Osvaldo Guidi y su dura historia: todos lo querían, pero sintió que le habían dado la espalda y dejó un devastador mensaje final
“La docencia es lo que más me apasiona, quiero que mi casa sea un espacio creativo”, reflexionaba el actor, autor y director Osvaldo Guidi cada vez que podía. Por eso fundó en su propio hogar en Riobamba 359, pleno Congreso, su teatro/escuela, cuna de tantos colegas… Y allí mismo, en lo que consideraba su lugar en el mundo, sumido en la tristeza, decidió quitarse la vida hace casi 12 años, un 17 de octubre de 2011.
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Era -y es- más que respetado en el ambiente artístico, por eso causó conmoción cuando se conoció la noticia de que se había ahorcado dejando unas pocas palabras en su Facebook que reflejaron una profunda depresión que estaba atravesando: “Viví el éxito, los premios, los castigos de los premios, yo soy el único que puede hacer algo por mí”.
Hugo Héctor del Barrio, amigo fiel, profesor de teatro, y quien todavía sigue al frente dictando cátedra en el instituto como ladero incondicional, sintetizó en su momento algunas reflexiones al respecto: “Veo la necesidad de informarles a los seguidores/as de Facebook, sitio en donde subía sus pensamientos, frases y cuanta cosa maravillosa quería compartir, que el lunes 17 de octubre nuestro amigo resolvió retirarse de esta vida para descansar en paz. Los motivos importan o no. Mucha gente pregunta por qué, si no había otro camino, hasta por ahí alguien escribe ‘por qué no te fuiste a otro país’. A todos ellos les doy la respuesta que él me dio tantas veces en que pensó quitarse la vida: ‘Porque para que te llamen tenés que tener contactos, porque no es el talento lo que importa; sino amigo de quién sos. Porque me cansé de golpear puertas pidiendo trabajo y que me dijeran: Pero un actor como vos no tiene que dejar currículum, solo llamar. Igual, después no te llamaban’”.
Guidi, nacido en Máximo Paz, provincia de Santa Fe un 10 de marzo de 1964, contó que desde niño quería ser “actor, Superman y trapecista”. Y que soñaba con su propio teatro de títeres para entretener a sus amigos. Ya de adulto hizo el sueño realidad. Pero quería ir por más. Anhelaba tener su propia productora y “dar laburo”, como él lo definía con simpleza. Laburo que a él le faltó en los últimos tiempos y por eso decidió no seguir.
Se autodefinía como un buscador: “Una persona que trabaja de actor no es actor, se siente artista pero antes persona, no sale a la calle a esperar el flash ni el autógrafo, todo lo contrario… Me mezclo entre la gente, copio, charlo, me abrazo, río, lloro. Busqué hasta mi propia religión, mis ideologías, mis técnicas complementarias, mi alimentación sana y mi modo de vida; mis experiencias negativas fueron grandes aprendizajes. Como Alicia en el país de las maravillas soy lo que soy y tanto más. Eso he pretendido con mi propia escuela, estar absolutamente vivo, despierto, donde el otro es más importante que yo porque él va a dármelo todo y yo también”.
Un actor distinguido por un papel osado
En 1992, fue distinguido con el premio Martín Fierro como ‘Mejor actor de reparto’ por su más que destacado papel en Celeste, la novela protagonizada por Andrea del Boca y Gustavo Bermúdez, donde interpretaba a Sebastián Aguirre, un paciente que tenía HIV, tema que recién empezaba a tratarse en la TV y que Osvaldo representó como un verdadero maestro. Luego hizo Antonella, otro éxito, acompañando a la misma dupla actoral, en el rol de Arturito; y en el 94 lo reconocieron con el Ángel de Plata.
Para desarrollar su talento se capacitó como pocos con grandes de la talla de Alberto Ure, Beatriz Matar, Lito Cruz, Raúl Serrano, Carlos Gandolfo, Agustín Alezzo, Augusto Fernández, Luis Romero, Néstor Raimondi, Joy Morris…
Luego formó parte de Todo casi nada, Mas allá del horizonte, Con alma de tango, Primicias, La bonita página, De carne somos, Chiquilina mía, Zona de riesgo, Poliladron, Amor latino, Infieles, Resistiré, Costumbres argentinas, La niñera, Amor mío, Casados con hijos…
Entre 1998 y 1999 volvió a brillar con el personaje de Bernardo, mayordomo y tío de Natalia Oreiro en la recordada novela Muñeca Brava, junto a Facundo Arana, Lydia Lamaison, Arturo Maly y Fernanda Mistra. Ese fue su último trabajo en televisión, en los que siempre sobresalía por su talento, aunque no dejaban de ser papeles secundarios, no protagónicos como él aspiraba y soñaba.
Siempre decía que había hecho poco cine y lo vivía como una cuenta pendiente. Pero participó en Apariencias con Adrián Suar y Andrea del Boca; y en Contragolpe, Tango, Canción de Buenos Aires, Plata dulce, Taxi uno, Sin reserva y Peligrosa obsesión.
Amaba el teatro, porque allí comenzó como tantos. Y allí también se despidió. Hizo Cyrano de Bergerac en el San Martín con dirección de Osvaldo Bonet, Volpone y el zorro en el Alvear, Scapin, dirigido por Villanueva Cosse y China zorrilla, Marat/Sade, Vincent y los cuervos de Pacho O’Donnell, Los tres berretines, Lupines, Arlequín, servidor de dos patrones, La lección de anatomía, Tango mortal, Milonga de ángeles, Sexo necesidad maldita, Encuentros, Que siga la milonga, Celebración, Chechina, la bastarda, Ibseniana; muchas como actor, autor y director…
Ya en 2009, el director José María Muscari lo convocó para Escoria, junto a Noemí Alan, Gogó Rojo, Julieta Magaña, Cristina Tejedor, Liliana Benard, Willy Ruano y Marikena Riera, obra donde el director y dramaturgo desnudaba lo efímera que puede resultar la vida del actor.
En 2011, Guidi volvió a ser parte de otro elenco de Muscari, esta vez en Feizbuk Stars, presentando una mirada burlona acerca de las formas de relacionarse que las personas desarrollan en la red social mostrando con cierta soberbia los amigos exitosos que poseen. Aquí lo acompañaron Mariana Brey, Federico Ayos, Luis Bremer, Valeria Britos, Pablo Ruiz, la Señorita Lee y Jezabel Jacuzzi.
La última obra en la que participó fue El enfermo imaginario de Molière, dirigida nada menos que por Hugo del Barrio, su coequiper, su socio en lo artístico y en la vida misma. Fue en su casa, nunca mejor dicho, en el teatro “Lo de Guidi”, donde poco tiempo más tarde Osvaldo dijo adiós para siempre.