La burbuja: ver para creer en un film claustrofóbico y conmocionante

La burbuja, estreno del jueves 21
La burbuja, estreno del jueves 21

La burbuja (Argentina/2023). Dirección: Miguel Ángel Rocca. Guion: Santiago Ambao. Fotografía: Agustín Tedi Álvarez (ADF). Edición: Anabella Lattanzio. Música: Mariano Barrella. Elenco: Victoria Almeida, Alfonso Tort, Jorge Marrale, Ignacio Sarmiento Robledo, Pedro Sarmiento Robledo. Calificación: Apta mayores de 13 años con reservas. Distribuidora: Cinetren. Duración: 88 minutos. Nuestra opinión: buena.

Desde que comienza La burbuja sabemos que algo no anda bien. Estamos en plena pandemia, con barbijos, regulaciones de circulación y obligaciones de distanciamiento. Daniela (Victoria Almeida) y Jorge (Alfonso Tort) viajan con sus hijos pequeños a un pueblo cerca de Santa Rosa. El motivo: Roque (Jorge Marrale), el padre de Daniela, tiene problemas de salud y necesita cuidados. El viaje se presenta signado por contratiempos: problemas con la batería del auto, impaciencia de los niños, tensión en el matrimonio por el destino del enfermo. Sin embargo, el terror que atraviesa a Daniela al llegar a la casa de su infancia solo emana de un lugar: el sótano, allí donde su madre la encerraba cuando hacía travesuras. Las sombras del viejo castigo regresan e impregnan de inquietud esa convivencia forzada en el campo ante la imprevista adversidad del mundo exterior: masivos cortes de luz, falta de combustible, disturbios sociales. Hay que quedarse y resistir o conseguir dinero para escapar.

En la anterior película de Miguel Ángel Rocca, Maracaibo (2017), Marrale interpretaba a un médico, aficionado a la caza, que no podía ver más que aquello que tenía en la mira de su arma. El gesto de ceguera era literal -casi atropellaba a una ciclista en la ruta y titubeaba al esquivar a un camión en la ruta- y también simbólico, en tanto se negaba a ver justo lo que tenía ante sus ojos. Su esposa, interpretada por Mercedes Morán, se lo advertía cuando intentaba reparar su instrumental oftalmológico: dañaba precisamente aquello que permitía ver. Esa ceguera inconsciente que definía el corazón argumental de Maracaibo reaparece bajo una nueva forma en La burbuja: la distopía. Lo que antes amenazaba al mundo del médico era el afuera -dos encapuchados que ingresaban en su casa-, convertido en termómetro de los problemas del adentro -los secretos en la relación con su hijo-, todo ello bajo el manto del relato policial. Ahora la crisis exterior también es un señuelo, una serie de indicios acumulados -noticieros televisivos, explosiones lejanas- que conviven con otros -conversaciones sobre dinero, presencia del sótano como fuera de campo-, pero que astutamente los opacan.

La burbuja (Cinetren).
La burbuja (Cinetren).

La burbuja cumple el cometido de tensar esos dos universos: el exterior del que parece provenir el mal y el interior como refugio que se revela como trampa. En ese juego, la película esconde sus cartas, también por momentos se desvía innecesariamente, pero consigue una trama efectiva y disfrutable como ejercicio narrativo. Lo que la enriquece son las buenas actuaciones de todos sus protagonistas, solventes a punto tal de perdonar esos agujeros del relato. Es que el entramado que delinea la catástrofe siempre es laxo e intermitente, en tanto el punto de vista es de alguien como Daniela que tampoco quiere ver demasiado.

La referencia más evidente podría ser La aldea de M. Night Shyamalan en el uso de la sugestión, y algunos melodramas de encierro -sin citar para no revelar ningún truco- que se apoyan en el anclaje en el punto de vista como límite perfecto de la información. Rocca construye un andamiaje atractivo, tal vez forzando la verosimilitud de ciertos comportamientos para sostener el misterio -sobre todo en los personajes de Tort y Marrale, distantes de nuestra mirada-, y caminando hacia una resolución ejemplificadora de cómo a menudo es necesario ver para creer.