La camaleónica Andrea Riseborough y su inesperada y polémica entrada a la carrera de los Oscar
Hasta hace algunas semanas no muchos habían oído hablar de Andrea Riseborough. O sí, pero perdida entre los créditos de alguna película en la que luego no se llegaba a reconocer su fisonomía. Es que si su nombre era un secreto apenas compartido entre unos pocos devotos y algunos fanáticos del terror –a cuyo altar ingresó con Mandy (2018) primero y luego con Possessor (2020)-, su rostro siempre fue escurridizo, maleable entre cambios de look y color de cabello, transformaciones constantes y siempre inesperadas. Lo mismo su origen británico queda escondido bajo el fuerte acento texano que detenta en To Leslie (2022), la película que le valió el Oscar, la popularidad y la discordia. Es que ni su nombre ni esa pequeña producción del indie norteamericano parecían estar en el radar de la prensa ni en la nómina de los apostadores que siguen las potenciales nominaciones de la Academia. Así que cuando su nombre asomó entre las candidatas a la estatuilla de mejor actriz, primero fue la sorpresa, luego las preguntas por la campaña que la llevó a ese lugar, y en estos días los intentos de revisión de sus procedimientos de nominación por parte de la Academia para que semejante situación no vuelva a acorralarlos.
¿Qué fue lo que pasó? Una larga lista de celebridades comenzó a proclamar en sus redes sociales lo extraordinario que era el trabajo de Riseborough en To Leslie , en la que interpreta a una mujer que gana la lotería y seis años después está sumida en el alcohol y la debacle. Dirigida por Michael Morris (veterano de series como Bloodline, House of Cards y Better Call Saul), escrita por Ryan Binaco (en cuya madre se basa el personaje de Leslie) y apenas estrenada en festivales como SXSW Film Festival o Raindance en 2022, al poco tiempo desembocó en el streaming y en el olvido. Sin embargo, parte del equipo encaró una campaña que impulsó la candidatura de Riseborough a todos los premios posibles mediante posteos en redes sociales, pequeños videos de celebridades y salutaciones orquestadas. Actores y actrices como Sarah Paulson, Edward Norton, Naomi Watts o Jennifer Aniston se encargaron de contagiar el entusiasmo y empujar a Riseborough a la primera fila de las candidatas. La estrategia funcionó y pese a las declaraciones de la Academia sobre el procedimiento –tan profesional y organizado como las campañas de productoras o representantes, pero que resultó menos previsible- Riseborough se alzó con su primera nominación al Oscar y asomó con bombos y platillos en el radar mediático.
Su personaje en To Leslie quizás no sea el mejor de su carrera pero sí el que más se ha acercado al prototipo preferido por la Academia para nominar a un intérprete. Conocemos a Leslie –apodada Lee- años después de ganar la lotería y despilfarrar el dinero del premio, cuando visita a su hijo adolescente del que se distanció, sumida en el alcoholismo y la negación. Su fracaso genera una extraña mezcla de rechazo y gratificación en los habitantes del pueblo texano que la vio nacer y del que ella siempre quiso huir, desprecio en sus antiguos amigos y un interminable sermón de su madre criada en la religión bautista. El único que parece darle una oportunidad es el conserje de un miserable motel de ruta, probablemente tan golpeado por la vida como ella. La historia de Leslie puede ser la de la redención, pero lo cierto es que Riseborough viste a ese personaje de calidez y humanidad, aún en sus momentos más mezquinos e irritantes. Pese a ello, los condimentos infaltables para la premiación son las adicciones, el deterioro físico y psíquico del personaje, sumado a la extremada delgadez de la actriz y por supuesto al trasfondo social de la historia. Todo ello configura una película pequeña pero potente, honesta en sus pretensiones y valiosa en sus resultados.
Pero lo que quizás constituye su valor agregado es el talento de Riseborough, una actriz que a sus 41 años exhibe una larga trayectoria, con películas de género como Oblivion (2013 –disponible en Movistar Play y Claro TV), o La maldición renace (2020 –disponible en Amazon Prime Video, Movistar Play y Claro TV), varias series como ZeroZeroZero (2020 –Amazon Prime Video y Movistar Play) o Black Mirror (2011 –disponible en Netflix), y algunas títulos con mayores aspiraciones como Nunca me abandones (2010 –disponible en Star+) o Matilda de Roald Dahl: El musical (2022 –disponible en Netflix), pero cuyo nombre ha escapado de las grandes ligas. Su mayor mérito siempre ha sido el magnetismo de su presencia aún en personajes menores como en La batalla de los sexos (2017 –disponible en Star+) o Animales nocturnos (Amazon Prime Video, Movistar Play y Lionsgate+) y una capacidad de transformación asombrosa, que no solo aplica a lo exterior sino a la complejidad emotiva de sus personajes. Siempre portadora de una máscara que lentamente se disgrega, ya sea la fachada tecnológica de la asesina de elite de Possessor (HBO Max) o de la víctima sacrificial de Mandy, Riseborough emerge furtiva entre los escombros de esa coraza, protectora y asfixiante, expresiva de su temple y fortaleza pero también del cristal mismo de su fragilidad.
Nacida en Wallsend, al noreste del Reino Unido, estudió en la prestigiosa RADA londinense (Real Academia de Arte Dramático) e incursionó en el cine y la TV desde muy joven ; tuvo un bautismo de fuego en el método de exigentes ensayos del director Mike Leigh en La felicidad trae suerte (2008), y en el mismo año apareció en un telefilm de la BBC como una joven Margaret Thatcher. Margaret Thatcher: The Long Walk To Finchley (2008), ambientada en la ciudad de Grantham, en los pasillos del colegio católico durante los estudios de química de la futura Dama de Hierro, reveló la versatilidad de la actriz, dando vida a una figura emblemática de la vida inglesa, que le valdría una nominación para los BAFTA.
