Anton Newcombe

-Pocos artistas lograron lo que vos lograste: dar shows en todo el mundo tocando los temas de sus discos nuevos y apenas algunos viejos. ¿Es una manera de no aburrirte nunca por tocar siempre lo mismo?

-Sí. Muchos le dicen a la música “industria del entretenimiento” y resulta que el entretenimiento es poquito [lo dice en español] y el negocio es enorme. En el negocio de la música, la música es lo que menos importa. Es el negocio del negocio. Y yo amo la música. Por lo que le veo a mucha gente, la impresión que me llevo es que en realidad están interesados en la plata. O en acceder a algunas cosas. Y a mí no me importa gustarle o no gustarle a la gente, porque igual soy bueno en la música. A alguna gente le va a gustar mi música y a otra no. A algunos les gustan los DJ sets para tomarse un par de tragos en la playa y otros no los pueden ni ver. No importa qué les gusta, la gente no me va a parar.

-Hasta los Beatles tenían gente que los odiaba.

-¡John Lennon odiaba a los Beatles, por eso los separó! Le puede pasar a cualquiera. George Harrison también odiaba a los Beatles, él también renunció. Era Paul el que amaba a los Beatles. Es natural. A la gente le gusta lo que le gusta y eso es bueno, pero yo estoy más interesado en la cultura. Tenés que crear la cultura que quieras ver. Tenés que hacer espacio para vos y para todos. Fui a la Argentina por última vez hace seis años. No hay club en el mundo que haya cerrado sus puertas hace seis años y se haya quedado esperándome. Así que necesitás muchas cosas pasando para mantener abierto un club, ¿no? Tenés que crear cultura.

Brian Jonestown Massacre, una banda con estética y sello propios
Brian Jonestown Massacre, una banda con estética y sello propios

-Sos terriblemente prolífico para escribir canciones. ¿Sos de armarte tus rituales de composición o empuñás guitarra donde sea?

-Puedo hacer eso, pero en general es más complicado. Vengo acá [muestra su estudio]. Acá están mis instrumentos y mis viejos amplificadores. Así que, básicamente, seis días por semana toco música porque amo la música. A veces todo empieza en la batería, a veces toco el Hammond. Es un estudio de grabación pero es mi estudio, así que simplemente hago música. A veces la comparto, a veces es sólo para mí, pero lo más importante del arte es que podés hacer algo tan egoísta y al mismo tiempo otra gente le encuentra su significado y su disfrute. Así que al final no es tan egoísta, es hermoso. Forzarme a mí mismo a hacer algo que me guste es un desafío, y los desafíos son buenos. Sobreponerte a tus miedos y distracciones es bueno para tu espíritu. Y entonces viene el siguiente, que es tocarla mejor en vivo para darnos algo de vida en compartir ese momento efímero que es como humo que tratás de atrapar con las manos. Se te va entre los dedos. No importa cuán grande sea el éxito, se va. Podés ganar la Copa del Mundo y no significa nada en seis años. Se vuelve una historia que la gente cuenta en un bar mientras toma merca, no sé. Así que me gusta el desafío.

-En Argentina tuvimos un artista llamado Luca Prodan que decía: “te doy una guitarra y haceme latir acá”. Parece una idea con la que estarías de acuerdo.

-Definitivamente. Es una idea hermosa, es cierta. Desde el principio no necesité validación ni permiso. Me decían “vengan al estudio, ustedes son buenísimos”. Fui a Publishers Studio (donde hicieron discos para Whitney Houston) y me decían: “hacé un disco, vamos hacer un arreglo” y yo preguntaba si podía conservar mis discos. Y después me decían: “yo acá no escucho ningún hit”. Y yo me reía, porque el disco pagaba mis cuentas pero ellos no escuchaban ningún hit. Hice más de un millón de euros con ese disco pero bueno, gracias por no escuchar ningún hit, por suerte ahora me paga el alquiler. Es muy frustrante todo eso. Cuando era adolescente decía: “le voy a mandar un demo a David Geffen porque tiene todas las bandas buenas” y se lo mandé y me contestaron con una carta que decía: “muchas gracias pero no necesitamos una banda que suene como The Cure porque ya tenemos a The Cure” y yo me reía. Tipos de más de treinta años que se burlan de un pibe. Siempre me interesó crear cultura, y la cultura crea el comercio. La gente lo entiende al revés: crea algo para llenar el agujero que se necesita llenar para ganar plata. Así que se vuelve contenido, no importa qué es. Puede ser un reality show, cualquier cosa.

-Siempre te resististe a ser cooptado por la industria musical, que al final resultó estar equivocada en todo. ¿Te sale decir “te lo dije” a alguien?

Si buscás en nuestro primer disco, Spacegirl… (1995), en la parte de atrás dice: “les traigo un mensaje de los chicos de Estados Unidos: este negocio apesta”. Nunca me interesó el negocio de la música: me interesa el negocio de Brian Jonestown Massacre. Pero es interesante porque todas las bandas de las que se hablaba en los medios, en MTV, en Inglaterra y todo eso, ya no están. Ya no hacen música. Quiero decir: a veces vuelven, como los Pixies, pero parte de eso es sentimental, porque la gente quiere escuchar los temas viejos. No importan los discos de ahora. Y no me importa decir “te lo dije”. Yo siempre vi la música de otra forma.

-¿Aprendiste algo de vos mismo viéndote en Dig!?

-No, pero aprendí mucho de idiotas en el negocio de la música. Un amigo mío es multimillonario. Su abuelo fundó una de las dos grandes marcas de gaseosa cola, y él heredó esa plata con sus hermanas. Él me dio cámaras ocultas y filmamos todo. Yo metí a los Dandy Warhols en la película. Yo le copé la película a la agencia William Morris. Ellos habían hecho Cónan el Bárbaro y esas cosas pero también tenían a todas las bandas grandes. Ellos me pidieron que esté en esta película y yo pasé al frente porque era sobre bandas de Los Ángeles tratando de que las fichen, y yo ni siquiera era de LA. Así que en un momento me dijeron: “nunca escuchamos hablar de estos tipos y están en la película”, y yo les dije “ok, fíjense porque van a hacer todo lo que puedan para venderse y yo voy a decir que no, y eso es una película mejor”. Así que aprendí mucho de estos tipos, porque no son tan inteligentes como creen que son.