Riseborough fue tejiendo un lugar propio con el correr de los años : en El romance del siglo (2011 –disponible en HBO Max), dirigida por Madonna, se vistió de Wallis Simpson durante su amor prohibido con el abdicado Eduardo VIII –para muchos una de las mejores actuaciones en una de las peores películas-; en Una doble identidad (2012 –disponible en HBO Max) fue una integrante del IRA convertida en informante del MI5 junto a Clive Owen; y finalmente en Birdman (2014 –disponible en Amazon Prime Video, Star+, HBO Max y Movistar Play) probó delante de la cámara la pesadilla de la fama imaginada por el mexicano Alejandro González Iñárritu.
“Genes y trabajo” sintetizaba en una reciente entrevista con The Guardian como las dos razones por las que ha tenido una carrera tan prolífica, a razón de dos a tres películas por año. La geografía la situó en su nacimiento en la región norte del Reino Unido, territorio de la Revolución Industrial y la industria pesada, signado por las largas jornadas laborales y los paisajes fabriles. Y los genes provienen de su abuela materna –cuyo acento aún retiene pese a los diez años que lleva viviendo en los Estados Unidos-, quien cumplía a rajatabla las extensas labores como empleada doméstica mientras las criaba a ella y a su hermana. El personaje de Leslie le permitió regresar a esa vida dura de la que fue testigo en su infancia, ahora desde la perspectiva de una mujer que intenta sortear el lugar de origen signado por el fracaso “Una de las cosas maravillosas de interpretar a Leslie fue esa sensación de abandono e imprudencia, de cierta anarquía que la define”, detalla Riseborough. “Lo más difícil para el adicto es que aquellos con quienes debería tener más intimidad a menudo intentan mantenerlos a distancia. Fue un sentimiento solitario y doloroso, empeorado por el hecho de que [al filmarse en pandemia] todos estábamos enmascarados y separados en el set”.
En el año 2022, Ámsterdam (Star+) fue otra de las películas que la tuvo entre su elenco, como la estirada e irascible esposa de Christian Bale, un médico enrolado en la Primera Guerra para satisfacer a sus suegros, y luego de perder un ojo convertido en intrépido investigador junto a sus amigos de la guerra, Harold (John David Washington), abogado y compañero de batallón, y Valerie (Margot Robbie), artista y enfermera. Ambientada en los años 30 y dirigida por David O. Russell, la película también logró récords y titulares debido a lo elevado de su presupuesto y las enormes pérdidas en su rendimiento en taquilla. Pese a esa hecatombe artística y financiera, Riseborough destacó el trabajo con Russell –denunciado por sus maltratos laborales- y cifró su empeño en construir un mundo de personajes creíbles “a partir de la exigencia a sus actores de crearlos en soledad y luego soltarlos juntos en el mismo espacio, como si interactuaran en la vida real”.
La misma colaboración fructífera pudo establecer con el excéntrico Panos Cosmatos en Mandy, una odisea lovecraftiana en la que su personaje se convierte en un cordero sacrificial para la venganza de su novio, interpretado por otro camaleónico como Nicolas Cage. El guion le llegó de manos del director y se aventuró al riesgo de perderse entre los colores de ese extraño apocalipsis fucsia que preanuncia la tragedia y la furia sanguinaria que seguirá el pecado de su muerte. Nuevamente su trasformación es total, etérea y fantasmal persigue a quienes la han matado y a quienes deciden vengarla.
En esa búsqueda de correspondencias, quizás sus dos grandes actuaciones del último período tengan algo en común. Por un lado, la andrógina Tasya Vos de Possessor, la consagración de Brandon Cronenberg en el mundo del terror corporal con derecho propio más allá del heredado de su padre (que ahora confirma en la inminente Infinity Pool, a estrenarse en 2023). Instrumento de una misteriosa corporación, Tasya ejecuta crímenes a distancia, sumergida en un extraño sarcófago que la lleva a invadir las mentes ajenas, poseer los cuerpos de sus instrumentos. Con el pelo platinado y una palidez mortuoria, Riseborough conduce a su personaje de ese mundo virtual a la realidad en la que su poseído va a reclamar por lo arrebatado. Con similar precisión, ese juego de dobles se repite en la serie ZeroZeroeZero, ahora fuera de toda distopía, cuando ella y su hermano en la ficción deberán conducir el imperio de la droga construido por su poderoso padre. Gélida e indescifrable, su Emma Lynwood también busca poseer los resortes del negocio, asumiendo el poder de la manera más huidiza e implacable posible.
En el terror y en las fantasías distópicas, en las biopics más mundanas o en los dramas más desgarradores, el rostro de Andrea Riseborough es capaz de asomar detrás de cualquier máscara. Su nominación al Oscar es menos una muestra de su talento que una confirmación de una deuda pendiente. Su sello como intérprete ha sido la reinvención incesante, el culto al riesgo, la apuesta por la excepción. Sus criaturas pierden su forma habitual para recrearse, para sobrevivir en un mundo caótico y hostil, ya sea mediante una tecnología invasora como en Possessor o en el abrazo de una segunda oportunidad en To Leslie. La nominación le ha ofrecido una visibilidad que puede apagarse en uno días, cuando pierda el premio contra alguna de las favoritas como Cate Blanchett o Michelle Yeoh, pero su mirada ávida persiste tras el disfraz que ha habitado esta vez, el de una fama repentina y sorprendente, el de una curiosidad contagiada a todo el público.